- Laura López Altares
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- 2020-07-20 00:00:00
En el último libro de Marta Robles, "La chica a la que no supiste amar", el atormentado detective Tony Roures se adentra en una oscura trama de prostitución y trata de mujeres. Con ella hablamos de cicatrices, letras... y vino.
¿Cómo ha sido el proceso creativo de un libro que aborda cuestiones tan sórdidas y complejas?
Ha exigido un proceso previo de documentación y casi diría que de inmersión en ese mundo de sordidez y oscuridad. Un proceso de preguntar y sobre todo escuchar para comprender no lo que ya sabía –llevo muchos años siguiendo todo lo que se publica sobre la trata–, sino algo que parece que apartamos de nuestro entendimiento: que todas esas mujeres esclavizadas son como cualquiera de nosotras, sienten igual que nosotras y, como nosotras, solo desean una vida normal y que las quieran. Si no somos capaces de compadecernos del sufrimiento ajeno, nos volveremos monstruos.
¿Mezclar tu perspectiva con la de Roures es la clave para una visión y concienciación más globales?
Sí, creo que resulta imprescindible una reflexión masculina sobre la prostitución y la trata. Es necesario que involucremos a los hombres que pueden ser parte del problema o, como en este caso, el problema. Sin su concienciación y compromiso no vamos a ninguna parte. Por eso que un tipo sólido y creíble como Roures –un hombre con cicatrices y la mochila llena de arrepentimientos, pero que reconoce sus errores y sabe reconducir sus puntos de vista–, en el que los hombres se ven reflejados, acepte haber consumido prostitución (y lejos de sentir su postura) creo que es muy eficaz.
¿Qué diferencia a un escritor de un periodista?, ¿cuál de estas facetas te llena más?
Ambos cuentan historias, solo que el periodista tiene que contar la realidad y el novelista cuenta historias que no son reales pero sí verosímiles, para lo que tienen que estar apuntaladas con datos reales. Yo siempre quise ser escritora, no periodista. Aunque es cierto que, en el momento en el que empecé la carrera de periodismo, se me metió el periodismo en las venas y sé que ya no saldrá nunca más. Siempre seré periodista, aunque llegue el día en el que me dedique solo a la literatura, y conservaré intacta, espero, la vocación de hacer que el mundo sea un poco mejor.
¿Cuál es el libro que más cuenta de ti?, ¿y el más complicado? ¿Tienes algún nuevo proyecto en mente?
Todos los libros que he escrito cuentan algo de mí. Quizás en La chica a la que no supiste amar me he permitido soltar más mis sentimientos, descubrirlos, no avergonzarme de ellos, contarlos a través no solo de Roures sino de todos los personajes, de una u otra manera. Y posiblemente esta novela sea también la que más me ha dolido.
En cuanto a proyectos, en este momento estoy con un libro, y bullen en mi cabeza infinidad de ideas que cabrán en mis próximas novelas; pero no me gusta anticipar aquello que voy a escribir... dependerá de lo que se me cruce en el camino.
Embajadora del Vino en Fenavin, premiada por la D.O. La Mancha… ¿qué tiene el vino que atrapa tanto?
Y más cosas... ¡soy hasta Dama del Albariño! Y llegué a abrir el VIII Congreso de Enología hace años, con una conferencia sobre el bottiglieri del Papa. El mundo del vino tiene mucha magia. Es cierto que algunos también le aportan un postureo que me enerva, pero realmente es un mundo lleno de emociones, repleto de gente interesante, entregada a él. Y en mi vida es fundamental. Está presente en el proceso creativo (una copa de vino me ayuda a pensar), y también forma parte de mis momentos felices, que es cuando comparto la vida y de donde saco la inspiración.
¿Qué opinas de la relación que mantiene el vino con la cultura y otras disciplinas artísticas?
H ay mucho romanticismo en el mundo del vino, mucho ritual. Creo que alumbrar un buen vino requiere un enorme talento, además del esfuerzo pertinente y del conocimiento imprescindible. Pero además, siento que el vino multiplica las disciplinas artísticas en su creación o en su celebración. No se trata de emborracharse para crear, que era el tópico de antaño, sino de acompañarse con el vino. El vino en su justa medida no solo acompaña bien, sino que hace más agradable la vida. De cuando en cuando también aparece en mis libros porque para mí es esencial.