- Ana Lorente
- •
- 2019-10-30 00:00:00
Aunque parezca evidente, parece que hay quien ha 'descubierto' hace poco que el vino se hace en la viña. Y, entre otras ventajas, eso ha servido para que algunas bodegas y denominaciones cada vez hilen más fino y busquen acuñar su personalidad en la tierra, en cada parcela.
En busca de la distinción por parte del productor, y sobre todo del cliente, antes fueron los grandes y pequeños territorios, los países, las comarcas plasmadas en las denominaciones de origen, los Vinos de Pago como sobresalientes dentro de las propias denominaciones o, por ejemplo, en Rioja, las menciones de Viñedo Singular, Vino de Municipio o Vino de Zona. Pero la realidad es que cada viticultor, por descuidado que sea, sabe que en todas las vendimias las uvas que produce cada metro cuadrado de su viña, sea grande o pequeña, son diferentes a las de un poco más allá. En general, la fórmula a la hora de hacer el vino era mezclarlas para así conseguir cada año un vino similar y homogéneo, pero en este momento la tendencia es la contraria: vinificar por parcelas para aprovechar y exaltar la excelencia de las mejores.
El viaje de Josep Roca y de la asesora psicológica de su restaurante, el Celler de Can Roca, narrado en su libro Tras las viñas, plasma como grandes bodegueros de España, de Europa –desde Francia a Georgia– y de América entienden la viña, siempre desde esa perspectiva de conocer a fondo para poder diferenciar y seleccionar. Y la conclusión es que, por supuesto, un gran vino es la obra de alguien especial, de personas cuidadosas, sabias y más o menos pacientes, pero sobre todo que miran la tierra y sus frutos con un sentido holístico, y que en el quehacer del vino, la labor humana, la antropología o la historia también son producto de la tierra. De ahí que la miren y la traten con tal mimo.
Otra visión, también en vivo y en directo, y también con conclusiones en el mismo sentido, es la de Juan Gómez Pallarés en su recorrido por los que llama Vinos naturales de España. Es un canto a la biodinámica y a la agricultura sostenible y, por supuesto, lo que subyace en cada uno de los bodegueros que ha seleccionado en sus visitas es ese mismo análisis de la tierra, en unos casos más científico y en otros más emocional pero con los mismos efectos: cuidado, mimo, atención, respeto.
¿Vinos de parcela? Claro que esa mención en la etiqueta puede ser un simple reclamo comercial, un sumarse a la moda o una forma de dar marchamo de calidad a bodegas que antes han apostado preferentemente por la cantidad. Pero, en todo caso, la tendencia refleja una evolución prometedora de la viticultura y la enología.
La selección de parcelas no es nada nuevo y, si se realiza con seriedad y honradez, ha dado vinos memorables, localizados en unas geografías privilegiadas con nombre propio y que han dado nombre a sus vinos, tanto en España como fuera. Si la selección se generaliza, no solo será un antídoto contra la monotonía sino una garantía de un futuro mejor, en la tierra y en la copa.