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El magnífico florecimiento bodeguero de Jerez en el siglo XIX lo aprovechó José Hidalgo Frías, oriundo de Antequera, para asentarse en la céntrica calle Clavel y desarrollar una actividad que hoy continúa la familia representada por la quinta generación.
2002
En este año fue cuando irrumpió en el mercado este fino, único hasta ese momento, por su larguísimo tiempo de crianza biológica, en torno a los 15 años de media. Fue el comienzo de una nueva era del fino, más allá del consumo masivo, de escaso valor y perfil joven.
Respeto al tiempo
Juan Manuel, Emilio y Fernando tomaron el testigo de la firma familiar en la década de los noventa con la genial idea de revalorizar los Vinos Genuinos de Jerez. Un proyecto apoyado en tres pilares: la identidad de la Palomino y el terruño, el soleraje y el imprescindible paso del tiempo.
El velo al límite
Pensaréis que durante estos 15 años el velo ha perdido consistencia hasta empezar a desaparecer para dejar paso al oxígeno y comenzar el camino de no retorno hacia un carácter amontillado. En absoluto, estamos ante el último aliento del velo de flor que mantiene la finura y elegancia del vino.
Este concepto de fino marcó un antes y un después en Jerez. Esa ruptura con la elaboración canónica de perfil punzante, fresco y salino originó un vino de una complejidad nunca vista y una textura soberbia sin perder su identidad. Todo ello a base de creer en la excelencia de la uva, ofrecerle a cada mosto la orientación adecuada y dejar que el tiempo teja un rico y consistente velo, mientras las cabezuelas (esa levadura exhausta que se hunde en la bota) aportan otra dimensión al vino.