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Pago de Carraovejas fue el germen de una realidad que emerge convencida de que a través de la viña, su patrimonio cultural, vegetal e histórico se puede hacer una sociedad mejor. Bajo las premisas de excelencia, innovación, honestidad y lealtad a la naturaleza, Alma Carraovejas se ha convertido en un proyecto cohesionador entre el ser humano y el entorno con el que se relaciona, activando todos los recursos a su alcance para crear un legado sostenible e imperecedero.
1991
Solo cuatro años antes de que saliera al mercado la primera añada, José María Ruiz, referente indiscutible de la hostelería segoviana, fundó Pago de Carraovejas, ubicado en las laderas del valle del mismo nombre por donde circula el arroyo Botijas y que alcanza el páramo de Peñafiel.
2021
Pioneros en estudiar los suelos del viñedo, la finca está actualmente dividida en 100 parcelas en función de su composición. Un trabajo que persigue encontrar y mostrar el equilibrio del entorno y la personalidad de la añada a través de sus vinos. Esta cosecha es un buen ejemplo.
Icono de la Ribera
Aquella añada fundacional fue elaborada con los apenas 70.000 kilos de uva que dieron las 25 primeras hectáreas de viñedo. Hoy, tres décadas después, cuenta con 220 hectáreas, pero sobre todo con un prestigio logrado a base de crecer sin perder el compromiso con la identidad.
Primero la viña
En 2015 y fruto de una profunda reflexión, las menciones crianza y reserva, referentes a los tiempos de afinado en barrica, dejaron de utilizarse para dar mayor importancia a la singularidad de la finca. Desde entonces, la crianza es importante, pero siempre subordinada a la viña.