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Tener sueños y creer en ellos. Esta es la consigna que hace danzar a los idealistas; y la que llevó a Pedro Rovira Rovira a las magnéticas tierras del Priorat con el objetivo de capturarlas en una botella. Cuando adquirió la histórica finca de Mas d'en Gil, le devolvió su nombre original y dedicó sus primeros años de trabajo a la recuperación de viñas viejas y olivos.
"En 2000 salen al mercado los primeros vinos de Mas d'en Gil, a los que seguirán el aceite de oliva y el Agridulce, procedente de la antigua solera de vinagres Barril iniciada en 1958", cuentan desde la bodega. Marta Rovira, hija de Pere Rovira, es quien dirige Mas d'en Gil desde 2008. Influenciada por su abuela Pilar, experta en los ciclos lunares y con una gran sensibilidad por la ecología, introdujo en la bodega el método biodinámico, iniciando una etapa apasionante: "Los vinos deben ser el reflejo del paisaje natural de una finca que intentamos comprender como un ser vivo, como una unidad agrícola que busca mantener sanos y equilibrados los suelos con la flora y fauna autóctonas", explican.
Esta filosofía no solo la aplican en sus vinos únicos, como Coma Vella –que hace revivir un paseo primaveral por el bosque mediterráneo– o Clos Fontà –la concreción de un paisaje extraordinario–; también en su aceite de oliva virgen extra, Oli, 100% Arbequina.
Elaborado a partir de olivos centenarios, no se filtra y se decanta siguiendo una fase del calendario lunar. Desde Mas d'en Gil destacan como peculiaridades el perfume de la aceituna Arbequina, la textura y la salinidad de los terrenos de pizarra, y sus "notas de tomate fresco, hoja de alcachofa y hierba cortada". También nos sugieren preparar con él pan con tomate y un postre irresistible: chocolate con unas gotas de aceite y una pizca de sal.