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El aroma inconfundible del aceite de oliva ha impregnado la finca Perales de Valdueza –situada en las proximidades de la fascinante Mérida– desde tiempos inmemoriales. Los romanos ya lo elaboraban allí hace miles de años, y lleva siglos vinculada al linaje histórico de los Álvarez de Toledo. En 1624, Fadrique Álvarez de Toledo y Osorio, almirante de la Mar Océana y defensor de Salvador de Bahía frente a los holandeses, fue nombrado marqués de Valdueza por el rey Felipe IV. Este título nobiliario fue pasando de generación en generación hasta llegar a Fadrique Álvarez de Toledo –cuyo peculiar nombre es un guiño a aquel antepasado marino–, actual responsable de un proyecto apasionante que conjuga tradición y tecnología para obtener productos únicos. "Tener nuestro propio olivar, viñedo, colmenas, bodega y almazara nos permite un control absoluto sobre todo el proceso productivo", explican en su carta de presentación. Además, es una de las últimas familias que todavía pastorean el ganado vacuno a caballo desde Extremadura hasta Ávila cada verano en un emocionante viaje de 350 kilómetros. Ese respeto a la naturaleza que abrazan desde hace siglos se refleja en sus vinos, vinagres, mieles y, por supuesto, en sus aceites de oliva virgen extra. Los elaboran con las variedades Arbequina, Picual, Hojiblanca y Morisca, que cultivan en la finca y miman en cada fase del proceso de producción. Marqués de Valdueza se caracteriza por su "aroma primaveral con notas verdes herbáceas, tomate verde y una profunda fragancia a plantas silvestres que culmina con ligeras notas frutales"; mientras que en Merula, más suave, se pueden apreciar "notas herbáceas, a manzana dulce y plátano maduro, y ligeros toques de frutos rojos".