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Ciertas cosas solo se entienden asomándose al rumor de un paisaje. En la histórica región vitivinícola del Penedès, arrullada por el Mediterráneo y la fuerza telúrica de la montaña de Montserrat, las voces llegan desde sus ondulantes colinas, deslizándose entre las viñas y olivos que las habitan. Y hay que aprender a escucharlas para cantarlas (y contarlas) después. Eso lo saben bien los "artesanos de la tierra" de Recaredo y Celler Credo. En su búsqueda de la expresión más pura del paisaje han apostado por la biodinámica, por la "reconciliación entre el hombre y la naturaleza". De hecho, en Celler Credo se definen como "agricultores que aman el paisaje que los ha visto crecer" y "xarel·listas". Y sus mil y una formas de interpretar esta uva vibrante por supuesto pasan por la artesanía terrenal en unos "vinos que se sinceran y se erigen en cronistas de una historia sensorial sin artificios, genuina. Es un diálogo entre el hombre, la variedad y la tierra; un diálogo con mucho que decir y nada que ocultar". Al que también incorporan el aceite. Porque en los márgenes de las viñas de Recaredo y Celler Credo (Alt Penedès) cultivan, siguiendo los preceptos de la biodinámica, el olivar de Can Credo –nos explican que es el diminutivo de Recaredo y el nombre con el que se conoce familiarmente su casa en Sant Sadurní d'Anoia–. Sus olivos centenarios conforman "un binomio histórico de la cultura mediterránea" junto a los viñedos, rodeados de un bosque de pinos blancos y matorrales naturales de tomillo o romero. Allí nace Olivar de Can Credo, el primer aceite de oliva virgen extra de Cataluña que obtuvo la certificación Demeter. Es un monovarietal de Arbequina fresco, sedoso y aromático en el que predominan las notas especiadas y los aromas verdes, casi crujientes.