- Antonio Candelas
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- 2023-03-01 00:00:00
Al visitar el viñedo de la D.O.P. Cigales en la calma de una soleada y heladora mañana de febrero, cuando aún las yemas ateridas no se atreven a rebullirse, se puede sentir el esplendor que un día vivió aquel centro neurálgico del vino y de la Historia. Los pueblos que conforman este territorio flanqueado casi de manera hermética por otras regiones vitícolas están balizados con castillos como marcas de su pasado de contiendas y tratados. Hoy, aquel territorio vallisoletano trabaja con decidido convencimiento para entregar un testigo prometedor a las nuevas generaciones a pesar de las dificultades del camino. Y lo hacen porque conocen la valía del territorio en términos vitícolas. A través de algunos de sus más leales incondicionales, sabremos cuáles son esos activos que hacen que Cigales esté en la pista de despegue lista para levantar un vuelo de largo recorrido.
Sabemos que aunque al sector del vino le esté tocando vivir un presente lleno de retos e incertidumbres, está en un momento muy hermoso. Él mismo se ha ido sacudiendo con el paso de los años la amenaza de la globalización en el sentido más dañino de la palabra, ese que todo lo invade igualando y arrebatando la personalidad a los pueblos y sus costumbres. La defensa de los territorios vitícolas, por pequeños que sean, sin miedo a la maldición de la indiferencia en un mundo tan fragmentado, está calando en un consumidor que se interesa por el origen, por la singularidad y por el placer que provoca vivir una experiencia con un fuerte arraigo que, a la vez, sigue siendo motor económico y social de una comarca.
Algo así es lo que está ocurriendo en los casi 600 kilómetros cuadrados de la histórica comarca de Cigales, ubicada a ambos márgenes del río Pisuerga. Aquí, gran parte de la viña la sostiene el cariño de los habitantes de la comarca. Décadas atrás, la industrialización de las ciudades y del propio campo, así como la cercanía de la capital pucelana, han hecho que la actividad vitícola de los pueblos que la forman no haya sido el principal sustento. Quizá por eso aún se mantiene un buen número de parcelas de viñas viejas en las que conviven entre las cepas de Tempranillo, variedad mayoritaria de la Denominación de Origen que ronda el 80% de la superficie, otras variedades como Verdejo, Albillo, Garnacha... Gracias a que ha sido una actividad secundaria se ha evitado la erosión genética que tiempo atrás provocó la introducción de clones con intereses más cuantitativos que cualitativos. En la actualidad, Cigales, con sus 2.500 hectáreas de viña, tiene todo lo que necesita para convertir esa actividad sustentada por el afecto y el orgullo en un punto en el que apoyar su desarrollo como sociedad rural. Los proyectos bodegueros llevan años trabajando por y para ello, pero ha llegado la hora de pasar de la irrelavancia mediática –e incluso del insultante desdén provocado por el desconocimiento– a la acción.
Emprender para la salvación
El paradigma de ese punto de apoyo sobre el que impulsar la actividad vitícola de la comarca en términos de rentabilidad y calidad de los vinos desde el sentimiento de pertenencia ha cristalizado en la Bodega Cooperativa Cigales. Su nacimiento se sitúa en la década de los cincuenta del siglo pasado, como el de tantas otras organizaciones cooperativistas de nuestro país con el fin de garantizar la viabilidad en el tiempo de las explotaciones vitícolas del municipio sin tener que depender de las necesidades de bodegas particulares en aquellos complicados años para el campo.
Con una vocación fundamentalmente granelista de poco valor, que no de poca calidad, se entró en el siglo XXI, lo que conllevó a una devaluación de los activos de la cooperativa, desembocando en una situación comprometida en el aspecto económico y, por supuesto, vitícola. Ante este panorama tan poco esperanzador, en 2019 los hermanos Estefanía y Ramón García, procedentes de una familia dedicada durante tres generaciones al sector hortofrutícola, adquirieron el compromiso de dar continuidad a la cooperativa. Pero no de cualquier manera. Aunque la propiedad es de ambos hermanos, la estructura social se mantiene de manera que los 58 socios podrán seguir aportando su uva hasta 2029.
La estructura del viñedo de Bodega Cigales se basa en su mayor parte en pequeñas parcelas de viña con más de 50 años de edad repartidas entre los municipios de la D.O.P. Cigales. Visitamos un viñedo viejo propiedad de Eva, una de las socias viticultoras, en el término municipal de Trigueros, uno de los municipios más elevados de la comarca, cuyos suelos presentan una composición pedregosa en superficie y arenosa en un segundo horizonte. "En esta ubicación, aunque es más elevada que Cigales o Mucientes, la uva madura antes por el tipo de suelo. Al acercarnos al Pisuerga, la composición cambia a texturas más arcillosas y por tanto más frescas", nos explica María de Uña, directora de Operaciones de la bodega que ha aterrizado en Cigales después de haberse recorrido medio mundo enológico. A poca distancia nos encontramos con Alejandro Gallo, otro de los viticultores de la zona que está realizando una labor encomiable a la hora de recuperar viñedos viejos. Nos enseña una de las viñas más singulares de la comarca, de tan solo 0,8 hectáreas. Es una de las pocas que quedan plantadas como si fuera un rico mosaico de variedades. Hasta 16 se pueden encontrar: tres garnachas, Albillo, Mencía... Es del año 1933 y, cuando estaba a punto de ser arrancada, llegó Alejandro y se propuso rescatarla, "ponerla guapa" y crear un rosado casi por capricho a partir de la amalgama de variedades de la parcela. El socio enológico francés con el que trabajaba lo elaboró y resultó ser un gran rosado muy exclusivo que traspasó fronteras. Hoy, parte de la uva de esa parcela irá a la Bodega Cooperativa de Cigales para crear un vino muy especial.
A nivel de bodega, parte de la fuerte inversión que se lleva realizando en estos años ya se puede observar en las instalaciones. Han recuperado 120 de los antiguos depósitos de hormigón en los que fermentan los vinos y se afinan, los han modernizado dotándolos de las prestaciones técnicas necesarias y han ampliado la capacidad de elaboración porque saben que la inversión va a merecer la pena. En la actualidad elaboran una gama inicial llamada Torondos, formada por un Verdejo, dos rosados –uno de ellos clarete– y un tinto joven. En el segmento superior destaca la gama Gran Torondos, en la que hay una cuidada selección de uva procedente de viña vieja en la que la identidad y la expresión son las líneas que mejor la definen. Esta gama cuenta con un Verdejo, un rosado clarete y un tinto. En las etiquetas de las tres referencias se hace mención al hormigón como elemento fundamental en su elaboración.
La Bodega Cooperativa Cigales en su nueva andadura sabe perfectamente cuál es su aporte para la zona: elaborar vinos que avancen más allá de los gustos locales que al final pueden lastrar a otros mercados. Los esfuerzos y recursos invertidos persiguen mantener una identidad no solo centrada en un rosado muy concreto como el clarete, porque el potencial de Cigales también radica en un tinto con personalidad propia y, por qué no, en el blanco.
Un relato de esfuerzo
Si hay alguien en la comarca que conoce y siente el vino de Cigales como parte de su verdadera esencia, es la familia Príncipe. Juan es la cuarta generación de una estirpe que siempre ha vivido del campo y consideraban el vino como un alimento más. Procedentes de Fuensaldaña, nos cuenta Juan que la distribución de los cultivos en las tierras del municipio se planteaba en función de su aptitud agronómica. Así, la parte del páramo del municipio, pobre y de cascajo, se dedicaba a la vid porque era imposible cultivar cereal.
Si el bisabuelo de Juan, Eutiquio, practicaba la viticultura de consumo propio dentro de su actividad como agricultor, su abuelo César avanzó hacia una incipiente actividad comercial que dio sus primeros pasos entre los bares de Fuensaldaña y alrededores, sirviéndoles en cántaros el vino elaborado en la bodega subterránea de la familia. Una bodega ubicada en un barrio de bodegas dentro de un municipio en el que se pueden encontrar unas 80 excavaciones destinadas hasta hace bien poco a la elaboración de vino.
Bajar por las escaleras de la vieja bodega de los Príncipe es acceder al origen de la historia vitícola de Cigales. Si su abuelo César dio los primeros pasos en la comercialización de vino, su padre Ignacio impulsó su embotellado a comienzos de los años ochenta. "La mayor inversión que hizo mi padre en aquellos años fue llevar la instalación eléctrica trifásica a la bodega subterránea", nos cuenta Juan. Aquel Clarete de Luna que acabó siendo marca y santo y seña de la bodega nacía en el subsuelo de Fuensaldaña con un sistema de elaboración basado en el esfuerzo, el ímpetu y la necesidad de comercializarlo. Juan nos enseña el antiguo sistema de prensado para la elaboración de claretes, tan costoso como perfectamente diseñado: desde el echadero por donde entraba la uva del exterior hasta la enorme prensa ajustada al milímetro a las dimensiones de la cueva excavada, pasando por el habitáculo donde aguardaba la uva (cocedera) –que llegaba hasta que la pasta terminaba de ser prensada– o los propios depósitos de hormigón en los que se fermentaba el mosto y que hoy Juan quiere rehabilitar.
Esta trayectoria cuajó en la fundación de la Bodega César Príncipe en los noventa, cuando se dirigió la elaboración de vino de una forma decidida hacia la máxima expresión de las viñas de la familia. Y fue unos años más tarde, en el año 2000, cuando el nombre de Cigales deslumbró al mundo con el primer vino tinto de renombre. Así nació César Príncipe, un tinto de referencia cuya primera añada llevaba en su alma el esforzado encanto de aquella vetusta bodega que sin duda impresionó a la crítica internacional. Un éxito que llevó a Ignacio a construir una bodega en 2003 adaptada a los tiempos, dotada de las necesidades técnicas y, por qué no decirlo, con las comodidades a las que no estaba acostumbrada la familia Príncipe.
Aunque César Príncipe es la propuesta de la bodega de gran vino por la exigencia en la selección de la uva y el mimo en su elaboración, 13 Cántaros es el tinto de perfil más jovial, pero sin perder un ápice de seriedad en cuanto a matices y paladar bien perfilado. Este prestigio no ha influido en la elaboración de su eterno Clarete de Luna, un vino que enamora a propios y extraños por su frescura, por su diversidad de matices frutales y porque es extraordinariamente amable siendo genuino, sin caer en banalidades que poco favor hacen ni a la zona ni al propio sector. Un mensaje que Cigales debería abanderar porque es posible elaborar un vino accesible, disfrutón, pero manteniendo una elaboración impecable en la que hablen la viña y el saber hacer del elaborador.
El testigo generacional de la Bodega César Príncipe lo ha cogido con ilusión Juan, algo de lo que debería estar igualmente satisfecha la región, puesto que da continuidad a un proyecto que ha servido de palanca para posicionar Cigales como una zona de rosados de trago largo y tintos de importancia sin tener nada que envidiar a otras zonas mejor posicionadas comercialmente.
Cuando la viña habla
Comienza a atardecer y el bello sol de invierno, lejos de calentarnos, nos regala una luz especial para visitar el proyecto de María Pinacho y su marido Carlos González en Mucientes: Bodegas y Viñedos Traslanzas. María es la tercera generación de viticultores y elaboradores de vino. Cuando decidió realizar los estudios de Enología en Madrid, lo hizo por compromiso y cariño a la actividad de su familia. Al acabar su formación consiguió una beca para irse a Burdeos. Mientras hacía las maletas llegó a sus manos una oferta de trabajo para incorporarse como enóloga en una bodega de Ribera del Duero asesorada a su vez por el tándem enológico formado por Pepe Hidalgo y Ana Martín. Ese cambio de planes hizo que se forjara una gran relación personal y profesional entre María, Ana y Pepe, hasta tal punto que decidieron embarcarse en una aventura diferente para aquella época: elaborar un vino tinto en plena tierra de claretes. Seleccionaron un viñedo muy viejo de la familia de María en el pago de Trasdelanza. Una viña muy singular de 1,5 hectáreas plantada en 1945 cuya particularidad nos describe María: "Toda ella es de Tempranillo, excepto unas 200 plantas agrupadas en un rincón, cuando lo normal es que estén mezcladas". La idea de aquella elaboración iba dirigida a demostrar que allí también se podían elaborar vinos tintos de relevancia. La primera añada del tinto parcelario de Traslanzas fue la de 1998, y con él nació el proyecto Bodegas y Viñedos Traslanzas. Aquel primer vino fue pionero en la D.O.P. Cigales por lo que suponía en un territorio de rosados. María se encargaba de la parte técnica con la ayuda de su padre y de Carlos, por aquel entonces novio suyo. Mientras la fermentación la llevaba a cabo en la bodega de su padre, la crianza se hacía en la bodega subterránea del siglo XVI de la familia de Carlos.
Este pequeño proyecto permitía ir dando pasos interesantes a la zona tanto a nivel enológico como de contacto con medios de prensa especializada sin descuidar cada uno su actividad principal, siempre vinculada al sector. A lo largo de los años, aquel tinto novedoso de Cigales fue permeando en el mercado con buena acogida hasta que en 2018 deciden, con el acuerdo de Pepe y Ana, dar el paso y hacer crecer el proyecto con la masa de viña que la pareja tenía, que ascendía a 25 hectáreas entre el término municipal de Mucientes y Fuensaldaña. Era el momento de continuar la aventura, pero en solitario. Del viñedo que posee la pareja, la mitad tiene más de 40 años y alguna parcela es centenaria. Un lugar privilegiado en el que la diversidad de suelos y la importante calidad de la viña permite elaborar una amplia diversidad de vinos con sello propio.
En esta nueva andadura dieron el paso de elaborar un rosado de perfil clásico, según los cánones de la zona, para continuar con otro de mezcla de variedades en viña, pero de un tono más pálido, esta vez según las indicaciones de las tendencias de mercado. Los nuevos hitos alcanzados y la buena respuesta del consumidor llevaron a plantearse construir una bodega con mejores espacios para la elaboración. De esta manera, y contando con el paréntesis de la pandemia, pudieron desarrollar la campaña de 2021 en las nuevas instalaciones. Una bodega pegada a la vivienda de la pareja pensada con muy buen gusto y sin pretensiones, pero de una practicidad elogiable en la que poder trabajar con el objetivo claro de expresar a través de los vinos el potencial de sus viñas. Unos vinos en los que el rosado ha adquirido el protagonismo que la zona merece. Si Pinacho es un rosado elaborado con la viña más joven, amable, fresco y sencillo, en Traslanzas Rosado apreciamos un clarete de libro elaborado con uvas de Tempranillo de una parcela de 40 años en vaso y el Albillo viejo de la parcela Traslanzas. La fruta jugosa y crujiente da lugar a un paso de boca fresco y bien armado. Pero la verdadera maravilla rosada es Remolón. Procedente de una viña de 100 años en la que conviven Tempranillo, Garnacha, Verdejo y Albillo, su elegancia y finura armonizan con la expresión auténtica de la zona. Fresco, sabroso y a la vez envolvente. Un acertadísimo catálogo de rosados que nos lleva al mítico tinto parcelario Traslanzas. Un vino serio, con una crianza respetuosa y bien ensamblada de manera que la fruta marca la personalidad del vino. Boca armónica, sin aristas y con mucho carácter. Un ejemplo más del potencial que guarda con celo esta tierra afortunada y que está deseando mostrar al mundo.
Algo tendrá Cigales
Podemos pensar que Cigales y los municipios aledaños que componen la Denominación de Origen viven en una suerte de lejano oeste vitícola en el que los viticultores trabajan sus viñas para alimentar los proyectos como los que hemos visto: pequeños, ilusionantes, capitaneados por gente de allí que han mamado clarete desde pequeños, pero sin más. Pero el caso es que una bodega tan potente como la reconocida Protos, cuyo cuartel general está ubicado en Peñafiel, en pleno corazón de la Ribera del Duero, aterrizó en Cubillos de Santa Marta en la vendimia de 2020 con una idea clara: elaborar rosados en Cigales. Parece evidente, pero no lo es. Zonas de rosados hay muchas e incluso en la propia Ribera se pueden elaborar; pero no, Cigales fue el lugar elegido para construir el proyecto de rosados de la marca internacional.
Carlos Villar, director general de Protos y buen conocedor de la zona de Cigales, nos da las pautas sobre las que trabajaron para decidir crear una bodega exclusiva de elaboración de rosados en este municipio de la comarca cigaleña: "El mejor atributo de Cigales es el viñedo viejo ubicado en una estructura geográfica parecida a la de la Ribera del Duero, pero con el Pisuerga como río principal. Pero la gran ventaja de Cigales en comparación con otras zonas para elaborar rosados es la diversidad varietal que hay en esas viñas. Es perfecta para un rosado con diversidad de registros aromáticos". Han elegido Cubillos de Santa Marta por ser una de las zonas más altas de la Denominación, con mayor presencia de suelos calcáreos. Allí han montado una bodega con todos los requerimientos necesarios para elaborar rosados de alta expresión y calidad. La inversión en tecnología es otro de los aspectos importantes: "La elaboración de rosado requiere de unas necesidades técnicas muy concretas para sacar esa diversidad de matices. Nosotros queremos empezar por la viña para que en bodega podamos dar un salto cualitativo en las elaboraciones y que llegue al consumidor. Aquí el potencial es enorme", sentencia Carlos. Las instalaciones están preparadas para elaborar medio millón de kilos, aunque aún están al 60% de su pleno rendimiento.
Que Protos se fijara en Cigales para desarrollar su particular proyecto de rosados es indicativo de que es atractivo y de que es el momento de trabajar para mostrar todo el potencial que aquel territorio esconde a modo de rosados, claretes, tintos...
Make Clarete great again
Los testimonios que han poblado el relato de Cigales como una tierra con un indudable e incalculable valor vitícola y enológico son el mejor argumento para demostrar que es un territorio vivo, dinámico y esperanzador. Pero hay otra muestra menos técnica, pero, si se me permite la expresión, más hedonista, divertida e incluso canalla que avala si cabe con mayor consistencia el éxito incipiente del tradicional clarete, con Cigales como una de las zonas con una titularidad indiscutible en la alineación inicial. Javier, Adrián, Ramón y Rocío son los protagonistas del podcast La Picaeta, donde se conversa con un tono desenfadado, sin remilgos, pero con rigor en el contenido, de temas gastronómicos y, por supuesto, de vinos. En uno de las últimos episodios, el protagonista fue el mismísimo clarete como un elemento clave con un aspecto más rejuvenecido que nunca para disfrutar del vino sin postureos innecesarios. Las entrevistas a elaboradores de claretes, el debate en torno a la elaboración y las risas que allí se disfrutaron fueron tituladas con este brillante y refrescante lema: Make Clarete great again, una consigna que aspira a ser una forma de vida en torno al vino. Algo así como un grito de guerra que se puede leer incluso en camisetas y que a saber dónde es capaz de llegar. Ojalá que lejos, porque querrá decir que habrá calado entre los jóvenes y no tan jóvenes la noble idea de que un vino con tradición ha conseguido calar más allá de su zona de origen por su frescura, amabilidad, versatilidad y facilidad en el disfrute. Y de paso se protege una forma de elaborar vino con siglos de vida que ha sustentado una comarca como Cigales, entre otras.
El recorrido por la D.O.P. Cigales de la mano de algunos de sus protagonistas ha sido un soplo de aire fresco al saber la renovada ilusión que les asiste sabiendo que son poseedores de una viña extraordinaria, una forma de elaborar vino en auge y un camino por recorrer tan bonito como interesante. Seguro que en no mucho tiempo Cigales se presenta como opción y referente vitícola en nuestras barras, restaurantes y hogares más allá de las fronteras pucelanas. Prometido.