- Antonio Candelas
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- 2021-11-02 00:00:00
Conocer, discernir, seleccionar e interpretar. Jorge Bombín, enólogo de Legaris, tuvo que andar este camino antes de que saliera al mercado, con la añada 2015, la primera colección de Vinos de Pueblo. Un proyecto que gira en torno a cómo el Tinto Fino se expresa en los distintos municipios de la rica Ribera del Duero.
Puede ser que caigamos en la tentación de ser reduccionistas a la hora de establecer los paradigmas que identifican a los vinos de una determinada zona productora. La Ribera del Duero ha sido a veces objeto de esa simplificación que puede servir como aproximación somera, pero que en ningún caso debe considerarse rigurosa ni fiel a lo que encontramos en los algo más de 100 kilómetros que comprenden esta Denominación de Origen.
Desmontar el mito de la similitud entre los vinos de la Ribera del Duero es lo que persigue esta colección que llama a sus vinos por el nombre del municipio de donde proceden las uvas, unos pueblos que transmiten calma, quietud y esa maravillosa sensación de que el tiempo se ralentiza. Territorios con unos determinados suelos, altitudes y perfiles climáticos diferentes que participan de manera directa en el toque distintivo de la uva Tinto Fino (Tempranillo), que de repente se torna versátil y capaz de enseñarnos la diferencia de paisaje entre un pueblo y otro. Para conseguir centrar el objetivo en la expresión de cada entorno y no en la elaboración, Jorge Bombín, enólogo y gran conocedor de esta variedad en las diversas Riberas, tiene que lidiar con la intransigencia del clima. 2017 fue uno de esos años complicados en los que el trabajo se convierte en un reto diario. Para que nos ubiquemos, el invierno de aquel año fue suave y eso favoreció la brotación temprana de las cepas. A finales de abril una helada se llevó por delante parte de la producción para terminar vendimiando precozmente debido al caluroso y seco verano. Esta constante prueba de fuego dejó una cosecha sustancialmente inferior que hubo que mimar más que nunca para que la confluencia entre la tranquilidad de los pueblos, su tierra y la añada hablara por sí sola. En definitiva, vinos hechos de calma.
Alcubilla de Avellaneda 2017 • Alcubilla de Avellaneda (Soria)
Altitud: 926 metros • Superficie: 14 hectáreas • Edad del viñedo: Unos 20 años • 100% Tinto Fino • Crianza: 15 meses
El punto de desconocimiento que todavía tiene la Ribera del Duero soriana le concede un aspecto singular, casi inesperado. La viña se sitúa en lo alto de una pequeña ladera donde el suelo es de arcilla roja por el alto contenido en hierro. De las tres añadas elaboradas de este pueblo, es la más concentrada. Aun así es un vino que destaca por la intensidad frutal y floral matizada por notas balsámicas y apuntes terrosos interesantes. La crianza se llevó a cabo en barricas de 225 litros de donde proceden las notas tostadas y de especias.
Este año se vendimió casi un mes antes que 2016. Aunque hay mayor concentración, señorío y corpulencia, no olvida sus orígenes. También hay finura, complejidad y una frescura que le otorga una amabilidad que lo hace irresistible. El gran mérito del vino de este pueblo es el equilibrio entre el entorno y la difícil añada.
Moradillo de Roa 2017 • Moradillo de Roa (Burgos)
Altitud: 973 metros • Superficie: 2 hectáreas • Edad del viñedo: Unos 20 años • 100% Tinto Fino • Crianza: 12 meses
Ubicado al sur de la provincia de Burgos, en este vino hay una demostración clara del músculo que la Ribera es capaz de expresar. Es el más concentrado de los tres. Aquí el punto de sazón de la uva se ha llevado al límite y por eso es el que muestra mayor rotundidad en sus matices y texturas. La elevada altitud, el perfil del suelo constituido de cantos rodados que facilita la maduración y el hecho azaroso de que la inmisericorde helada de finales de abril no tuvo en su punto de mira este pequeño viñedo, hacen que el vino se exprese con plenitud.
La crianza se realiza en barricas de 225 litros debido a que, en años de mayor estructura, estos formatos más pequeños amortiguan y moderan la bravura del vino. Aun así, en cuanto a matices, la madera en nigún momento impone su ley. Le vendrán muy bien unos años en botella.
Peñaranda de Duero 2017 • Peñaranda de Duero (Burgos)
Altitud: 898 - 903 metros • Superficie: 1,3 hectáreas • Edad viñedo: Plantado entre 1930 y 1950 • 100% Tinto Fino • Crianza: 10 meses
Este pueblo se incorpora a la colección por primera vez en esta añada. Una vez más, volvemos a hablar de un viñedo que se encuentra en el entorno de los 900 metros de altitud. Una característica común a los tres vinos que presentamos, que responde a facilitar en la medida de lo posible las exigencias de un año complicado, sobre todo intentando proteger la tan ansiada frescura.
La superficie de viñedo en este caso la encontramos repartida en tres parcelas: El Alto, Calderón y Dos Enebros. El suelo es heterogéneo. Hay una parte más caliza, pero también encontramos arcilla y zonas arenosas. En esta ocasión, el centro del vino, bien dotado de fruta y en el que la parte especiada participa con mayor presencia, navega entre la elgancia y la finura. Este matiz de carácter se ha respetado en la elaboración, para lo que se han usado barricas de 500 litros en su crianza.