• Antonio Candelas
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• 2022-04-27 00:00:00

Villota es uno de los apellidos más importantes de la historia moderna de Rioja, pero además, hoy, da nombre al proyecto que lidera Carmen Pérez, cuarta generación de una familia cuyos orígenes vitícolas enraizaron en el corazón del meandro de San Rafael, allí donde el fascinante Ebro crea vinos auténticos y a la vez singulares.

A veces, la belleza es caprichosa, y no se me ocurre algo más antojadizo que la gallardía con la que las aguas del Ebro atraviesan el territorio riojanoalavés. Los giros inesperados y arriesgados del río crean escenarios únicos para el cultivo de la vid (laderas con orientaciones infinitas, texturas del terreno diversas y pequeñas oscilaciones de altitud claves). En unos de esos inesperados meandros, de nombre San Rafael, que abraza la pequeña localidad de Laserna (Álava), se alzan las cepas de una finca vitícola con una historia fascinante que la inicia el bisabuelo de Carmen, Ricardo Pérez Pérez, en 1930.
Hoy, las 97 hectáreas de viñedo que la componen están repartidas en tres terrazas que descienden desde el Cerro de la Mesa hasta el río Ebro. Ese descenso acumula una pendiente del 7% que va desde los 420 metros de altitud en la cota más alta a los 360 metros en las parcelas cercanas al río. Durante el recorrido, los suelos varían desde la textura arcillo-calcárea de la más elevada hasta la arenosa pegada al río, donde perduran las viñas más antiguas de la finca. Mientras, en la terraza intermedia, aparece canto. Predominan las variedades riojanas (Tempranillo, Viura, Garnacha, Graciano y Mazuelo) y se caracteriza por ser alrededor de 10 días más temprana que otras fincas de la zona a la hora de madurar las uvas.
Esas enriquecedoras diferencias las mostramos en esta cata de cuatro de sus elaboraciones de 2018. Una añada marcada por la lenta maduración de los racimos en la que se tuvo que hacer un esforzado trabajo de paciencia para asumir un riesgo que daría como consecuencia elevadas cotas de calidad y expresividad.

Villota Selección Blanco 2018
D.O.Ca. Rioja
Parcela Sta. María (segunda terraza)
Viura
Año de plantación: 1974

Entre tanta heterogeneidad de suelos, en la terraza intermedia, y de forma gradual, aflora el canto rodado. Esto hace que la vendimia de esta noble uva sea escalonada por los diferentes tiempos de maduración que estas variaciones de terreno conceden. Solo se fermenta el mosto flor y lo hace en barrica de roble francés. Posteriormente, durante una crianza que dura seis meses en varios formatos de barrica, se presta volumen y cremosidad al vino a través de un trabajo de lías bien ajustado. Tiene interesantes aromas de fruta madura de hueso, hojarasca, balsámicos, piel de naranja y un fondo brillante que comienza a ser de hidrocarburo. Mantiene extracto y viveza en el recorrido y eso hace que tenga margen de evolución (cinco años como mínimo) para adquirir más complejidad. Al final queda una sensación salina que lo alarga.

Selvanevada 2018
D.O.Ca. Rioja
Viñas de menor edad de la finca
Tempranillo, Graciano, Garnacha, Mazuelo

En tintos, este es el de perfil más fresco y desenfadado de la bodega en su añada en vigor (2020). La sorpresa nos la llevamos cuando comprobamos que el vino de dos añadas anteriores, en el que el porcentaje de Graciano era algo mayor, ha crecido en finura y complejidad dentro de sus posibilidades. Por un lado hay armonía y, por otro, expresividad que se vincula con el paisaje. Nos encontramos con mucha flora mediterránea (retama, tomillo), una fruta roja que, aunque madura, aún permanece fresca y una barrica en un inteligente segundo plano. En boca, el tanino y la sensación de frescura mantienen la tensión de paso y los matices van en una línea de complejidad armónica. El toque mineral acompaña a esta virtuosa evolución y esto solo puede hablar del conocimiento aplicado en la elaboración.

Villota Tinto 2018
D.O.Ca. Rioja
Parcelas de las tres terrazas
Tempranillo, Graciano, Garnacha, Mazuelo
Este es el vino que resume la finca. Así lo define Carmen y, efectivamente, es un compendio en el que las tres terrazas del meandro de San Rafael quedan perfectamente esbozadas. Aunque la añada que está en el mercado es la 2019, este 2018 es un vino con un perfil de gran profundidad y peso aromático. Hay notas de fruta negra, con el toque de regaliz y un fondo diverso muy vivo. Los tostados son finos y la parte mineral se dibuja con un trazo nítido. En boca es jugoso, de acidez magnífica, textura firme y, muy importante, noble a la vez. La presencia frutal es lo que lo identifica en todo momento. A la vera de este eje frutal genuino, aparecen recuerdos de finas hierbas, flores silvestres, notas cremosas y especias dulces. El músculo perfilado con buen criterio y sin estridencias es lo que lo hace grande. ¿La clave? El equilibrio.

Viña Gena 2018
D.O.Ca. Rioja
Parcela Cepas Madre (tercera terraza)
Año de plantación: 1930
Tempranillo (2,4 hectáreas)

Ejemplo de diversidad riojana alejado de toda ortodoxia vitícola. Calificado por la D.O.Ca. Rioja como Viñedo Singular, la parcela de la que procede se encuentra en la terraza más cercana al Ebro con orientación este-oeste, rodeada de bosque de encinas en las lindes. El suelo es arenoso, algo insólito en Rioja Alavesa; sin embrago, el resultado no puede estar más vinculado al paisaje. Soberbio, intenso, complejo, armonioso en su crianza y con un objetivo claro de mostrar la esencia de la viña. La pureza varietal es fascinante. La fruta fresca entre frambuesas y arándanos gobierna en nariz. El toque balsámico de regaliz y monte se ve sazonado a modo de adorno por una crianza precisa. En boca se aprecia la parte de suelo, la finura del tanino, la frescura durante el recorrido y un posgusto con recuerdos florales. Pura elegancia.