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I.G.P. Murcia, vinos con alma de sol

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  • Antonio Candelas
  • 2024-07-18 00:00:00

El astro rey bendice a la Región de Murcia con más de 3.000 horas de sol al año. Esa abundancia de luminosidad favorece la creación de unos vinos con una elevada singularidad. Veamos cómo se gestiona esta condición y la adaptación de las viñas a los diferentes parajes que encontramos en todo el territorio murciano amparado por la I.G.P. Murcia.


E n el rincón más resplandeciente del sureste español, donde el sol besa la tierra con una devoción incansable, se despliega la Indicación Geográfica Protegida (I.G.P.) Murcia. Este nombre es sinónimo de excelencia vitivinícola y guarda en su seno la promesa de vinos que no solo deleitan los sentidos, sino que también narran historias arraigadas en la tierra y el tiempo.
Murcia, con su paisaje de colinas y llanuras, de suelos calcáreos y arcillosos, es un mosaico extenso donde la vid ha encontrado su hogar ideal. Aquí, el clima, extremo en su sequedad y calor, forja la personalidad única de los vinos. Los veranos largos y abrasadores junto con inviernos suaves crean un entorno donde la uva se las apaña para madurar con cautela, concentrando en cada baya la esencia del terruño murciano. La naturaleza austera de los suelos, que prolongan el rigor de la vid y la obligan a hundir sus raíces, confiere a los vinos una complejidad que solo puede nacer de este matrimonio perfecto entre tierra y clima. Pero no debemos olvidar que, en esta ecuación de vino con carácter, hay que incluir las componentes de adaptación varietal y la gestión e interpretación del ser humano. Para entender esta simbiosis de parámetros en un lugar como Murcia, contaremos con los testimonios de José Luis Gómez, ideólogo y creador del proyecto Casa Rojo, y Jorge Piernas, un joven inquieto, de exquisita formación enológica, que está al frente de su proyecto personal.

Frescura murciana
Empecemos por los retos de este territorio. Qué duda cabe que la abundancia de horas de sol favorece que la cepa sintetice todos los componentes aromáticos de la uva. Pero, cuando el calor aprieta como lo hace en esta parte de la Península, no debemos olvidar que el parámetro de la acidez se puede ver comprometido.
Aunque a José Luis, de Casa Rojo, este contexto de sequía prolongada y calor incesante le preocupa, sabe que la sensación de frescura tiene mucho que ver con los registros aromáticos y eso en el Paraje de La Raja, lugar donde se ubica la bodega y de donde procede la uva, está garantizado por el rico entorno engalanado por la vegetación mediterránea. Sin embargo, ese conjunto de sensaciones que sugieren frescura y la propia acidez se fomentan también con la orientación de las viñas y el suelo sobre el que se asientan las cepas. "En nuestro caso, las viñas están en laderas con orientación norte en el Parque Natural de la Sierra de la Pila, en suelos arcillo-calcáreos. Esa componente arcillosa retiene el agua que transcurre por la rambla natural", afirma José Luis.
Otra de las ideas que mueve constantemente el espíritu de mejora continua de Casa Rojo para encontrar la Monastrell perfecta y que permite el entorno regulatorio de la I.G.P. Murcia es la de explorar en otros rincones de la región murciana perfiles de uva complementarios. Las distancias, los momentos diferentes de vendimia y la logística tan complicada que todo ello genera de momento han hecho que no llegue a cristalizar esta manera de conjugar lo mejor de cada ubicación, pero es una herramienta que está a disposición del que quiera utilizarla. Esta apertura de conceptos, de innovar para mejorar el resultado final y quedarse con aquello que realmente merece la pena en términos de pureza territorial, es lo que inspira al equipo de Casa Rojo.
El segundo proyecto que da forma a la I.G.P. Murcia es el de Jorge Piernas. A pesar de su juventud, Jorge ha adquirido una amplia experiencia vitícola en clave nacional, pero también ha explorado las más prestigiosas zonas productoras del mundo, como Francia, California, Nueva Zelanda o Sudáfrica. Fue en 2015 cuando él, su hermano Fernando y su padre, Antonio, comenzaron a desarrollar este proyecto de corte personal que hereda el gusto por la viña y el vino que comenzó su abuelo Juan en 1940. El municipio de Mula, a pocos kilómetros de Bullas, es donde se encuentra la bodega y trabaja viñas que van desde los 25 hasta los 60 años plantadas sobre los 850 metros de altitud en un entorno montañoso de valles y masas boscosas de gran interés vitícola. La defensa de la Monastrell murciana por parte de Jorge es toda una declaración de intenciones, y es que aquel entorno, a tan solo 60 kilómetro del mar Mediterráneo, bien merece un monográfico en el que se haga una fotografía honesta y cualitativa de la zona a través de esta variedad.
Ese concepto de frescura del que tanto se habla y que no siempre se entiende bien, sobre todo porque no solo pueden ser frescos los vinos septentrionales, Jorge ha sabido plasmarlo en sus elaboraciones a base de gestionar una viña impecable ubicada en un entorno fresco en cuanto a ubicación, suelo y precipitación que suele ser algo más elevada que otras zonas vitícolas de la Región de Murcia. Todos estos componentes y esa cercanía al mar es lo que Jorge ha tenido que interpretar, gestionar y trasladar a los vinos en forma de identidad murciana.
En definitiva, la frescura en los vinos amparados por la I.G.P. Murcia está intrínsecamente ligada al terruño. La combinación de suelos arcillo-calcáreos, junto con la amplitud térmica entre el día y la noche de los dos entornos que hemos descrito en los proyectos de Casa Rojo y Jorge Piernas, permite que las uvas desarrollen unos matices equilibrados y cuya trama de sensaciones afianza el dato de la acidez. Es así como se perfilan los vinos de estas dos bodegas, para las cuales la identidad y la expresión varietal son cruciales para hablar de excelencia en sus vinos.

Vinos que hablan de paisajes
De todos modos, quien debe hablar de los dos proyectos que a día de hoy conforman la I.G.P. Murcia son los propios vinos para constatar esa personalidad que tanto José Luis como Jorge quieren trasladar a la copa. En el caso de Casa Rojo, la imagen de Machoman, su vino principal, se ha convertido en un icono en la zona no solo por el aspecto simpático y afable del personaje de la etiqueta que custodia cada botella, sino por el carácter que cada año consiguen imprimir a la Monastrell que lleva dentro. Procedente de 45 hectáreas de viñedos salpicadas por el Paraje de La Raja, cuya horquilla de edad comprende desde los ocho años de las parcelas más jóvenes hasta los 80 de las más viejas, las exposiciones norte de la sierra de La Pila son las elegidas para la construcción del vino.
Con el entusiasmo de sentir que cada cosecha es una nueva oportunidad para mejorar el vino anterior, sin minusvalorar la importancia del factor añada, José Luis y su equipo ponen toda su creatividad y conocimiento al servicio de esa máxima de mejora. Acertar en los puntos de sazón de las parcelas suele convertirse en el punto crítico más importante, a partir del cual comienzan a vendimiar y a interpretar cada parcela de Monastrell. Sin protocolo alguno fijado, solo a disposición de los parámetros de las uvas para actuar en favor de sacar lo mejor. "Este año si la añada lo permite tenemos la intención de no estrujar la cosecha para preservar aún más la carga frutal de la variedad y crear vinos con mayor personalidad territorial", nos cuenta José Luis sobre las variaciones previstas en la elaboración de la cosecha 2024.
Delante de la bodega de Casa Rojo hay un viñedo joven de Garnacha de unas cuatro hectáreas de superficie de donde procede otro de sus vinos, Enemigo Mío. El perfil de esta Garnacha joven con tan solo una crianza breve en fudre es una muestra clara del carácter mediterráneo de la identidad de la bodega. Amable, balsámico, goloso y de textura fluida para que el trago sea largo. Y entre Machoman y Enemigo Mío, un rosado de sangrado de ambas variedades. Haru es su nombre y estamos ante un vino con volumen y sensación frutal relevante. Llena la boca y el trabajo de lías hace que sea enormemente envolvente.
Para terminar, Casa Rojo creó una gama de vinos con los que se trabaja el aspecto único de cada añada. Se trata de la gama Tokyo Gómez Rojo, y con I.G.P. Murcia tienen dos tintos: el Monastrell-Garnacha, un ensamblaje interesante porque ambas variedades se complementan en términos de músculo cuando nos referimos a la Monastrell y de amabilidad al tratarse de la Garnacha. El segundo es una mezcla de Syrah y Petit Verdot en el que la Syrah marca el perfil mediterráneo del vino y la Petit Verdot aporta el punto silvestre y especiado al conjunto.
En el caso de Jorge Piernas, a través de siete vinos, cuatro de ellos parcelarios, persigue dibujar el paisaje de los valles vitícolas de la zona del Valle del Aceniche en cada uno de ellos utilizando trazos elegantes, sin aristas. El Banquete de Platón es el que podríamos definir como entrada de gama de la bodega. Un vino de pueblo, creado a partir de varios viñedos viejos de más de 50 años, que se elabora para expresar la pureza del patrimonio vitícola de la comarca a través de un vino de perfil joven con una breve crianza en tinajas de barro.
A continuación entramos en la gama Sinesquema, formada por dos vinos: uno en el que conviven la Monastrell y la Syrah en proporciones variables según la añada y un monovarietal de Syrah. Mientras que el primero lleva el sello de vino de autor por no ceñirse ni a un protocolo en bodega ni a unas reglas en viña a la hora de contar con unos u otros viñedos, el Syrah es una especie de homenaje a una variedad que procede de una sola parcela de 30 años, uno de los pocos viñedos de esta variedad que sobreviven en la zona.
Acabamos en la gama de vinos parcelarios, en los que Jorge intenta llevar a la máxima expresión la identidad del paisaje y de cada una de las parcelas (pequeñas, viejas y únicas), de las que salen tres tintos de Monastrell y un sorprendente blanco de Macabeo.
Cada uno de los tintos parcelarios lleva el nombre de los protagonistas de las tres generaciones de esta familia del vino en Murcia. Jorge Piernas procede de una viña de tres hectáreas cuyo suelo es de naturaleza calcárea y está a unos 830 metros de altitud. Esta viña de 60 años rodeada de un entorno boscoso da un Monastrell más fino que opulento. Un perfil diferenciador que no ofrece tanta fruta, pero sí unos registros florales y de hierbas de monte en un recorrido fluido y de menor estructura que a la que nos acostumbra esta variedad.
Antonio Piernas se elabora con una parcela de tan solo 1,2 hectáreas. Un majuelo de suelo franco-arcilloso cubierto por una manta de canto rodado de cierta cantidad de materia orgánica y con buena insolación. La característica principal de esta viña se determinó en tiempos pasados, hace más de cinco décadas, cuando los agricultores eligieron las vides más productivas para cultivar. La parcela seleccionada producía de siete a diez kilos de uvas por planta, lo que inicialmente presentaba un desafío para la elaboración de un vino de alta calidad. Sin embargo, en años recientes, se ha logrado equilibrar la vitalidad de la parcela mediante técnicas de viticultura. Se ha reducido el vigor de las plantas y la producción por cepa a través de la poda, eliminando hasta el 50% de los racimos para dejar solo aquellos que están en proceso de maduración. Como resultado, ahora la producción es de aproximadamente tres kilos de uvas por planta, lo que ha permitido mejorar significativamente la calidad del vino.
El tercero de los vinos tintos lleva el nombre del abuelo Juan  Piernas y se trata del más particular de todos. Desde la bodega nos cuentan que algunos viñedos poseen una energía especial, y aunque no podemos determinar si es debido a sus clones antiguos, la edad de las vides, el suelo, el entorno, el clima o una combinación de todos estos elementos, nos encontramos con un viñedo de Monastrell excepcional. La viña vieja está tan equilibrada que simplemente hay que brindarle la atención y el cuidado necesarios para que entregue una de las monastrelles más únicas de la región. Este viñedo es una de las pocas parcelas en la zona que proviene de clones antiguos de Monastrell, lo cual resulta en racimos pequeños y poco compactos. Esto conduce a una producción moderada, permitiendo que las uvas alcancen una madurez completa y equilibrada.
Y nos despedimos con el Macabeo Soldados de Cuera, procedente de una hectárea de viña vieja de 50 años de esta variedad completamente minoritaria en la zona. La elaboración es en ánforas de barro y buscan un blanco con extracto, sabroso, con carácter mediterráneo y buena capacidad de envejecimiento, un sueño que llevaban tiempo persiguiendo y que han logrado con esa marca singular que caracteriza al proyecto.
Hasta aquí todo lo que la I.G.P. Murcia nos ofrece a día de hoy a través de los vinos de estos dos proyectos, cada uno con su personalidad, pero siempre al servicio de crear unos vinos de fuerte identidad paisajística. Entre la Sierra de La Pila y el Valle del Aceniche andan los vinos de José Luis y Jorge. Ojalá próximamente os podamos contar la incorporación a esta I.G.P. de otros proyectos con filosofías similares de expresión de la esencia murciana.

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