- Redacción
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- 2025-02-06 00:00:00
Los aniversarios siempre son motivo de alegría y reconocimiento, especialmente al reflexionar sobre el camino recorrido, donde no siempre el viento ha soplado a favor. Estos 35 años de la Denominación de Origen Vinos de Madrid resultan especialmente emotivos, ya que durante todo este tiempo se ha logrado construir una sólida conciencia sobre la personalidad única de un territorio vitícola cargado de singularidad y tradición.
Las inquietudes del nuevo presidente de la D.O.P., los fastos del sonado cumpleaños a lo largo de este 2025 y el fortalecimiento de la identidad en una de las capitales más vibrantes en el ámbito gastronómico, cultural y turístico del momento, marcarán unos meses llenos de entusiasmo y grandes expectativas. Porque este año la Denominación de Origen Protegida Vinos de Madrid cumple 35 años de esfuerzo, de defensa de la tradición vitícola y de compromiso con el cultivo de la vid en una región marcada por la dualidad entre lo rural y lo urbano. En estas tres décadas y media, esta Denominación ha demostrado que, más allá del dinamismo urbanita que caracteriza a la capital española, existe un campo vivo y heroico que lucha por preservar un patrimonio vinícola único frente a las presiones de la expansión urbana y la globalización.
Buscando entre los protagonistas de este aniversario, encontramos a Francisco García como nuevo presidente de la D.O.P. Vinos de Madrid. Con él charlamos en la sede del Consejo Regulador una fría mañana de enero, pero lo nuevo del vino de Madrid lo encontramos sobre todo en historias de lucha que generen esperanza y compromiso con el territorio. Viticultores que desafían el paso del tiempo y las tentaciones de la gran ciudad para mantenerse fieles a su tierra. Jóvenes que, en lugar de ceder a la atracción de una vida llena de oportunidades, eligen quedarse y construir futuro en sus pequeños viñedos familiares. Y bodegas que encuentran ese equilibrio entre lo genuino y lo que el consumidor demanda a día de hoy para dar vida a vinos con una cada vez más acotada personalidad madrileña.
Resistencia frente a la expansión urbana
Cuando se creó la D.O.P. Vinos de Madrid en 1990, existían tres zonas de producción muy distintas entre sí –Arganda, San Martín de Valdeiglesias y Navalcarnero–, lo que dio lugar tras muchas reflexiones a una Denominación de Origen con tres
subzonas bien diferenciadas. Años después, en 2019, se sumó una cuarta subzona, El Molar, completando un mosaico vitivinícola que hoy representa la diversidad y riqueza del paisaje madrileño. Cada una de estas subzonas tiene su propia personalidad, pero todas comparten un objetivo común: preservar y promover un legado vinícola que ha sido testigo de generaciones enteras.
En su conjunto, estas subzonas reflejan un pasado en el que el viñedo era un elemento esencial del paisaje rural madrileño. Los viñedos cubrían amplias extensiones de terreno y el vino formaba parte de la vida cotidiana tanto de los habitantes de los núcleos rurales como de la capital. Sin embargo, el panorama ha cambiado drásticamente. En los años sesenta, la Comunidad de Madrid contaba con 60.000 hectáreas de viñedo, mientras que hoy apenas quedan 6.000 hectáreas. Este viñedo, junto con el cereal y el olivar, constituye el pulmón agrícola de la región. Su preservación es fundamental no solo para la economía local, sino también para el equilibrio medioambiental y cultural del territorio.
Uno de los mayores desafíos a los que se enfrentan los viticultores de Madrid es la presión del desarrollo urbanístico. En una región donde el ladrillo muchas veces se impone al cultivo, dedicarse a la viticultura es un acto de resistencia y amor por la tierra. Las parcelas de viñedo en Madrid nunca han sido grandes fincas. Por el contrario, son pequeñas extensiones que requieren un cuidado constante y una atención que solo puede ofrecer quien siente una conexión profunda con su tierra.
El nuevo presidente de la D.O.P. Vinos de Madrid, Francisco García, es viticultor, bodeguero y enólogo de la bodega familiar Pedro García en Colmenar de Oreja. En una reflexión acertada sobre la valentía de los viticultores de Madrid, destaca que el viticultor de esta región es "un héroe". "Decidir quedarse en el campo, trabajar las pequeñas parcelas de viñedo familiar y resistir la atracción de una capital que ofrece infinitas oportunidades laborales y culturales es, sin duda, una elección admirable", afirma. Sin duda, las situaciones de viticultura extrema que exige la viña en otros lugares del mundo son motivo más que suficiente para hablar de heroismo, pero en este caso –en el que la tentadora vida de la ciudad convive a unos kilómetros de distancia del silencio del campo– es una forma más de ejercer el heroismo entre viñas.
Los jóvenes que optan por quedarse son particularmente inspiradores. En lugar de dejarse seducir por la promesa de una vida más atractiva en la ciudad, cuyo futuro "aparentemente" resulta más alentador, eligen el arduo camino de la viticultura, enfrentándose a retos como el rigor del clima, la dureza del trabajo en el campo y la competencia en un mercado dominado por grandes regiones vinícolas. Para Francisco, esa vocación se debe visibilizar y agradecer porque su valiente decisión no solo preserva una actividad histórica en la zona, sino que también siembra la semilla de un futuro prometedor para el vino de Madrid. Una cosa debe cumplirse para que esa valentía perdure en generaciones venideras: que la dedicación y el sacrificio que conlleva cuidar la viña lleve consigo una rentabilidad vital.
Hostelería y vino: una relación por fortalecer
Otro de los grandes desafíos para la D.O.P. Vinos de Madrid es fortalecer la relación entre el vino de la región y la hostelería madrileña. Francisco nos cuenta que, actualmente, falta un verdadero reconocimiento y orgullo por los vinos locales. Esa falta de atención o ese descuido ante la gran oferta de vinos de otros territorios de gran reconocimiento es sobre lo que hace falta trabajar para que la brecha de presencia y conocimiento se vaya acortando.
Para cambiar esta situación, la Denominación tiene previsto lanzar en este año de celebración iniciativas dirigidas a los hosteleros, invitándolos a visitar las bodegas, conocer los viñedos y entender el esfuerzo que hay detrás de cada botella. La idea es que los profesionales de la hostelería no solo ofrezcan estos vinos, sino que los sientan como propios, transmitiendo esa pasión a los clientes. Además, la D.O.P. busca promover una conexión más fuerte entre el vino y otros productos locales, como los lácteos, carnes o verduras de la huerta. El objetivo es crear una identidad gastronómica integral que celebre lo mejor de Madrid y fomente un sentimiento de pertenencia entre los madrileños. Así, los visitantes que lleguen a la capital podrán llevarse un hermoso recuerdo de una gastronomía que verdaderamente es kilómetro 0.
El panorama vitícola que la prestigiosa hostelería madrileña puede ofrecer a sus comensales es de una diversidad e identidad deliciosas. Es otra de las fortalezas de las que puede alardear orgullosa la D.O.P. Vinos de Madrid. En variedades blancas, la apuesta se centra en las variedades autóctonas, especialmente en un momento en el que los blancos están ganando protagonismo en el mercado. La Malvar –una variedad que ha estado tradicionalmente asociada a la subzona de Arganda– y la Albillo Real –cultivada mayoritariamente en la subzona de San Martín de Valdeiglesias– representan el potencial de los blancos madrileños. Estas uvas –capaces de producir vinos frescos, elegantes y diferenciales– son el reflejo del carácter único de la región. Estos vinos blancos han evolucionado desde los años ochenta, cuando los de Colmenar de Oreja eran el emblema de los vinos de Madrid, hacia elaboraciones que combinan frescura y complejidad. El sobremadre, técnica tradicional que consiste en macerar el vino una vez fermentado con el hollejo durante un tiempo determinado, sigue siendo un sello distintivo en municipios como Colmenar de Oreja y Titulcia. Como podemos ver, la autenticidad de los vinos de Madrid se aprecia en este tipo de detalles que cuentan la verdadera historia vitícola de esta región, una conexión con la tierra y una herencia que ha sido cuidadosamente transmitida de generación en generación.
En cuanto a las variedades tintas, no debemos de olvidarnos del gran prestigio de las garnachas madrileñas y de la tempranillo, que solas o acompañadas producen vinos de marcada personalidad. Aunque estos son los pilares de la producción, también se están explorando nuevos perfiles más frescos y menos concentrados, adaptándose a las demandas de los consumidores actuales. Es el caso de los famosos claretes de la zona de Arganda, que fueron famosos en su tiempo y hoy, en esa búsqueda constante del equilibrio entre lo genuino y lo que el consumidor demanda –unida a la innovación– vuelven a ser una opción. O, mejor dicho, otra fortaleza más de los vinos de Madrid.
Una gesta por Madrid
Tras 35 años de historia, la D.O.P. Vinos de Madrid se encuentra en un momento clave. La consolidación de una identidad propia es esencial para garantizar su futuro. Esto implica no solo mantener las tradiciones y las variedades autóctonas, sino también adaptarse a las tendencias del mercado sin perder de vista la esencia del territorio.
"El vino no se fabrica, se elabora", nos recuerda Francisco, que destaca que cada botella es el resultado de un proceso artesanal que combina esfuerzo, pasión y respeto por la tierra. En este sentido, la D.O.P. está trabajando para animar a recuperar y fomentar aquello que tenga verdadera personalidad madrileña, como las elaboraciones tradicionales de las que hemos hecho mención (claretes, blancos sobremadre), que de no ser así corren el riesgo de caer en el olvido o, lo que es peor, en la indiferencia.
El enoturismo es otra de las actividades clave del sector vitícola de Vinos de Madrid. Se ha convertido en un pilar fundamental para la dinamización de las zonas rurales de la Comunidad. Las bodegas, muchas de ellas familiares y con generaciones de historia, están abriendo sus puertas a los visitantes, ofreciendo experiencias únicas que conectan al turista con el territorio. "Es cada vez más habitual que el visitante que acude a la capital a empaparse de su infinta oferta cultural, de ocio y gastronomía haga una escapada a una de las bodegas con actividad enoturística y, de paso, conozca el pueblo, coma e incluso adquiera productos agroalimentarios de la zona", reconoce orgulloso el presidente de la Denominación.
Estas visitas no solo promueven el consumo de vino local, sino que también fomentan el desarrollo de otros sectores, como la gastronomía y el comercio local. A pesar de los avances logrados, la D.O.P. Vinos de Madrid aún se enfrenta a un importante reto: conseguir el reconocimiento y el apoyo de su propia Comunidad. En el exterior, el nombre de Madrid puede ser una fortaleza, ya que es fácil de ubicar en el mapa, pero dentro de la región falta un sentimiento de pertenencia, inciden desde la Denominación de Origen.
El objetivo planteado en las acciones realizadas a lo largo de 2025 para celebrar el 35º aniversario es lograr que los madrileños sientan el vino como algo propio, al igual que ocurre con otros productos locales como la carne de Guadarrama o las verduras de la huerta. Esto requiere una mayor promoción y educación, tanto a nivel local como en el sector hostelero, para que el vino de Madrid ocupe el lugar que le corresponde.
Este año, la D.O.P. Vinos de Madrid tiene mucho que celebrar. Su historia es un ejemplo de resiliencia y pasión por el vino, y su futuro depende de la capacidad de sus viticultores y bodegas para seguir innovando sin hipotecar su personalidad.
La viña en Madrid nunca ha sido una gran finca: son pequeñas parcelas que requieren un esfuerzo constante para mantener su valor frente a actividades más lucrativas, pero sin duda menos auténticas y, por qué no decirlo, con menos recorrido en el tiempo. Como demuestran los viticultores de esta región, el vino de Madrid es la seña de identidad más valiosa de su entorno rural. Un entorno que alimenta, que genera un testimonio de apego y convence a su gente para seguir trabajándolo. Es hora de brindar por ellos y por un futuro lleno de sabor y orgullo madrileño.