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Hay espacios que despiertan memorias de otro tiempo: entre sus muros y sus manos, que van creciendo de generación en generación, se han escrito capítulos históricos. Y la memoria de Valentín Moreno e Hijos, una de las mejores vinotecas de Guadalajara, es también la memoria del vino. Ricardo Moreno recuerda los inicios del negocio familiar en 1964. Su padre, Valentín, creó un despacho de vinos a granel que vendían "en el vecindario" y los pueblos de los alrededores. En los años ochenta, el mundo del vino comenzó una nueva era, y el establecimiento se adaptó a aquella revolución en ciernes: "Con la eclosión de nuevas bodegas, denominaciones de origen... entendimos que el vino a granel tocaba a su fin, y decidimos empezar con la distribución. También nos fuimos quitando el delantal y dejando en un rincón los embudos y las garrafas. Comenzamos a formarnos y a ver el vino con otros ojos". Por supuesto, además de aquella nave de distribución, mantuvieron viva su "vocación de tenderos". Por eso se cambiaron a un espacio más amplio, donde hoy albergan más de 700 referencias elegidas a conciencia: "Nos gusta conocer personas, paisajes, y el resultado de esas cuestiones te lo encuentras en algunas copas que te resultan arrebatadoras. Entonces, nos gusta ir a las bodegas, conocer a quien está detrás de esos vinos y escuchar sus historias". También organizan pequeñas catas con los elaboradores, convirtiéndose en ese necesario "eslabón entre quien produce el vino y quien se lo imagina a través de su paisaje".