- Redacción
- •
- 2011-02-01 09:00:00
José Carlos pertenece a la séptima promoción del conocido Curso de Sumilleres que se imparte en la Cámara de Comercio e Industria de Madrid, enseñanza que ha completado con otros cursos de formación. Su peregrinaje profesional comenzó en el restaurante Bidasoa Club 24 de Madrid, en 1987, continuó en Paradís y se asentó en 1999, hasta hoy, en el restaurante El Bohío, en Illescas (Toledo), en cuya sala José Carlos muestra con orgullo diversos reconocimientos y galardones a su trabajo, a su completa carta de vinos, como el Decantador de Oro del Salón Internacional del Vino o el Trofeo Gosset a la mejor carta de Champagne.
Cuando habla, transmite pasión por el oficio: “El vino me apasiona desde mis primeros días en el restaurante, pero sobre todo me enganchó durante mi estancia en Paradís Madrid, junto al maestro Paco Patón, que supo inyectarme parte de su inquietud y la motivación para seguir formándome”. De esa época rescata algo que ha quedado grabado en su memoria: la primera vez que vio a un sumiller abrir una botella de precio elevado, “todo el ritual, la atmósfera confortable y todo el halo de misterio con que vistió el descorche y servicio. Fue un momento mágico”, asegura. Sabe, tal y como está el sector hoy en día, que el cliente es la piedra angular de la hostelería, por lo que trata de escucharlo, entender sus preferencias y gustos personales, aunque siempre intenta aconsejarlo e incluso sorprenderlo, como por ejemplo acompañando los menús degustación con generosos, que están entre sus vinos favoritos junto con los manchegos, por los que siente devoción: “Aquí vendo los vinos de Castilla-La Mancha, que tienen mucho potencial y, además, por su excelente relación calidad-precio, mis clientes nunca se asustan por la factura final. Eso da pie a que se consuman algunas botellas más, que falta hace”.
La Viña Escondida 2007
Bodegas Canopy / D.O. Méntrida
“Garnacha que eleva el potencial de la zona, donde se están elaborando muy buenos vinos. Su gran intensidad aromática, de fruta roja madura y flores, es magnífica; en el paladar subrayo su equilibrio, principalmente la frescura que acompaña a todo el conjunto, un detalle que siempre había faltado en las garnachas de Méntrida y que ahora, gracias a los nuevos elaboradores como Berlarmino, su autor, nunca falta”.