- Redacción
- •
- 2002-06-01 00:00:00
Al conocimiento del vino se llega por inescrutables caminos. Hay quien nace en una bodega o en el ribazo de una viña, otros se hacen en un laboratorio o una distribuidora, unos se acercan por puro amor al vino, y otros por amor a sí mismos, a una profesión en auge. Boni Fernández ha llegado a este mundo por vía de la hostelería y por amor al cliente.
Sin pretensiones, lejos del lucimiento o la competitividad, Boni ha creado en su restaurante, desde hace cuatro años, una bodega y una carta que estimulen y complazcan a los comensales. Porque, eso sí, este restaurador vocacional y experimentado aun no se ha sumado al nuevo estilo en que algunos degustadores se acercan a ciertos vinos de alta expresión, como copa de sobremesa o de “fueramesa”. Aquí, para él, el vino es la compañía insustituible del plato, de la tapa o del menú. De ahí que en su casa, El Vidueño, seleccione con mimo y con conocimiento a los dos “protagonistas” del maridaje. Siempre un espléndido jamón y el lomo ibérico, siempre la frescura y la homogeneidad de gambas de todas las costas, y siempre el ingenio de unos revueltos rotundos, unas clásicas, ricas y curruscantes chuletillas de lechal, o la exquisitez de unos primores de huerta que le sirve directamente el agricultor.
Materia prima y pulcro servicio son lo más destacado de la casa. Y en el vino destacan ambos. La materia prima, la selección de marcas y bodegas que gozan el favor del público y también los descubrimientos que puedan despertar la curiosidad y asegurar que quien lo bebe, repite. Y, por otra parte, un servicio cuidadoso, impecable, algo tan raro aquí, en San Sebastián de Los Reyes, como en Madrid, en Logroño o en Pekín. Un cuidado que comienza en la conservación. Las botellas, preservadas en nichos que son la más tentadora y atractiva decoración del salón, pasan siempre por el mueble conservador antes de llegar a la mesa, y llegan así a la temperatura adecuada. Y tanto en la mesa como en la barra se sirven en copas grandes, pulcras y estables, ideales para olfatear, para degustar, para disfrutar.
El Vidueño, corazón del centro comercial es una obra propia, pero redondeada por la impronta de Amador, alma de la cocina, o por la colaboración esporádica de los dos jóvenes hijos del propietario. Para hacer boca, pimientos del piquillo (de Zamora) asados en la casa y un espléndido “pan tumaca”. Y ahora, con buen tiempo, terraza con parrilla en la mesa, sin humos pero con el sabroso toque de carbón.
Y en vinos, las referencias clásicas alternan con novedades y hasta descubrimientos, como un Moscatel del Douro.
Sus vinos favoritos: Manzanilla o amontillado para el jamón y tintos del nuevo Priorato.