- Redacción
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- 2010-01-01 00:00:00
La irrupción de Manuela Romeralo, licenciada en Psicología Industrial, en el mundo de la sumillería se produce por pura casualidad. Una casualidad que todos debemos agradecer. Como tantos universitarios, comienza a trabajar en un restaurante como forma fácil de conseguir algo de dinero, pero siempre con la idea de que fuera un trabajo temporal. Sin embargo, Romeralo no con contaba con el poder de seducción de los vinos. Quizá sea por sus estudios de Psicología por lo que disfrute con el trato directo, con el cara a cara con el cliente, con el intercambio de experiencias mutuas, pero todo esto parece ayudarla en la compleja tarea de asesoramiento en el restaurante: sabe como pocos los gustos de un comensal con solo mirarle a los ojos. Esta cualidad, aliñada con un desbordante entusiasmo y un cerebro prodigioso, es una carta de presentación perfecta en la sala. Confiesa que no cree en los secretos a la hora del encuentro entre plato y vino: “La práctica es vital, pruebo todo y me guío por criterios de intensidad, complejidad, sabores básicos, temperatura, texturas y no me ciño al vino. Creo firmemente que se puede probar con otras bebidas como infusiones, destilados, cervezas, etc. El acierto no sólo depende de la multiplicación aromático-gustativa, que siempre es subjetiva, sino del brillo especial que deberá brotar en los ojos del comensal”, aclara. En el surtido de su carta, priman los vinos de la Comunidad Valenciana, aunque sus argumentos de venta varían en función de cada comensal: tiene claro que, a la hora de sugerir un vino, siempre debe ajustarse al presupuesto del cliente. Aconseja a los sumilleres que nunca dejen de aprender, que sean metódicos, que cultiven su saber estar, su humildad y, sobre todo, que adapten sus explicaciones al nivel de conocimiento de cada cliente, con un lenguaje claro y directo. Admira a Pitu Roca, del Celler de Can Roca, porque cree que “aúna todas las cualidades que debería tener un profesional”. Entre sus regiones favoritas destacan Jerez, que la tiene totalmente hechizada, Champagne, Alemania, Borgoña y Burdeos. El último vino que la ha sorprendido es un blanco, Vallegarcía Viognier 2007, que define como “complejo, equilibrado y fino, con una relación calidad-precio difícil de superar”.