- Laura López Altares
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- 2020-07-20 00:00:00
La propietaria de Marimar Estate (California) forma parte de una de las estirpes vinícolas más importantes del país, y con su valiente rebeldía inspiró a muchas mujeres a seguir sus pasos en el mundo del vino.
Una de las cualidades más atractivas que puede poseer una persona es la capacidad de inspirar, de animar a los demás a lanzarse, a soñar con lo improbable. Y Marimar Torres es una de las mujeres más inspiradoras del mundo del vino. Forma parte de uno de los grandes linajes vinícolas de España, la familia Torres, y también pertenece a esa generación de mujeres que abrió camino a todas las que llegarían después: "En el fondo me gusta hacer lo que me dicen que no puedo hacer... ¿Que por ser mujer no puedo? ¡Te voy a enseñar!", comenta divertida. Y tanto que lo hizo. Marimar es propietaria de Marimar Estate, en el condado de Sonoma (California, Estados Unidos), y nos habla entusiasmada de la reciente incorporación a la bodega de su hija Cristina como directora comercial y de marketing: "Estoy muy orgullosa de que el negocio vaya a pasar de madre a hija, ¡en mi época habría sido impensable!". Su naturalidad y sentido del humor son un atrayente huracán entre tantos convencionalismos, y tiene una habilidad única para hacer sentir cómodos a sus interlocutores, como si formaran parte de su vida. Charlamos con ella después de una armonía muy especial en El Celleret –el espacio enogastronómico de Familia Torres en Mas La Plana–: una paella hecha por ella (ha publicado dos libros de cocina y es una excelente cocinera) y sus vinos de Marimar Estate, entre ellos el Blanc de Noirs 2017, un espumoso monovarietal de Pinot Noir –su uva predilecta– que acaba de llegar a España. "¡Tenéis que probarlo!", invita.
Sueños "rebeldes"
Y lo hace con un cariño inmenso. Con el mismo que nos cuenta cuándo y cómo empezó todo: "Yo adoraba a mi padre y a mi hermano Miguel, era mi figura y me daba mucha pena no poder ser como él... Me acuerdo de que tenía una muy sana envidia porque ya se veía que le encantaba el mundo del vino y que sería él quien seguiría el negocio. Yo era una niña, no se podía ni considerar". Aunque después de insistir mucho, consiguió su primer trabajo en la bodega familiar: "Mi labor era sacar las botellas sucias de las cajas y dárselas al señor que las ponía en la máquina de lavar... No recuerdo la edad exacta, ¡pero era una teenager!". En 1973 se marchó a San Francisco, donde se enamoró de un crítico de restaurantes y vinos, pero también de una forma de entender el vino y la vida: "Yo viví en la España de Franco y las mujeres éramos ciudadanos de segunda categoría... en California las cosas eran diferentes. Nunca he mirado atrás, me encantan los retos", sentencia. Una de las cosas que más le cautivaron fue la humildad y la curiosidad de los estadounidenses respecto al mundo del vino: "Eran como una esponja, les encantaba oír del vino porque sabían poco. Ellos son así, no piensan que lo saben todo. Sin embargo, en España no podías explicar nada a un hombre (sobre todo si eras mujer)... ¡ya lo sabían todo!". En 1988, Marimar se fue a Davis a estudiar Enología y Viticultura con el sueño de hacer su propio vino, y un año después nació su primer Chardonnay. Don Miguel, su padre, dijo que era el mejor blanco que había probado: "Era una persona genial, brillante y única en su generación, pero muy exigente y muy crítico". Así que esta preciosa anécdota tiene aún más valor. Poco antes de morir, Don Miguel le dijo a doña Margarita –madre de Marimar– que tenían que tener una bodega en California, y entre todos hicieron realidad aquel sueño rebelde en el Nuevo Mundo. Hoy, los viñedos de Marimar Estate llevan el nombre de Don Miguel y Doña Margarita como homenaje: "Mis vinos cuentan la historia de esas viñas, el tiempo que nos llevó entenderlas, los retos a los que hicieron frente para dar buena uva. Pienso que las viñas son como los niños: hay que darles lo que necesitan, no lo que quieren... pero tampoco hacerlas sufrir".
De madre a hija
Esta orgullosa madre de viñas no oculta su alegría al contarnos que su hija Cristina ha heredado su pasión por el mundo del vino (tiene el título WSET 3 de la Wine & Spirit Education Trust, y está estudiando para conseguir el diploma del nivel 4), y que algún día será ella quien la releve al frente de la bodega: "Nunca pensé que fuera a seguir mis pasos, pero le encanta todo esto... ¡y sabe tanto! Empezó conmigo en enero después de haber trabajado en varias bodegas y ha desarrollado toda la parte del marketing digital, que a mí no me apetece nada; a mí lo que me gusta es el contacto con la gente: la viña, hablar con los viticultores, llevarles el desayuno durante la cosecha, sentirme uno de ellos, probar los vinos...". Ahora mismo están trabajando juntas en unos cooking shows en el perfil de Instagram de la bodega: "Ella tuvo la idea: organiza todo y yo solo me ocupo de cocinar, que me encanta. ¡Es muy divertido y está funcionando de maravilla!". En el futuro, Marimar se imagina en California, rodeada de nietos y con muchos planes: "Volver a tocar al piano, jugar más al tenis... ¡y seguir ayudando en lo que pueda! Las diferencias que tengamos Cristina y yo siempre las solucionaremos, hay un cariño tan grande que lo puede todo". Esta amante de los retos eligió uno de los caminos más bellos y difíciles que podía tomar; y convirtió cada escalón en una intensa aventura: "Hace poco, en una reunión familiar, mis hermanos y yo defendíamos nuestra generación. Mis padres han vivido la Guerra Civil, éramos muy pobres… me acuerdo de que ni podíamos tomar mantequilla en el desayuno. Es muy difícil de entender si no lo has vivido, y las generaciones actuales no han sufrido. Hay que pasar por ahí para valorarlo todo y disfrutar de verdad cuando lo pasas bien".