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Santiago Frías

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  • Antonio Candelas
  • 2020-09-07 00:00:00

Hemos charlado con el actual Presidente del Grupo de Bodegas Riojanas. Una persona con una visión muy práctica del sector que además entiende y gestiona con acierto su parte más humana.


Este logroñés de nacimiento lleva al frente de la presidencia de Bodegas Riojanas desde comienzos del año pasado. Un grupo bodeguero familiar cuya casa matriz está ubicada en Cenicero, corazón de la Rioja Alta. Santiago recuerda con cariño cómo la sala de barricas de la bodega era su patio de juegos, donde pasaba las tardes con sus primos jugando al escondite: "Mi infancia y mi adolescencia están completamente ligadas a las paredes de esta bodega. No soy consciente de que nadie me enseñara la diferencia entre un crianza y un reserva, es como si hubiese nacido con ese conocimiento". Y es que el aroma que se capta en una bodega durante la ajetreada época de vendimia o a lo largo del resto del año es capaz de revelarnos muchas cosas de la profesión. Tampoco recuerda su primer trago de vino. Antes todo era diferente. El vino estaba en la vida cotidiana de las personas y no existían ritos iniciáticos como los de ahora: "Yo intento que mis dos hijas –de 5 y 7 años– vayan interesándose por este mundo oliendo los mostos y vinos acabados para que aprendan a distinguir sus aromas". En las distancias cortas Santiago es cercano, de trato distendido y con una tranquilidad que sugiere confianza. Su puesto es de gran responsabilidad, pero no se detecta ni una brizna del nerviosismo o la impaciencia que se les presuponen a las personas de este perfil donde las ocupaciones marcan su día a día.

Un riojano en Madrid
Esa época de niño-adolescente concluyó para Santiago cuando tuvo que hacer el equipaje y viajar hasta Madrid para realizar su carrera universitaria de Administración de Empresas y Derecho. Allí, en la habitación de su colegio mayor de Ciudad Universitaria, hincó los codos de lo lindo hasta obtener un expediente brillante: "Recibí una llamada de mi tío abuelo Marcelo, buque insignia de la bodega durante muchos años, un día de finales de junio de mi último año de carrera". Una llamada que marcaría su futuro. En la mente de un joven de veintipocos años que está terminando sus estudios de manera solvente y encima tiene sobre la mesa sus primeras ofertas de trabajo, no es fácil prestar atención a la llamada de la empresa familiar para que te incorpores en calidad de director financiero. Parece que lo que te pide el cuerpo es vivir otras experiencias profesionales alejado de casa, y más si encima recibes consejos desde el seno familiar animándote a ello: "Mi madre me aconsejó que no accediera a la oferta de Marcelo porque se juntarían los problemas laborales, que siempre existen, con los familiares, pero al cabo de unos días acepté la oferta". Allí estaba Santiago en la cabina de teléfono fijo del colegio mayor comprometiéndose con la bodega de su familia. ¡Quién lo iba a decir! El mismo lugar donde había aprendido a andar le iba a servir para dar sus primeros pasos en su carrera profesional dentro del sector del vino. Era el mes de septiembre del año 2001 cuando regresaba de Madrid con la cabeza bien formada y amueblada en temas financieros y se disponía a aportar la savia nueva de la quinta generación de una familia con ADN vitícola. Aunque en aquel momento su inocencia no advertía del plan del Consejo de Dirección de la Bodega, su llegada estaba prevista para que liderase la remodelación de una empresa asentada sobre unos valores de autenticidad y tradición férreos acertados para su progreso hasta la fecha, pero que si quería subirse al tren del siglo que acababa de empezar había que acometer algunas remodelaciones para hacerla competitiva y eficiente, manteniendo, eso sí, ese equilibrio tan difícil de conseguir a veces con la identidad original.

Gestor con alma de viñador
Al poco tiempo de liderar la parte financiera de la bodega, se le encomendó la misión de crear el Departamento de Comunicación y Marketing, del cual también pasó a ser director. Para ello, tuvo que formarse a través de un máster de marketing comercial: "Aquella época era una locura... Llegaba a reñir conmigo mismo al estar al frente del departamento que elaboraba los presupuestos y en otro que necesitaba parte de ese presupuesto para hacer acciones de comunicación". Después de curtirse unos años en estas labores pasó a ser adjunto a la dirección general, hasta el año pasado que alcanzó la presidencia de la compañía. Santiago, a pesar de llevar toda la carga institucional del grupo, reconoce no estar a gusto en un despacho todos los días. Necesita viajar, salir, mantener una estrecha relación con los clientes, proveedores, personal de bodega... Tiene una excelente formación gestora, pero es una persona con unas profundas raíces vitícolas. Sabe que el disfrute de su profesión está en la relación con las personas y eso trata de cuidarlo tanto como que todos los engranajes del grupo funcionen con precisión. Y todo este desarrollo profesional en el ámbito de la empresa familiar lo ha construido compaginándolo con su vida personal sin quejas y agradecido de poder estar en los momentos importantes. Así es el Santiago Frías gestor, pero hay una parte de él que conocen solo sus amigos y familiares. Confiesa que es un apasionado del esquí y reconoce que no se le da nada mal, un lector empedernido y un cocinillas que no renuncia a ningún reto gastronómico que se proponga. Un tipo valiente, sin duda.  

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