- Laura López Altares
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- 2021-02-01 00:00:00
Este periodista amante de la música y la gastronomía, director de Lavinia España desde 2014, se considera un "hedonista del siglo XX" que valora la autenticidad por encima de todo.
No es fácil imaginar un refugio para los amantes del vino más estimulante que Lavinia. Definirla como una tienda de vinos sería simplificar injustamente lo que ha significado y significa, aunque por supuesto lo es. De hecho, el espectacular flagship store de la Milla de Oro de Madrid fue la tienda de vinos más grande de Europa en el momento de abrir, con más de 1.000 metros cuadrados. Mantener la tensión y atraer el interés de la forma en que lo ha hecho durante tantos años no es ni mucho menos fruto de la suerte. Al frente de Lavinia España se encuentra el periodista Juan Manuel Bellver, un hombre que hizo oficio (y con enorme éxito) de sus grandes pasiones: la música, la gastronomía... y por supuesto el vino. Él lo explica así: "Brillat-Savarin escribió que la gastronomía es un placer propio de todos los tiempos, edades y condiciones, se repite al menos una vez al día, puede combinarse con los demás placeres y es el último que nos queda y nos consuela cuando el resto nos son vedados. ¡Y eso se puede aplicar igualmente al vino! Para mí, el mayor disfrute –además del sensorial– es el de compartir lo que te gusta con el lector o el comprador. Un descubrimiento no te hace feliz si lo guardas para ti o para un círculo de íntimos. ¡Hay que difundirlo! Y Lavinia me permite estar descubriendo constantemente bodegas fascinantes y mostrárselas a miles de personas que, más que clientes, son amigos, ya que nos une esta afición que es casi una forma de vida. Porque esto no es solo un negocio, es compartir nuestra pasión por el vino…".
Al frente de un templo
Antes de alzarse con reconocimientos tan importantes como el Premio Nacional de Gastronomía (2001) o de convertirse en Chevalier de l'Ordre du Merite Agricole de la République Française, miembro de la Commanderie de Bordeaux o Cavaleiro de la Confraria do Vinho do Porto, Juan Manuel Bellver soñaba con la música: "Probé a hacer casi de todo en este sector –menos de mánager–, hasta que entendí que lo que mejor se me daba era escribir", cuenta. En sus primeros 10 o 15 años de carrera profesional fue periodista de cultura: "Iba a Londres casi todos los meses, y a París, Nueva York, Los Ángeles... Una vez realizada la tarea, visitaba restaurantes y mercados, me compraba recetarios, vinos, quesos, productos gastronómicos... Pronto descubrí que me divertía más leer e investigar sobre vino y gastronomía que sobre la música. Aunque al principio era solo un hobby, mis redactores jefe de la época pensaron que se le podía sacar partido y me pusieron a escribir sobre el tema". Y ya no paró: "El vino y la gastronomía me han dado muchas satisfacciones en estas tres últimas décadas, me han hecho viajar por el mundo entero, conocer los templos culinarios y los vinos de leyenda, recibir premios… Pero lo más importante, me han dado muchos buenos amigos", señala.
Llevaba cinco años como corresponsal político y cultural de El Mundo en París –"me hubiera gustado quedarme algún tiempo más porque el puesto de corresponsal es lo mejor que le puede pasar a un periodista de vocación"– cuando le llamó el director para explicarle que iban a cerrar la corresponsalía: "En esa misma época, me llamaron de Lavinia para ofrecerme el puesto de director en España y acepté casi sin dudarlo. La decisión era arriesgada, pero al final me lancé. Y, tras siete campañas, podría decirse que la apuesta ha salido bien. Está siendo una aventura empresarial apasionante".
Fundada en Madrid en 1999 por Thierry Servant, un empresario francés residente en España, Lavinia cambió para siempre la forma de entender el vino. Como explica Bellver, los tres factores que más han contribuido a diferenciarles son la trazabilidad y conservación de sus botellas, compradas directamente a bodega "y que se presentan todas tumbadas para garantizar condiciones óptimas"; la atención al cliente, "con un plantel de vendedores que son todos sumilleres o enólogos titulados"; y una gama de vinos y destilados de todo el mundo "donde siempre han primado los viñadores artesanos, las zonas emergentes, la elaboración ecológica o biodinámica, cuando no los embotellados con bajo nivel de sulfuroso, esos vinos naturales en los que Lavinia fue pionera absoluta desde su apertura". Hoy, Lavinia España se integra en un grupo de cuatro empresas en tres países, que combina distintos canales de comercio (tiendas físicas, online, restaurante, Horeca, cursos, eventos…) con un nivel de especialización altísimo y una visión del comercio vinícola cercana al retail de lujo: "Nuestra razón de ser es hacer de transmisores entre el talento del bodeguero y las ganas de descubrir del cliente. Para ello, nos preocupamos de la formación permanente del personal y de proponer una gama atractiva –mezcla de etiquetas aspiracionales, bodegas artesanas y zonas emergentes– que el público puede probar en muchos casos antes de comprar y una selección de 50 vinos por copas que cambiamos cada mes", destaca. Desde que comenzó la pandemia, han apostado por el comercio online –"canal en el que hemos crecido mucho de un año a esta parte"– y por mantener el contacto con sus seguidores a través de las catas de Instagram El vino en casa.
El arte del vino
Para Juan Manuel Bellver, que se define como "un epicúreo respecto a la vida y el placer", el auténtico lujo no es cuestión de dinero –"mi concepto del hedonismo huye de las apariencias, en eso soy más del siglo XX"–, sino de autenticidad y artesanía. Y considera el vino como una disciplina artística más: "Casi todos los apasionados del vino que conozco lo son también de la música, el cine, la pintura, los libros... El arte del savoir vivre no se reduce solo a comer y beber, sino a los viajes que hacemos con el cuerpo y la mente". Entre sus vinos favoritos se encuentran los tintos gallegos, las garnachas de Gredos, los vinos de Baleares y Canarias –"con su tremenda carga volcánica"– y los renacidos vinos de Jerez y de Montilla-Moriles, "cuya singularidad y legado histórico debemos siempre reivindicar". "Pero el mundo del vino es inabarcable", añade, "y no dejo de sorprenderme y de aprender cada día con botellas de los rincones más insospechados: desde Swartland –Sudáfrica– al mar Egeo".
Confiesa que le agrada la actual tendencia hacia el terroir y la fruta, "con todo lo que conlleva de reivindicación de zonas olvidadas, recuperación de castas en peligro de extinción, prácticas agrícolas respetuosas, menos grado, más ligereza y hasta menos sulfuroso". Y cuando le preguntamos por la banda sonora de su vida, nos da una pista interesante sobre los ritmos y sabores que la han marcado (y también sobre él mismo): "Me he criado escuchando punk, glam, new wave y rockeros malditos de serie B, pero con los años he ampliado el repertorio con standards de jazz, chanson francesa, música brasileña o del sur profundo norteamericano. Con el vino es igual: empiezas con tintos corpulentos y terminas, como yo, fascinado por el champagne viejo, el Jerez o Borgoña. Claro que siempre puedes cambiar de registro en función de la situación... Si un oyente escuchara las diez playlists que tengo en mi Spotify con mis 100 canciones favoritas de las últimas décadas, descubriría que hay cierta tensión en todas ellas, una cualidad que no solo busco en la música, sino también en el vino".