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Pedro Ruiz Aragoneses

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  • Laura López Altares
  • 2021-04-29 00:00:00

El CEO de Alma Carraovejas, psicólogo de formación, es un gestor inusual que pone el foco en las personas y que con su apasionado (y apasionante) inconformismo está construyendo un legado histórico.


Pocas cosas generan más atracción que un imperio levantado a pulso desde cero, con ese latido inequívoco (hay quien lo llamaría alma) que resuena en las mejores historias. Precisamente, uno de los proyectos vinícolas más deseados de este país, Alma Carraovejas, invoca al latido desde su mismo nombre, y al conocer a su CEO, Pedro Ruiz Aragoneses, cualquier duda que pudiera haber sobre la autenticidad de ese latido desaparece por completo: "Tenemos que estar siempre con la cabeza en las nubes (en esa visión de futuro, de sueño) y con los pies en la tierra, porque hay que ponerse las botas y pisar la viña, que es donde está realmente el trabajo, el esfuerzo y donde nace todo". Ese es su credo. Y qué credo. A pesar de ser un conversador elocuente y divertido, Pedro Ruiz Aragoneses habla con velada timidez y refrescante humildad sobre sí mismo; pero tomar el relevo de su padre, José María Ruiz –fundador del mítico restaurante José María en Segovia y de Pago de Carraovejas en la Ribera del Duero–, y hacerse cargo de la bodega con poco más de 20 años revela una valentía superlativa (aunque él utiliza entre risas el término inconsciencia): "La respuesta que me dio mi padre cuando le pregunté por qué me puso allí con 24 años me ha marcado para el futuro. Me dijo: "No sabía si iba a salir bien o mal; pero sí sabía que ibas a dar todo lo que tenías porque te conozco y eres así, te entregas con todo. Siempre".

Historia de un relevo
Aquel 2007, Ruiz Aragoneses, que hasta entonces había intentado compaginar su labor como psicólogo con la gestión de la bodega, tuvo que elegir camino: "Fue un momento de reto precioso y las cosas salieron bien, afortunadamente; pero podían haber salido mal porque era muy joven y no tenía ni idea de cómo llevar aquello, aprendí escuchando al equipo". Pero desde luego que la tenía, porque aquel joven que dejó Empresariales para perseguir su auténtica vocación, encontró en la psicología una herramienta decisiva que forjaría su visión de las empresas (y de la vida): "Cuando miro hacia atrás y conecto los puntos –como expuso Steve Jobs en su teoría de los puntos–, veo que aquello no era lo mío, aunque evidentemente los números son una parte esencial; pero realmente donde he encontrado el sentido a la empresa ha sido poniendo el foco en el equipo con el que comparto todo esto. Creo que Empresariales no te enseña precisamente el concepto de una empresa porque más allá de la cuenta de resultados creo que hay otras cosas, y para mí la más importante son las personas. Si volviese a nacer y supiese que iba a dedicarme a la bodega, volvería a estudiar Psicología". Este enfoque tan diferente probablemente sea una de las claves del éxito de Alma Carraovejas, que desde 2007 hasta hoy ha pasado de tener 20 trabajadores a casi 200, y aglutina algunas de las propuestas más singulares del panorama nacional: "Es importante tener en cuenta no solo el desarrollo profesional del equipo, también un desarrollo personal. Creo que esto nos ha hecho crecer a todos de una forma brutal porque consigues ese punto de pasión y las cosas se acaban multiplicando".
Otro pilar fundamental sobre el que se ha edificado este inusual imperio son sus incontestables valores: "Honestidad, integridad, coherencia, autenticidad, pasión e inversión en innovación. No necesariamente para crear cosas nuevas, sino también para conocer muy bien las raíces, de dónde venimos. Creo que uno de nuestros grandes méritos ha sido tener claro dónde queríamos ir. Yo soy un friki de la estrategia y me parece determinante saber qué quieres hacer y cómo quieres hacerlo; no solo el qué, sino el para qué, tener un propósito. Personalmente el mío es dejar un mundo mejor que el que he encontrado. Siempre digo que el viñedo no es una herencia de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos".
Para Pedro Ruiz Aragoneses, hay una parte innegable de esfuerzo y sacrificio que los ha llevado donde están hoy, pero incluye un factor en la ecuación del éxito que pocos se atreven a considerar: "No todo depende de ti, seguramente hemos tomado las decisiones adecuadas y, por supuesto, estamos rodeados de las personas adecuadas, pero también creo que hemos tenido mucha suerte. Yo me considero una persona superafortunada, creo que la vida me ha dado mucho más de lo que me merezco y necesito, no solo en lo económico, sino a nivel de desarrollo personal y profesional".
Sin duda, Pedro exhala el inconformismo y la audacia de los visionarios (y ya se sabe que la Suerte favorece a los audaces): "Me apasiona el tema de la empresa familiar y creo que hay una cosa que habitualmente se ha gestionado mal, o no se ha gestionado del todo bien, que era trabajar o vivir por el sueño del fundador. Y es muy importante lo que mis padres pusieron en marcha, por eso estamos aquí, pero creo que es un error pensar en vivir por el sueño o la vida de otro.  Cada generación tiene que tener su propio sueño".  

Emocionante legado
Entre los sueños más fascinantes de Pedro Ruiz Aragoneses se encuentra el Restaurante Ambivium, maravilloso cruce de caminos entre la viticultura y la gastronomía ubicado en Pago de Carraovejas que se hizo con la estrella Michelin en 2020, el año más difícil de su existencia: "Es la experiencia de ir más allá, intentar conseguir la perfección desde la emoción, que creo que es lo que realmente nos marca a todos", destaca. Y nos da una pincelada sobre cada uno de los proyectos que forman Alma Carraovejas: "Pago de Carraovejas es el origen, muy único; Milsetentayseis es muy peculiar, con sus suelos rojos arcilloso-calcáreos; de Ossian me quedo con esos viñedos prefiloxéricos que te hablan solo con mirarlos; en Viña Meín-Emilio Rojo la naturaleza habla por sí sola; de Leza destacaría la fuerza que transmite el paisaje; y nuestra importadora SV Wines representa abrir la mente y traer otros lugares singulares a España".
Otro proyecto del que habla con especial cariño es la Fundación, que busca rescatar la memoria de los territorios en los que están presentes a través de las historias de la gente mayor: "Lo que realmente nos trae aquí es conectar con la historia, el lugar, la cultura, las personas, el paisaje". Ruiz Aragoneses confiesa que su corazón está dividido en muchos lugares ("no me siento de ningún sitio y de todos a la vez") y dice que su proyecto favorito es el que está por llegar: "¡Por mí estaría encantado de empezar proyectos cada día! Es que hay muchos lugares apasionantes en España y en el mundo todavía donde poder seguir rescatando esa parte de historia, de legado que podemos tomar para seguir dándole continuidad, y donde crear nuevos proyectos", cuenta. Mientras llegan (y lo harán), este "apasionado de todo" –como se define– seguirá disfrutando de la lectura, los viajes, el deporte, su familia; de las cosas sencillas en las que habita su felicidad: "La diferencia entre éxito y felicidad es fundamental. Es más fácil que se te suba a la cabeza el éxito que el vino". Cuánta razón.

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