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José Luis Benítez

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  • Laura S. Lara
  • 2022-09-28 00:00:00

Para el director general de la FEV es compatible tomarse una caña, aunque nos guste el vino. Lo dice porque su carrera comenzó en el sector del lúpulo, un bagaje que trata de aplicar en el mundo de la uva desde su condición de 'guardián del vino'.


José Luis se remonta a un poquito antes para explicar cómo acabó en el mundo del vino: "Soy Ingeniero Agrónomo por la Universidad Politécnica de Madrid, pero entonces era un chico de ciudad, madrileño, mi contacto con el campo no había sido demasiado. Cuando acabé la carrera, trabajé con el Departamento de Viticultura porque me interesaba y me dieron una beca para hacer la tesis doctoral en esta materia. Sin embargo, paralelamente, me llamaron para trabajar en lúpulo. La oferta era muy buena y no me lo pensé, me fui a vivir a León". Así es como llegó al sector cervecero, pero el vino seguía presente en sus planes. "Mi mujer, entonces mi novia, era de Logroño, con lo que el vino estaba siempre presente, y en mi familia también se disfrutaba mucho. Después de unos años en León, y buscando una unidad familiar, contesté a un anuncio en un periódico en el que se buscaba gerente de bodega en Rioja, y me contrataron. Así es como entré en Grupo Faustino, y de ahí di el salto a otra bodega hasta llegar a la Federación Española del Vino (FEV) en 2017, que para mí fue un desafío profesional. Mis hijos ya eran mayores y venirme a Madrid no era ningún drama, así que me decidí".
Desde que asumió su papel como director general de la FEV, José Luis Benítez ha tenido que enfrentarte al Brexit, los aranceles de Estados Unidos, las políticas antialcohol, el cambio climático, una pandemia global, una guerra... "Sin duda, lo más difícil de afrontar ha sido el comienzo de la pandemia. Fue dramático para todos, de una manera o de otra. La incertidumbre nos estaba consumiendo y tuvimos que convencer al Ministerio para que mantuviera abiertas las bodegas. Lo peleamos con todas nuestras fuerzas". Un momento duro e intenso, pero también gratificante. "La pandemia puso en valor nuestro trabajo, hubo un reconocimiento tremendo de todos nuestros asociados. En un país tan individualista como este, en el que todo el mundo quiere llevar la razón, y en un mundo como el del vino, en el que hay esa tremenda atomización de zonas y de bodegas, el asociacionismo es complicado, pero también muy necesario. Juntos es cuando conseguimos hacer grandes cosas, la colectividad es muy positiva".


Los retos del sector
Benítez es de los que opinan que la COVID nos ha hecho, si no mejores, sí más fuertes, aunque recuerda que el verdadero cambio en el sector se produjo tras la crisis financiera de 2008. "Las bodegas se lanzaron entonces a exportar como locas, y gracias a esas balas en la recámara han podido sobrevivir a la pandemia tras el cierre de la hostelería y la restauración. Las cosas malas tendemos a olvidarlas enseguida, perdemos la perspectiva, pero cuando te paras y reflexionas te das cuenta de lo que significó 2020. Fue un año que trajo muchas cosas malas, pero también alguna buena, pero no creo que marcara un antes y un después en el mundo del vino". Y de la pandemia, a la guerra entre Rusia y Ucrania. "Afortunadamente, nuestra exposición a estos países no es tan alta, el conflicto ha afectado a los márgenes de algunas bodegas y denominaciones, pero gracias a la diversificación de las exportaciones, hemos logrado contener bien la hemorragia".
¿En qué momento se encuentra el vino español? "El vino español se encuentra en un momento magnífico en cuanto a calidad; ha habido una evolución tremenda en los últimos años, tanto de imagen y percepción global como de tecnología y apuesta por lo digital, de preocuparse más por el viñedo... Pero aún nos falta una cuestión importante: mirar más al consumidor, porque si no le convencemos para que compre, no estamos haciendo nada. A nuestro vino todavía le falta orientación al marketing y al consumidor". O lo que es lo mismo, aprender el idioma de la cerveza. "Exactamente, porque, aunque haya quien critica la simplificación del mensaje del sector cervecero, yo creo que no es incompatible. Pensamos que la labor se acaba cuando hemos hecho el vino bueno, y no es así. Hay que tener más en cuenta lo que el consumidor está buscando, poner el foco en él y hablar un lenguaje más sencillo para que pierda el miedo a beber vino; desmitificar de una vez por todas ese mensaje que le complica la vida y le hace rechazar el producto".

'Show the best, sell the rest'
Acercar el vino al consumidor es un esfuerzo colectivo. Pero simplificar el mensaje no pasa por vulgarizar la producción, algo que se hizo años atrás en el viñedo y que ahora trata de compensarse con una renovada apuesta por la calidad de la uva y la diferenciación de los vinos según variedades y zonas. Uvas autóctonas, vinos ecológicos, blancos con crianza, rosados de calidad... Los mercados emergentes son una vía para llegar a esos otros modelos de consumo. "Aún queda mucho camino por recorrer. En España nos vendemos muy mal, tendemos a vender muy barato y estamos obsesionados con la relación calidad-precio, cuando debería ser relación calidad-calidad para vender lo más caro posible. Para llegar a eso hay que vencer barreras estructurales como que somos un país productor de granel, porque nos condiciona mucho la imagen. No quiere decir que haya que cargarse todo ese vino barato, pero sí separar y valorizar, ir a las ferias, agruparse bajo la etiqueta de vino país, porque esa realidad está ahí. ‘Show the best, sell the rest’, que dice Pedro Ballesteros". Un cambio de mentalidad que empieza por revalorizar el trabajo de los agricultores y subir el precio de la uva. "Va todo unido. Hacer contratos a largo plazo, con un precio conocido que rentabilice el trabajo del campo y que se diferencie según la calidad que tú compres me parece fundamental. Puedes tener el mejor enólogo del mundo, pero si no tienes buena materia prima nunca vas a hacer buen vino. El vino empieza en el campo y hay que cuidarlo. Porque si no, a la larga, puede que no encontremos la calidad adecuada para el producto que queremos elaborar. Rentabilidad quiere decir ganar por encima de lo que te cuesta producir".
Esta cosecha pasará a la historia por haber estado marcada por las olas de calor y la sequía extrema, aunque la cosa viene de lejos. Benítez está de acuerdo con que el cambio climático acabará por modificar el mapa vinícola del país. "El cambio climático está identificado como la mayor amenaza para el viñedo español. Pandemias y obstáculos puntuales aparte. Si hablamos de un problema estructural y no coyuntural, nuestro mayor enemigo es este. Lejos de la discusión global por parte de los negacionistas, la realidad es más que evidente. En toda España ha subido el grado de la uva y hay mucha más variabilidad de fenómenos meteorológicos extremos, especialmente en la cuenca mediterránea y el sur de la Península, falta agua, hay más olas de calor... Todos estos indicativos desembocan en un adelanto general de las vendimias, ya hace muchos años que la cosecha en algunas partes de nuestra geografía empieza antes de septiembre. Esto nos va a condicionar gravemente. Si la temperatura media aumenta, aunque solo sea un grado, habrá zonas en las que la producción de uva directamente se salga fuera de la definición de vino por el contenido alcohólico. Eso nos lleva a pensar en acciones que nos permitan adaptarnos a lo que pasa, a buscar alternativas en las variedades, los pies y las balsas de riego, la protección para las heladas, que pueden ser más frecuentes, etc.". En noviembre de 2019, la FEV junto con el Ministerio de Agricultura realizó un trabajo conjunto para identificar los contratiempos derivados del clima y proponer soluciones, cuantificando los costes con el ánimo de defender que era necesario focalizar las ayudas con respecto al cambio climático. "En el Real Decreto de apoyo al sector vitivinícola que está a punto de salir, todo esto ya se ha recogido, ya está en los presupuestos, y desde la FEV estamos trabajando para ayudar a las bodegas en materia de sostenibilidad, para que puedan hacer frente a situaciones críticas, algo que comienza por la formación al viticultor".
A la difícil situación medioambiental se une otra problemática de máxima actualidad, que es la relación negativa que se está estableciendo entre el vino y la salud por parte de algunos sectores de la sociedad que defienden que el alcohol es nocivo y, por ende, también el vino, obligando al sector a reflejarlo en el etiquetado. Pese a ello, José Luis afirma que la satisfacción de ver nacer un producto natural con tanta tradición detrás, con tanta historia a sus espaldas, es un verdadero lujo. "Visitar las viñas, aprender al aire libre y estar en contacto con las personas, con los agricultores. Abrir una botella de un vino de 15 años y que siga contando cosas, que se siga expresándose, compartirla con amigos para disfrutar en una comida o una cena, alargar la sobremesa... La satisfacción que aporta el vino es única, y es lo mejor que me ha dado mi trabajo. Es una satisfacción que va más allá de la parte profesional y que llega a la personal. La mía es una labor preciosa, estoy muy agradecido".

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