- Redacción
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- 2018-06-01 00:00:00
La gran embajadora de Asturias dentro y fuera de nuestras fronteras es identidad, cultura, tradición: una forma de vida. El Consejo Regulador es quien se encarga de velar por su prometedor futuro
P ocos territorios respiran tanta vida como Asturias: una tierra apacible y luchadora que huele a mar fiera, a prado húmedo, a manzana sidrera. Cuenta una leyenda que fue la mismísima Eva –sí, la pecadora original– quien inventó la sidra en un hipotético paraíso situado en latitudes norteñas. En el Paraíso Natural empezó a producirse en el siglo XI, momento histórico en el que los agricultores asturianos plantaron manzanos y comenzaron a elaborar sidra. Esta bebida –la predilecta de los héroes de la mitología clásica– es mucho más que un trago delicioso: es símbolo, tradición, identidad: una forma de vida.
La Sidra de Asturias se elabora a partir de 76 variedades de manzana cultivadas en la zona de producción –que abarca los 78 concejos del Principado– y se obtiene de la fermentación alcohólica total o parcial de su mosto.
Para diferenciar, proteger e incentivar la sidra de la región se creó en 2003 la DOP Sidra de Asturias, que otorga un valor añadido a este producto, distinguido en la contraetiqueta con la marca Sidra de Asturias y el logotipo europeo de las DOP.
El Consejo Regulador de la DOP Sidra de Asturias es el organismo encargado de su control y promoción, y está compuesto por 31 llagares –322 productores con 843 hectáreas plantadas–. Su labor es una pieza fundamental para entender el gran crecimiento que ha experimentado la sidra de Asturias en los últimos años: en 2017 se entregaron 2.170.500 contraetiquetas y las ventas ascendieron a 7 millones de euros –1,4 millones de botellas–. Según las previsiones del Consejo, este récord se batirá en 2018, tanto a nivel nacional como más allá de nuestras fronteras –Estados Unidos y Reino Unido son los principales destinos de exportación–.
La DOP Sidra de Asturias despierta pasiones en todo el mundo y ejerce de embajadora de Asturias allá donde va. Representa tanto a los productores de sidra como de manzana, supone un importante motor económico para el territorio astur y es una apuesta por la sostenibilidad, por proteger el paisaje y los productos autóctonos.
El pasado año, el Consejo Regulador se adaptó al nuevo decreto del Gobierno con el objetivo de equiparar la legislación nacional a la europea y mejorar la competitividad del sector. Este reglamento se traduce en un avance significativo en la investigación y desarrollo de nuevos productos.
La DOP comprende tres modalidades de sidra natural: la tradicional, la de nueva expresión –o filtrada– y la espumosa. Todas ellas se elaboran a partir de mosto natural de manzana y tienen una baja graduación alcohólica –entre 5 y 7 grados–.
La sidra tradicional es única en el mundo, y se diferencia por su forma de consumo mediante el escanciado, que consiste en sostener la botella en alto y echar un culín de sidra sobre un vaso situado a la altura de la cintura. A través de este fascinante ritual se activa el carbónico natural, que deja una sensación punzante en el paladar. Sus aromas son francos y su sabor, intenso y refrescante.
La sidra natural de nueva expresión, por su parte, se filtra antes de ser embotellada, y presenta notas frutales, vegetales y florales.
En cuanto a la sidra natural espumosa, requiere mucha dedicación y sus costes de producción son mayores. Se diferencia por su contenido en carbónico, que aparece de forma natural (endógena) durante un proceso de segunda fermentación –bien en botella o en depósito–. Destaca su carácter frutal, en armonía con notas tostadas.
Por estas y tantas otras razones, la Sidra de Asturias es territorio, cultura... y firme candidata a convertirse en Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.