- Redacción
- •
- 2009-05-01 00:00:00
No piensen que esta idea es descabellada, que no tiene sentido o que es mero marketing. Existen suficientes estudios al respecto como para pensar que es más que creíble. Por ejemplo, cuando escuchamos música que nos gusta, nuestro cuerpo segrega una endorfina (la hormona de la alegría) que a su vez baja el pH de nuestra saliva (que habitualmente se encuentra en valores de entre 6,5 y 7), lo que hace que tengamos mejor predisposición a degustar alimentos. Entre los estudios científicos que se han realizado, en España destaca uno realizado por el Grupo Estévez que consistía en buscar el ADN de la levadura flor (parte fundamental del proceso de crianza del Fino o la Manzanilla, por ejemplo) y separarla en cuatro estructuras químicas que a su vez serían asignadas a una nota musical de un solo instrumento. Con esto se compuso música para estimular el crecimiento del velo flor, que ganó en grosor y cuyo proceso de crianza se aceleró. Otro estudio realizado con 250 estudiantes por el profesor Adrian North en la Universidad de Heriot Watt (Reino Unido) demostró varios aspectos muy interesantes, como determinar qué tipo de uva era apropiado para cada propuesta musical. El 40% relacionó un blanco de Chardonnay con sonidos alegres y refrescantes y el Cabernet Sauvignon con música heavy y poderosa. Incluso demostró que la música ambiental de acordeones en un supermercado incrementó la compra de vinos franceses hasta cinco veces. Con música bávara, la venta de vino alemán duplicó la de vino francés. En definitiva, la música prepara al cerebro para responder de una forma determinada ante el sabor de un vino, e incluso rememora experiencias personales vividas con anterioridad. Esta relación entre música y experiencias personales potencia la percepción de aromas y sabores en el vino. Los gustos musicales de una persona se forjan entre los 16 y 24 años, según Adrian North, como probó recientemente un estudio de Viña Zaco: las personas entre 25 y 40 años prefirieron degustar este vino con música pop de los años ochenta y noventa. Como anécdota, contaremos que muchos periodistas de nuestro país reconocen buscar la inspiración para escribir con la combinación de música clásica y un excelente amontillado. Desde luego esta mezcla debería patentarse.