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Balzac y el saber beber

  • Redacción
  • 2006-04-01 00:00:00

La gran obra inacabada de Balzac, La Comedia Humana, iba a comprender la friolera de 150 obras, y en ella desfilan más de dos mil personajes. Una desmesura en el escribir que corre pareja con su desbordante vitalidad; una escritura que recoge todo el acaecer humano. Y el beber, el buen beber (como buen francés que era, también hay que decirlo), ocupa un lugar destacado. Y es que para Balzac: «El saber beber y comer sólo pertenece a ciertos seres privilegiados». El vino es ese plus vital que colma nuestras vidas y las transporta a estados siempre amables y agradables. El vino apacigua nuestras carencias vitales y restablece nuestro tono vital: «... cuando una botella de vino de Champagne se nos acerca, nos conduce a una orgía que nos suaviza los dolores de la incertidumbre… Todos los ojos brillan y todas las lenguas se ponen en movimiento». Todos los asuntos humanos tienden a relativizarse ante un buen Bordeaux: «Todo eso no son más que tonterías, dijo madame Vauquer, y haría bien en traernos su vino de Bordeaux. Nos mantendría alegres, aparte de que es bueno para el estomago.» No se queda Balzac en puras elucubraciones mentales sobre el vino. Conoce sus entrañas, descifra a la perfección su valor, sabe donde se encuentra un excelente vino. Y el vino de Alicante ocupa un lugar de honor entre todos los vinos: «Si Vermichel estuviera allí, tendría una idea de lo que es el vino de Alicante. ¡Qué vino! Si yo no fuera Bourguignon, quisiera ser español. Un vino que pertenece a Dios! Creo que el papa dice la misa con él… Sin lugar a dudas el vino español hunde a nuestro mejor vino.» Conoce Balzac las sutilezas que se esconden detrás de un gran vino y el provecho económico que de él se puede extraer: «Que se diga que desde hace quince años has hecho bailar en tu entorno a Tivoli, sin haber llegado a adivinar el secreto del Vino Cocido de Socquard. ¡Tú que eres tan fino!, dijo la hija a su padre. Y, sin embargo, sabes que con ese secreto, nos volveríamos tan ricos como Rigou!». Rigou, un personaje todo empapado de vino que mima, cultiva y tiene unos conocimientos sobre el vino fuera de lo normal: «En su bodega particular, llena como una bodega de Bélgica, los vinos más finos de Bourgogne estaban junto a vinos de Champagne, de Roussillon, del Rodano, de España. Todos adquiridos hace diez años. Rigou comía y bebía como Luis XIV». Y no se queda atrás en cuanto a conocimientos vinícolas se refiere: «La naturaleza del terruño explica el gusto particular del vino de Soulanges, un vino blanco, seco, licoroso, muy semejante al vino de Madère, al vino de Vouvray, al de Johannisberg, tres vinos crudos casi iguales». Pasa el tiempo, cambian las costumbres, pero la buena y eterna esencia del vino se mantiene incólume. Lo sabe muy bien Fourchon cuando responde: «…el vino siempre es el mismo.» Una sabiduría que se justifica históricamente por los prodigiosos efectos que produce el “Bal-Socquard” sobre la imaginación de los habitantes de este famoso valle.

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