- Redacción
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- 2013-08-27 15:42:28
En 1875, Francia había vendimiado la mayor cosecha de todos los tiempos. Tan solo cuatro años después, la viticultura estaba por los suelos. La filoxera había vencido. Pero no hay que alegrarse del mal ajeno.
En la segunda mitad del siglo XIX, Francia no solo perdió la guerra contra Alemania, y con ella Alsacia y Lorena, sino también su absoluta hegemonía en lo que respecta al vino. A los países y regiones vinícolas circundantes -norte de España, norte de Italia, la Toscana- les faltó tiempo para saltar a la brecha. La Rioja, especialmente favorecida geográficamente, pronto empezó a enviar vinos en masa a Francia y el resto del mundo: unos, en botella bordelesa y hechos al estilo del Médoc (y con la etiqueta pertinente, pues la denominación de origen aún no existía); otros, al estilo de la Borgoña, tanto la botella como el contenido. La Rioja Alta, fundada en 1890, aún conserva la tradición de ambos tipos de botella y estilo: el Gran Reserva 890 cien por cien Tempranillo sale al mercado en la esbelta botella bordelesa; el Viña Ardanza, más borgoñizado con un veinte por ciento de Garnacha, en la botella panzuda tipo Borgoña.
Pero es mal momento para alegrarse del mal ajeno porque, una a una, todas las viñas europeas (¡y pronto todas las demás!) van cayendo víctimas de este voraz piojo de metabolismo complejo que se reproduce a una velocidad vertiginosa, muta varias veces y, en su forma alada (que apenas logra elevarse en el aire, pues la filoxera es un insecto sin carné de piloto), es esparcido por el viento a decenas de kilómetros. Algunas comarcas resisten más, como por ejemplo La Rioja (protegida por los Pirineos, pero el enemigo se aproxima desde todos los frentes, también desde el Sur) o la Champagne (¿gracias a sus suelos calizos?). Al final, todas caen.
Los medios para combatir la plaga son tan costosos que solo los vinicultores más ricos pueden permitírselos: inundar los viñedos, plantar las cepas en suelos arenosos, emplear insecticidas caros que se inyectan con aventuradas jeringas cerca de las raíces. A la larga, el único método que realmente resulta efectivo es injertar cepas nobles europeas sobre portainjertos americanos resistentes. Resulta fácil imaginar la revolución que supuso este paso, que perjudica a algunas variedades y mejora otras (por ejemplo, la hasta entonces casi desconocida Merlot), y hasta qué punto influyó en el trabajo en el viñedo, la plantación y el propio vino.
Pero antes de poder luchar contra la filoxera, primero hay que conocerla. ¿Qué es? ¿De dónde viene? El cuñado de Planchon, el descubridor de la filoxera, se llamaba Jules Lichtenstein y era viticultor y aficionado a la entomología; fue el primero en relacionar la filoxera francesa con la descubierta en América. Pero la variante americana, según los estudiosos –que así continuaban con sus escaramuzas en lugar de buscar una solución–, vivía exclusivamente en las hojas de la vid y la variante europea parecía concentrarse únicamente en las raíces. Los especialistas a ambos lados del Atlántico pronto constataron que la filoxera, en ocasiones, también en América vive en las raíces y que la variante europea también se divierte en las hojas, como ya había apuntado el profesor de entomología inglés Westwood, y que por lo tanto nada diferenciaba a la variante europea de la americana. Para 1871 había quedado claro que la filoxera es un incómodo y voluminoso turista del Nuevo Mundo. Respalda esta tesis el hecho de que la filoxera apareció primero en las proximidades de los puertos de ultramar: Londres, Burdeos, Marsella y Sète.
Cronología
1871. El investigador entomólogo americano Charles V. Riley es llamado a Montpellier y constata que la filoxera americana y la europea son idénticas. Es la prueba de que el parásito –como en su día el mildiú– se ha introducido en Europa desde el Nuevo Mundo. Ese mismo año, la filoxera aparece en Suiza (Ginebra).
1872. Primer ataque de la filoxera en Austria (Klosterneuburg).
1874. La catástrofe estalla en Alemania.
1877. La filoxera alcanza el sur de España (Málaga), dos años después el norte de Italia (Lago de Como) y un año después también Sicilia y Cinque Terre.
1880. Sudáfrica se ve afectada y, cinco años después, también el norte de África.
1888. La filoxera aparece en Perú.
1914. También Manchuria sufre la plaga.
1970. California es atacada por una mutación de la filoxera (Biotipo B).
1980. Cae uno de los últimos bastiones que aún resistían: la región de Tokat en Turquía.