- Redacción
- •
- 2005-09-01 00:00:00
Habíamos dejado a Lancerio, el llamado «bottigliere» del papa Pablo III, a punto de opinar sobre los vinos españoles, y su opinión al respecto no puede ser peor: «Tal vino es potente, y creo que muchos españoles que beben agua lo hacen por no destrozarse el estómago con tal vino. Tales vinos son tintos y con mucho color. Acostumbran a meterles gran cantidad de yeso, y así se consigue un poco el buen color, pero es cosa que hace mucho daño al estómago y al cuerpo. Los blancos son raros y llegan en contadas ocasiones. No son vinos de señores y necesitan bastante agua... Sí que son vinos para dejárselos beber a ellos. Su Santidad no quisiera nunca beberlos por nada». A ciencia cierta no figura en el texto a qué tipo de vinos se refiere, pero Lancerio no solía utilizar criterios sin ningún tipo de prueba, y en sus calificaciones los valora desde “malos” hasta “óptimos”; y analiza, con comentarios a veces amplios, y con una terminología precisa y nada desfasada hoy día, todos los vinos que se encontraban en la bodega pontificia para agasajar a sus invitados en los banquetes o simplemente para alegrar su propia existencia. Cada uno de sus juicios rezuma sabiduría enológica y capacidad de degustación; aunque, sus opiniones se deslizan, demasiado a menudo, por derroteros nada objetivos, no dejan de tener su gracia. Por ejemplo, del vino francés decía: «Vienen de muy lejos, desde Aviñón en la Provenza y del Languedoc. Son vinos raros pero buenos: se siente el cuero y también los terrenos, sobre todo los de Provenza. Me parece que no tienen la categoría que estiman los del lugar. Me parecen buenos para los franceses, para que roan su cólera. En Roma no parecen vinos de señores». Evidentemente, donde más afina su saber vinícola es sobre los vinos italianos. De la Campania destaca: el Mazzacane, Asprino, Lagrima... De Calabria: Chiarello, La Centula, Pavola,... De Toscana: Trebbiano, Bracciano... De otras zonas: Corso, Malvasía, Moscatel, Giglio, Portercole, Riviera, Razzese, Terracina, Siciliano, Castel Gandolfo... Y Lancerio también desciende a los detalles técnicos con perfecto conocimiento de causa. Analiza los vinos de una villa concreta, de la mejor ubicación del viñedo (él prefiere las viñas situadas en las colinas antes que las de terrenos llanos que producen peores vinos), de la poca o mucha cantidad de uva que producen las cepas, de las distintas características de los suelos: si son arenosos, pedregosos... Prefiere los vinos de viñas viejas a los de viñas jóvenes; no le gustan los vinos agresivos, y se decanta por los vinos que soportan bien los viajes en barriles o toneles. Si Pablo III ha pasado a la historia como una de las grandes figuras del Renacimiento, tanto desde el punto de vista artístico como político, es necesario reivindicar su papel en la historia del vino, y, claro está, a Sante Lancerio que acompañó y desarrolló su trabajo durante todo el pontificado de Pablo III (1534-1559). Para la enología italiana es una reliquia de un valor incalculable y, por supuesto, para todo buen amante del vino.