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Para elaborar vinos rosados hace falta mucha sensibilidad.
Unos lo consideran un vino de verano fácil de beber. Para otros es la salvación cuando no saben qué vino elegir para comer. Los esnobs del vino lo consideran -sin ninguna justificación- como «vino de desecho». Estamos hablando del rosado (también conocido en otros idiomas como rosé, Weissherbst, Schilcher, rosato, Rotling...)
¿A qué debe de hecho su color? Los pigmentos rojos se encuentran en los hollejos de la uva. Para elaborar vino blanco se prensan las uvas y se fermenta el mosto. En cambio, para obtener tinto hay que fermentar los granos de uva completos, con la carne, el hollejo y las pepitas. Cuanto mayor sea la temperatura y el periodo de reposo de las uvas, más oscuro será el vino. Para el rosado, el mosto con los hollejos permanece en un depósito el tiempo justo para que se disuelva una pequeña parte de los pigmentos, con lo que el vino obtiene su color característico.
También hay variantes, como el llamado «sangrado» -en francés, saignée-: en ese caso, se extrae el jugo de las uvas en fermentación para tinto antes de que empiecen la fermentación tumultuosa, y a continuación se sigue fermentando este mosto como vino blanco. Algo similar sucede en los «blancs de noirs», cada vez más apreciados: las uvas tintas se vinifican como blancas, de modo que sólo se utiliza el jugo, de color claro. En España, la mayoría de los rosados se elaboran comop en el primer caso. Ocasionalmente se encuentran vinos de color rojo claro elaborados con variedades blancas con hollejos rojizos. Si estas uvas se dejan fermentar con hollejos, el vino tiene un ligero color, pero entra en la categoría de los blancos.