- Redacción
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- 2001-02-01 00:00:00
El cultivo profesional de nuevos tipos de uvas mediante el cruce se lleva practicando de forma científica desde hace unos 130 años. Esto conlleva un arduo trabajo, porque entre el momento del cruce y el momento en que el vino está ya listo transcurren muchos años.
El cultivo de vides consta, en primer lugar, de realizar el mantenimiento y la mejora de los tipos de uva existentes, y, en segundo lugar, del cruce de nuevos tipos con características definidas. El cultivo de mantenimiento sirve para mantener la llamada capacidad genética de un tipo de uva. Los distintos tipos de uvas son escogidos de entre las plantas más saludables, para preservar así la naturaleza y las características de los tipos de uva. Y aquí también hay que hacer una separación a conciencia de distintos clones del mismo tipo y la selección de los mejores clones. Sobre todo la concentración en hacer una buena selección de clones ha conducido a la notable mejora de la uva de los modernos viñedos con conocidos tipos de uva como Pinot noir, Riesling o Merlot.
La segunda línea del cultivo de vides se encarga de los cruces de los nuevos tipos de uva. El cómo serán sus características depende a menudo del espíritu de la época y de las necesidades actuales. Y esa es la cruz de este ramo de la investigación. Porque desde el primer cruce hasta que es admitido un tipo de uva pasan sus 30 años. Así, en los años de la postguerra lo que se solicitaba era una cosecha especialmente buena, un gran contenido de mosto y una pronta maduración. El resultado fueron tipos de uva como la Siegerrebe y la Ortega, que hoy en día apenas despiertan interés, puesto que entretanto en los vinos tintos se fija el interés en las resistencias a las enfermedades, a la escarcha y a la intensidad del color.
Antes del cruce propiamente dicho, se busca a los padres de acuerdo a las características deseadas, se retiran los estambres de la planta madre, se polinizan con polen y se quitan las pepitas en el otoño siguiente, que ahora contiene el material genético de ambas plantas. De esta primera generación se seleccionan las 10–15 cepas más adecuadas. En un examen previo, tras la primera cosecha en el tercer año se decide si se sigue trabajando y qué cepas van a seguir reproduciéndose otros tres años. En el subsiguiente examen principal, que igualmente requiere varios años, se comprueba qué emplazamiento necesita el nuevo tipo de uva y qué resistencias de las plantas progenitoras muestra realmente.
Cuando todas estas prelabores de cultivo estén hechas, el nuevo tipo de uva necesita un nombre y una autorización oficial. Finalmente se realiza una autorización para la planta en el cultivo de pruebas. Algunos años después viene la admisión oficial.