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La intoxicada caída del Imperio Romano

  • Redacción
  • 1999-09-01 00:00:00

Hace algunos años, cierto catedrático de una Facultad de Ciencias del norte de España era conocido entre sus alumnos como “Acetato de plomo”. El apodo, tan injusto como poco misericordioso, identificaba mordazmente las características reales de ese producto químico con las atribuidas al talante académico del profesor, es decir: blando, suave, pesado y venenoso.
Sin embargo, y bromas estudiantiles aparte, poca gente sabe que esta poco conocida sustancia parece haber tenido un papel fundamental en un hecho histórico tan decisivo como la decadencia de la civilización romana. Según algunas teorías, ciertamente verosímiles, las clases patricias romanas, sobre las que recaía la tarea de administrar el imperio, bebían el vino en copas de plata. Puesto que en aquella época la enología y la metalurgia no estaban demasiado desarrolladas, con frecuencia el vino estaba avinagrado y la plata contaminada con impurezas de plomo. Esta circunstancia no hubiera tenido mucho relieve si no fuera porque el vinagre contiene ácido acético, el cual, al reaccionar con el plomo de las copas, da un producto soluble, el acetato de plomo, que, diluido en el vino, era ingerido alegremente por los cónsules, procónsules, generales, senadores y demás gente importante. Desgraciadamente el acetato de plomo actúa sobre el organismo produciendo impotencia y esterilidad, por lo que la renovación generacional del “establishment” imperial fue decayendo poco a poco, mientras que sus puestos iban pasando a personas menos acostumbradas para la administración y el gobierno. Cuando los bárbaros atacaron por el este y el norte, el nervio de Roma ya sólo era un recuerdo.
Y es que, cuando se conduce un Imperio, hay que tener cuidado con lo que se bebe...

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