- Redacción
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- 2003-01-01 00:00:00
E l aficionado interpreta cada vez mejor las sugerencias de los medios especializados sobre la cata de vinos y los periodos idóneos de su consumo. Con esa información y el gusto subjetivo por determinadas zonas, variedades y tipos, el buen aficionado tiende a adquirir y guardar un cierto tiempo sus tesoros enológicos, la colección de botellas que conforman la bodega en casa. Como primera norma a seguir, para que esta bodega tenga garantías de supervivencia, deberán adquirirse los vinos en establecimientos fiables, es decir, que cumplan con las mejores condiciones de conservación y de rotación de las botellas. A partir de ahí, la buena vida y estancia de los vinos dependerá de cómo se almacenen dentro del hogar.
La bodega casera nace en función de las inquietudes y las posibilidades de cada uno, al igual que del espacio del que se disponga. Suele decirse que para que alcance consideración de bodega deberá contar con, al menos, cien botellas, aunque no es fácil disponer de un espacio para bodega de estas dimensiones y presupuesto. Se elegirá un lugar donde el vino no sufra cambios demasiado bruscos de temperatura ni de luz, y habrá de preservarse de fuentes de olores fuertes, humos, ruidos excesivos o vibraciones, por lo que no es prudente almacenar botellas ni en cocinas ni garajes. Busquemos la orientación menos cálida de la casa, en una atmósfera fresca, por encima del 70% de humedad relativa, donde la temperatura no baje de 10º ni supere los 20º C, con buena ventilación. Ha de ser una bodega oscura, iluminada por una bombilla tacaña.
En casas de campo pueden utilizarse emplazamientos excavados para la ocasión, aunque también los sótanos pueden habilitarse para almacenar botellas. Si cabe la posibilidad de construir la bodega, conviene situarla lo más cerca del muro norte, donde menos incide el sol y, por tanto, con apenas cambios bruscos de temperatura. El almacenamiento se puede hacer en sencillas estanterías metálicas desmontables o botelleros de madera, sin despreciar materiales plásticos, de barro cocido o arcilla, botelleros de metacrilato o de piedra volcánica.
A falta de estas condiciones de espacio, también se puede optar por los armarios de conservación climatizados, con una amplia gama de modelos y tamaños en el mercado, de diferentes prestaciones tanto para la conservación como para atemperar el vino que se va a consumir inmediatamente.
Conviene ordenar la bodega por zonas vinícolas y por tipos (blancos, tintos, cavas, generosos, jóvenes, crianzas, grandes reservas). Los más singulares o de cosechas fuera de mercado deben tener un lugar independiente, por aquello de tratarse de joyas enológicas para ocasiones especiales. Tratar bien al vino contribuye al placer de beberlo, y maltratar la mejor botella que atesoremos hará que parezca un vino ordinario.