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Cristales inocuos

  • Redacción
  • 2004-11-01 00:00:00

No se deje confundir por los sedimentos cristalinos, el bitartrato no le hace ningún daño al vino. «¿No me habréis echado azúcar en el vino?», dicen que preguntó el sibarita Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832), indignado, en su lecho de muerte. Los finos cristales no eran más que bitartratos, una secreción natural compuesta de potasio y ácido tartárico. Este residuo, visible por lo general sólo tras un tiempo de guarda en botella relativamente largo, es inocuo y de sabor neutro; en el caso del vino tinto, los cristales son de tono marronáceo. El tártaro es soluble y, por ello, frecuentemente cae en el vaso junto con el vino. Pero esto no afecta en absoluto a la calidad, y no por ello se ha de dejar de disfrutar hasta el último trago. Como desconcierta a muchos consumidores, algunas bodegas intentan evitar estos cristales. Para ello, antes de embotellarlo, enfrían el vino durante algunos días entre -5º y -10º C. Esta congelación rápida provoca la precipitación del tártaro, antes invisible, que ya puede filtrarse sin problemas. Otra alternativa es el procedimiento de contacto, que consiste en favorecer la precipitación añadiendo aún más bitartrato, para retirarlo después. Tras finalizar la fermentación en tanques y barricas, quedan depositadas grandes cantidades de bitartrato. Éste se ha de romper para limpiar los recipientes, y se emplea, por ejemplo, como levadura de pan.

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