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Los «chips» de roble son efectivos, económicos, ecológicos... y muy controvertidos.
Según el Diccionario de la Real Academia, los chips pertenecen a la terminología de la informática y son pequeños circuitos integrados que realizan numerosas funciones en ordenadores y dispositivos electrónicos. Pero en el mundo del vino se está discutiendo sobre unos chips de índole muy distinta: las virutas de madera de roble. Se emplean para conferir al vino, especialmente al tinto, una nota de aroma de madera, similar a la elaboración en barrica.
El tema caldea los ánimos. Incluso la Organización Internacional del Vino (OIV) ha estado deliberando mucho tiempo antes de decidir que el empleo de chips de roble es un procedimiento enológico y no una aromatización no autorizada. Muchos vinicultores temen que esto sea el fin de la cultura del vino en Europa, mientras que los australianos, por ejemplo, consideran el empleo de chips al margen de toda ideología, y señalan maliciosamente con el dedo a los vinicultores europeos que añaden azúcar al mosto para presionar al alza el contenido de alcohol. Los europeos, por su parte, temen estar competitivamente en desventaja si han de ceñirse a la elaboración en barrica, mientras que a sus colegas de ultramar les está permitido elegir la variante más barata. Por eso, para las añadas de 2002 a 2004 en Europa se ha permitido una serie de experimentos de aprobación obligatoria.
¿Por qué precisamente chips? Para empezar, son baratos: una barrica cuesta entre 350 y 550 euros; un kilo de virutas de roble, alrededor de diez euros. Su aplicación no supone ningún problema. Exige mucha menos cantidad de madera: para una barrica se necesitan 80 kilos de roble; para 225 litros de vino, son suficientes 500 gramos de chips.
Los chips de roble se pueden añadir en diversos estadios de la elaboración, en la maceración o tras la reducción biológica de los ácidos. Al igual que las barricas, se pueden adquirir con diversos grados de tostado. Los chips transforman el vino, pero no lo maduran como las pequeñas barricas de madera de roble; por eso ya se está investigando en la posibilidad de añadir oxígeno que, además de los aromas de roble, provocaría en el vino un efecto de madurado.