- Redacción
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- 2006-09-01 00:00:00
Beber o atesorar, ése es el dilema. Porque con los grandes vinos es perfectamente posible hacer negocio. ¿Cómo convertirse en millonario jugando a la bolsa? Muy sencillo: siendo antes multimillonario. Pero invirtiendo en vinos esto prácticamente no puede ocurrir. Sólo quien proceda de manera poco profesional y sin asesoramiento serio corre el peligro de perder en el juego. Porque, en realidad, este tipo de inversión es más seguro y lucrativo que la compra de acciones, siempre que se tenga la fuerza de voluntad de encerrar los buenos vinos a cal y canto y no bebérselos. Fondos con futuro Quien no quiera verse obligado a admirar sus cajas de madera en la bodega durante los largos años de espera hasta su revalorización, sin descorchar jamás una sola botella (una caja empezada disminuye de inmediato el valor de cualquier botella, al igual que el almacenamiento inadecuado) tiene una posibilidad alternativa: invertir en un fondo de vinos, similar a la inversión en fondos inmobiliarios o de cualquier otro tipo. La compra y guarda del vino la llevan a cabo especialistas que conocen bien la evolución de los grandes vinos. Además, observan el mercado con atención y registran inmediatamente si determinadas ediciones que aún eran poco populares repentinamente se puntúan especialmente altas. Porque entonces se despierta el deseo de los sibaritas. Y cuanto más raros los vinos, tanto más sube su valor, naturalmente. Evidentemente, el inversor no debe olvidar que su experto en inversión en vinos no lo hace todo gratis. Valor seguro Hubo un tiempo en el que los precios se dispararon al alza en un frente amplio. Fue el caso de los vinos superiores de Burdeos de las añadas de 1982, 1989 y 1990, al igual que la tan ensalzada de 2000. Pero ahora ya muy pocos vinos se demandan a cualquier precio. Proceden en primera línea de Burdeos (Premiers Crus del Médoc y vinos superiores de la orilla derecha), algunos vinos sueltos de la Borgoña (Romanée-Conti, Leroy) o del Ródano (Jaboulet, Guigal), de tanto en tanto también algunos de California, España o Italia. Ciertos grandes dulces nobles catalogados como Prädikat de fincas superiores de Alemania han llegado a experimentar una explosión de precios sin precedentes: en las subastas se ofrecen por algunos cientos de euros como precio de salida, al final salen por más de 2.000 ó 3.000 euros. Lo cual favorece en primera línea a los vinicultores y no a los inversores. Resulta muy difícil hacer llegar al público tales vinos por un precio aún más alto. Pero también hay chascos, como el Burdeos de 1997, ya bastante caro en la suscripción. Varias ediciones de châteaux de renombre actualmente valen claramente menos que entonces e incluso se vendían en los supermercados como cerveza agria. Mi opinión Vila Viniteca (El punto de vista de la tienda) Esta tienda catalana, con sede en Barcelona, presume de tener entre su amplia gama de vinos los más exclusivos. Entre sus clientes se encuentran turistas europeos, compradores profesionales privados y, sobre todo, restaurantes de alto nivel. Para ellos existe un precio de distribución, aunque es obvio que el precio final, el que llega al consumidor, aumenta considerablemente. La venta avanzada (similar a los vinos en “primeur” franceses) es otra opción que sugiere la tienda; es decir, que los clientes adquieran los vinos antes de que salgan al mercado. Entre este amplio surtido existe la opción de comprar partidas muy exclusivas como: L´Ermita, Latour, Lafite, etc. En la actualidad los vinos más caros de la tienda proceden principalmente de La Rioja, Cava y Ribera del Duero, muchos de ellos destinados a la especulación pura. Denis Kloske (Inversor) Mi trabajo nada tiene que ver con el vino. Empecé como un mero aficionado, comprando vinos por el mundo, para mi propio disfrute y el de mis amistades, hasta que, fruto de los encargos que me realizaban mis amistades, comencé a negociar. Compro en cualquier rincón del mundo, casi siempre con la ayuda de expertos (conocedores de sus propios vinos, en los países que residen) que me asesoran, aunque yo siempre tengo la última palabra pues soy el que paga y se la juega si no se venden. Mis criterios de selección son siempre muy similares: apuesto por un buen vino, sin exceso de madera, frutal y, por supuesto, lucho ferozmente por conseguir el mejor precio. Dicen que soy muy agresivo en este aspecto. El resultado de este periplo me ha llegado a seducir tanto que incluso he visto peligrar mi propia empresa. Es un sector para disfrutar trabajando, y me ayuda a conocer gente y gastronomías dispares.