- Redacción
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- 2017-07-07 09:55:41
Como todo invento humano, el sacacorchos nace de una necesidad, en este caso la de los marinos ingleses del siglo xvii, que comenzaron a transportar vino embotellado tapado con corcho coincidiendo con la propagación en todo el mundo de las botellas de vidrio soplado.
L a primera referencia a este imprescindible utensilio es la que en 1676 hace James Worligge en su Tratado de la sidra al referirse a "un tornillo de acero utilizado para extraer los tapones de las botellas". En realidad, más que un sacacorchos, se trataba de una suerte de gusano de acero, una especie de berbiquí concebido en principio para limpiar armas de fuego.
Más de un siglo después, en 1795, el inglés Samuel Hensall registró la primera patente de un sacacorchos, un tornillo sujeto a una madera formando una T. Patente que en 1802 mejoró Edward Thompson añadiendo un tope que al alcanzar el cuello de la botella facilitaba la maniobra de descorchar.
Durante el medio siglo siguiente las distintas formas de sacacorchos proliferaron con prodigalidad por toda Europa y Estados Unidos. Solo en el Reino Unido se patentaron 350 modelos de sacacorchos durante el siglo xix. Pero fue a finales de aquel siglo cuando un alemán, Carl Wienke, diseñó el sacacorchos de palanca, el sacacorchos de camarero de toda la vida que todos cococemos. A partir de ahí, el diseño de los sacacorchos continuó evolucionando constantemente y fueron llegando novedades tras novedades. En 1930 Dominick Rosati presenta el sacacorchos de alas, en 1979 Herbert Alien hace lo propio con el de tres tiempos o rabbit, con el que al empujar hacia abajo, luego hacia arriba y de nuevo hacia abajo, se extrae el tapón de la botella. Y en España, en el año 1995, Jacinto Presa Eguren patentó su famoso Sacacorchos Perfecto, que cinco años después ganó la medalla de oro en el Salón de Invenciones de Ginebra, primero de la larga lista de galardones que recibió por todo el mundo. Un sacacorchos, el Perfecto, de palanca en el que solo es necesario introducir la boca del utensilio en la botella, apretar los brazos laterales y bajar la palanca. Sencillo, no requiere ningún esfuerzo y nunca rompe ni desmiga el corcho.
Pero como todo está bien hasta que alguien lo mejora, no cabe duda de que este indispensable utensilio continuará evolucionando con los años. Aunque también conviene no olvidar esos sacacorchos tan especiales de los que en ocasiones también nos servimos. Sacacorchos para botellas de espumosos, en el que es una pinza la que sujeta el corcho por su parte superior para facilitar la extracción. Más especial es el de láminas, utilizado para descorches de botellas muy viejas, que permite extraer el corcho sin llegar a agujerearlo gracias a sus dos lengüetas metálicas que se introducen en los laterales del cuello de la botella. Y, por supuesto, el degollador de oportos, también utilizado para abrir cualquier otra botella de una vejez extrema, consistente en unas tenazas que, tras calentarse al rojo vivo, se abrazan al cuello de la botella para lograr un corte totalmente limpio.
En cualquier caso, el irrenunciable placer de disfrutar de un buen vino pasa y seguirá pasando por el hecho previo de quitar el tapón de una botella de la manera más sencilla y cómoda posible, antesala de las puertas del placer del vino.
La colección de sacacorchos más sorprendente de España se encuentra en el Museo Vivanco. Más de 3.000 piezas únicas que merecen una visita con calma. No os la perdáis. Se puede reservar en www.vivancoculturadevino.es