- Laura López Altares
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- 2019-02-28 00:00:00
En la Edad Media, el vino se siguió empleando como remedio medicinal, e incluso extrajeron "su espíritu" en busca de la eterna juventud. Hoy, ese halo de misterio ha desaparecido, y sus propiedades antioxidantes y antiinflamatorias han sido ampliamente probadas.
H allar la inmortalidad. Una vida terrenal eterna. Si la obsesión de nuestros antepasados griegos y romanos (número 242 de MiVino) fue salvaguardar la moderación para aprovechar los intensos poderes curativos que atribuían al vino y neutralizar su capacidad de destrucción –esa embriaguez que nubla los sentidos y a la que consideraban fuente de diversas patologías–, en la Edad Media la batalla fue mucho más allá: en el alma del vino encontraron (casi por casualidad) la posible fuente de la eterna juventud, remedio para prácticamente todos los males.
El gran médico valenciano Arnau de Vilanova –máximo representante de la Escuela de Medicina de Montpellier– fue quien introdujo vino en un alambique (junto a su discípulo Ramon Llull) con el objetivo de extraer su espíritu, obteniendo un "agua limpia y mágica que alegraba el ánimo, aliviaba el dolor y hacía sentir más vivo a quien la probaba" (número 241 de MiVino). En su tratado De virtutibus aquae vitae (siglo XIII) recogía algunos remedios medicinales en los que el aguardiente jugaba un papel fundamental: para curar afecciones oculares, bajar las fiebres, disolver las piedras del riñón, etc. El filólogo y medievalista navarro Ricardo Cierbide Martinena los recoge en sus Recetarios médicos medievales basados en el aguardiente, el vino y otros ingredientes, donde destaca que "la medicina medieval consideraba el vino como una de las bebidas principales curativas y formaba parte de numerosos remedios". Cierbide también cita al médico renacentista navarro Alfonso López de Corella –conocedor de la medicina hipocrática y galénica–, quien se refirió de esta forma a las virtudes medicinales del vino: "Entre las muchas alabanzas (...) las principales son estas: que es aceite de la vida, defensa de la salud, remedio de casi todas las enfermedades, antídoto de las malas afecciones del alma y estímulo incitante del ingenio". Además, recopila un recetario del médico Guillem de Mallorca basado en las propiedades terapéuticas del vino.
A pesar de los múltiples estudios que realizaron los médicos de aquella época, el vino seguía rodeado de un halo de misterio. Y eso que se empleaba casi a diario. Era habitual mezclar aguas de mala calidad con vino (recordemos que es un potente antiséptico), que, además de actuar como higienizante, proporcionaba fuerzas y energía.
En la actualidad, el vino se sigue considerando un elemento beneficioso para la salud –siempre que se consuma con moderación–, especialmente por sus propiedades antioxidantes, antiinflamatorias y cardioprotectoras.
El congreso Wine and Health, celebrado en Logroño en 2017, reunió a especialistas de todo el mundo para analizar los efectos del vino sobre la salud, y corroboraron el importantísimo papel que juega como alimento en la dieta mediterránea. La doctora Rosa María Lamuela, presidenta del congreso, concluyó al final del mismo que "el vino es bueno para enfermedades cardiovasculares, una evidencia cada vez más extendida, pero también se han comunicado las investigaciones que asocian el consumo de vino con la prevención de enfermedades degenerativas como el alzhéimer, la diabetes, el cáncer y la obesidad". En el número 234 de MiVino nos preguntábamos: "¿veremos pronto al vino en venta en las farmacias?". De momento (y por lo que pueda pasar con el futuro de nuestro planeta), China ya ha mandado vides al espacio para comprobar los efectos de la radiación espacial y la gravedad... ¿y tal vez para asegurar la supervivencia de nuestra especie?