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A pesar de las incertidumbres relacionadas con el consumo de vino, su memoria refrenda una certeza histórica: que siempre tendrá su público, leal y ajeno a crisis y modas, deseoso de disfrutar de una bebida fascinante, enseña cultural de los países productores. Aunque es curioso comprobar cómo, año tras año, la clasificación de los países que más vino consumen no se corresponde con los países que más vino producen (a excepción de Francia e Italia, que siempre ocupan puestos altos). A la cabeza de la lista de los principales consumidores del mundo, elaborada por la OIV, se encuentra Estados Unidos –donde España, que sufrirá la imposición arancelaria de Trump, exportó casi 73 millones de litros en el interanual a julio de 2019, por valor de 301,4 millones de euros–, imbatible desde el año 2011 (en 2018 consumieron 33 millones de hectolitros). Le siguen Francia, Italia, Alemania, China, Reino Unido y Rusia. España es el octavo, con 10,7 millones de hectolitros consumidos en 2018, a pesar de que en volumen es el primero, con una producción de 21 millones de hectolitros en ese mismo año. Italia y Francia ocupan el segundo y tercer puesto en volumen (Francia es líder en valor, con exportaciones que alcanzaron los 9.336 millones de euros en 2018). Si tenemos en cuenta el consumo por habitante y año, la lista varía: el pequeño y venerable Vaticano es el país del mundo que más vino bebe. Aunque la OIV solo incluye en su informe a aquellos países cuyo consumo global es superior a los 200 millones de litros. Eso convierte a nuestro vecino Portugal en el mayor consumidor (con 62,1 litros per cápita en 2018), seguido de Francia, Italia... ¡y Suiza!