- Laura López Altares
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- 2019-10-30 00:00:00
La estoica heroína de nuestra historia, vencedora de tantas contiendas en el pasado, continúa siendo asediada por un escuadrón de plagas y enfermedades de distinta naturaleza: hongos, insectos, ácaros... y hasta humanos.
Como ya vimos en el primer episodio de supervillanos de la vid (MiVino 249), nuestra aguerrida heroína salió herida pero victoriosa de las grandes epidemias norteamericanas del siglo XIX, aunque eso no significó el fin de las hostilidades. Miles de insidiosos enemigos han seguido hostigándola hasta nuestros días, y algunos de ellos son dignos de un spin-off.
Como la atávica y temida yesca, que en ocasiones ejerce su villanía de forma fulminante –fase aguda o apoplejía–, causando la muerte de la planta en verano, aunque la mayoría de las veces inflige un acoso lento y sostenido –fase crónica– que produce una podredumbre blanda en la madera, transformándola en una masa esponjosa y amarillenta, y salpicando las hojas de amenazantes manchas. Al igual que en tantas otras enfermedades de la viña, los patógenos son unos escurridizos hongos –colonizadores primarios como el Phaeomoniella chlamysdopora o secundarios como el Stereum hirsutum– que penetran a través de los cortes de la poda. La única estrategia para combatirla es la prevención: asegurar la buena salud de las nuevas plantaciones y tener extremo cuidado en la poda de las plantas adultas.
La podredumbre gris o botrytis es otro mal criptogámico. El hongo que la causa es la Botrytis cinerea –"la cenicienta enfermedad de la uva"–, que aprovecha para colarse por las grietas y heridas de los jugosos frutos, a los que cubre con un mortífero polvillo de color ceniza hasta momificarlos. Una vez que ataca el racimo, es muy complicado librarse de la temible invasora, por eso es tan importante preparar una buena defensa: tratar las heridas, proteger los cultivos de las lluvias... Lo más curioso de la botrytis es que es una villana de corazón tierno: cuando esa humedad que la alienta se manifiesta en unas condiciones determinadas, se convierte en podredumbre noble, concentrando los azúcares y sabores de la uva y dando lugar a vinos tan extraordinarios como los de Sauternes (Francia) o Tokaj (Hungría).
Una aliada natural de la botrytis malvada es la polilla del racimo (Lobesia botrana), que al picotear la piel de las uvas –también destruye flores y frutitos– abre camino a toda clase de microorganismos dañinos. Además, el prolífico insecto se suele organizar en tres generaciones invasoras anuales adoptando diferentes formas (huevo, larva, oruga, mariposa). Las técnicas de confusión sexual –las feromonas desorientan a los machos– son su perdición.
Otra pérfida integrante de este particular escuadrón de la muerte es la araña roja (Tetranychus urticae), un agresivo ácaro que se alimenta de las hojas y que puede llegar a matarlas. El bichillo también pasa por varias fases de crecimiento (huevo, larva, ninfa y adulto) y, aunque ha desarrollado cierta resistencia a los plaguicidas, no es ni mucho menos invencible.
Tal vez el más ambivalente de todos estos enemigos de la vid sea el hombre: según caiga la moneda, puede ser el mayor protector de las viñas o su más terrible némesis.