- Laura López Altares
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- 2020-09-07 00:00:00
Viñas indomables que se encaraman a terrazas imposibles, zonas recónditas a las que solo se puede acceder en barco o helicóptero, islas esculpidas en lava... En estas recolecciones de vértigo, los viticultores desafían a la gravedad con una insolencia heroica.
No hay un momento más excitante en el ciclo de la vid que la vendimia, esa terrenal explosión de vida y generosidad. Pero hay lugares donde tan esperado acontecimiento se convierte en un verdadero desafío a la naturaleza: bellísimos paisajes donde reina el vértigo, recovecos imposibles, islas de fuego...
En esos magnéticos territorios, las vendimias son una preciosa y heroica locura en la que entran en juego ingenios de todo tipo: la Nebbiolo del impresionante valle alpino de Valtellina –al norte de Italia– se recolecta... ¡en helicóptero!
La Ribeira Sacra comparte esa belleza indómita que turba y atrae por igual. Allí las viñas habitan en bancales (a los más escarpados solo se puede acceder en pequeñas barcas) sobre los cañones del Sil y el Miño, con pendientes muy pronunciadas. Tania Lage, del departamento de marketing de Regina Viarum –cinco veces premiada como Mejor Bodega de Viticultura Heroica por el CERVIM–, explica que en esta bodega "se lleva a cabo una de las vendimias más espectaculares de España debido a la inclinación de sus viñedos. Se realiza de forma manual, y los racimos se trasladan a hombros en cajas de no más de 15 kilos por las empinadas laderas del valle del Sil".
Otro territorio salvajemente bello y accidentado es la Axarquía malagueña, donde se encuentra Bodegas Bentomiz. Su directora, Clara Verheij, nos habla de esas viñas casi verticales que crecen entre los 500 y los 850 metros de altura, "sutilmente influenciadas por la mineralidad, resultado de un suelo pobre de pizarra y las brisas marinas salinas". Esas singulares condiciones complican el mantenimiento de los viñedos y la vendimia: "La cepa está plantada en vaso y el desnivel es enorme. Todo el trabajo es manual, muy sacrificado; pero vale la pena porque los vinos elaborados, verdaderos vinos de terroir, llegan a tener una calidad alta y un carácter único", afirma.
Y si buscamos vendimias épicas, es inevitable detenerse en los hipnóticos costers de Priorat, "que te roban la energía en cada paso (son difíciles de trabajar y vendimiar), pero te dan vida en cada uva", cuenta Jose Mas, enólogo de Costers del Priorat. En esta silenciosa región, "cada día de vendimia se convierte en un reto, una aventura, ¡se vive con mucha pasión! El Priorat te pone a prueba en cada instante, ya que quieres extraerle lo mejor que tiene, expresar esa pureza de los suelos de pizarra, de la añada y de los viñedos viejos". La realizan de forma manual, con la ayuda de la caballería: "Es muy artesanal, como la hacían nuestros antepasados", recuerda Mas.
La memoria de los antepasados también late en los suelos volcánicos de Lanzarote: "El cultivo en hoyos, con su abrigo de piedras, es único en el mundo", nos comenta Víctor Díaz, propietario de la Bodega Vulcano y presidente del C.R.D.O. Vinos de Lanzarote. Sus ancestros excavaron entre las cenizas de lava del Timanfaya (ayudados por camellos) hasta llegar a la tierra fértil, donde plantaron las parras: "Entonces fue una catástrofe, pero hoy en día este método de cultivo tiene una doble funcionalidad: protege a la planta de los vientos Alisios y la mantiene hidratada con la reserva de agua del picón [o lapilli]". En el fascinante paisaje lunar de La Geria, todos los trabajos son manuales, incluida su temprana vendimia.
Tal vez la más curiosa de todas ellas sea la de Tenerife: una de las primeras del Hemisferio Norte... ¡y también de las últimas! Juan Jesús Méndez, propietario de Bodegas Viñátigo, nos detalla las particularidades de la viticultura en esta isla, que es como un microcontinente: "¡Nuestra vendimia dura más de tres meses! Empieza a nivel del mar y termina a más de 1.000 metros de altitud". El Teide, el tercer volcán más grande del mundo, marca la tortuosa orografía tinerfeña, con enormes desniveles y una gran diversidad de climas y orientaciones: "Esto nos obliga a ir haciendo controles de maduración prácticamente bancal a bancal", apunta. Además, las más de 80 variedades autóctonas que cultivan "piden tiempos muy distintos".