- Laura López Altares
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- 2021-03-31 00:00:00
En las traicioneras costas de Inglaterra, Escocia e Irlanda, tuvo lugar uno de los episodios más dramáticos de nuestra historia, aunque España acabaría ganando la guerra... y conquistando a la Corte inglesa a base de Jerez.
El viernes 29 de julio de 1588, envueltos en una sempiterna llovizna, los primeros barcos de la Gran Armada española –bautizada con sorna por sus enemigos como Armada Invencible– llegaron a las costas inglesas bajo el mando de Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, VII duque de Medina Sidonia, XII señor de Sanlúcar de Barrameda, X conde de Niebla y capitán general del Mar Océano y Costas de Andalucía. Dos meses antes, el 30 de mayo, 130 buques de guerra y de transporte con 12.000 marineros y 19.000 soldados a bordo habían zarpado desde Lisboa con rumbo a Flandes –los tercios viejos de Alejandro Farnesio tenían reservado un importante papel en la empresa de Inglaterra–, pero un intenso temporal retrasó la partida definitiva desde el puerto de A Coruña –la primera parada que habían programado para aprovisionarse– hasta el 22 de julio.
La ambiciosa empresa que les había encomendado el rey Felipe II, la empresa de Inglaterra, no era otra que invadir el país por una causa que consideraba más que justa: derrocar a la reina Isabel I, quien no solo apoyaba la rebelión protestante de los Países Bajos y alentaba los ataques de los corsarios ingleses (piratas al servicio de la Corona) contra intereses españoles en el Atlántico, sino que en febrero de 1587 también había mandado ejecutar a María Estuardo, su prima católica, que había reinado en Escocia y tenía aspiraciones al trono de Inglaterra (además, muchos católicos la consideraban la legítima reina). Esto precipitó los planes de Felipe II de invadir Inglaterra y poner en el trono a un católico, enmarcados en la guerra anglo-española que se había iniciado en 1585 y no llegaría a su fin hasta 1604 mediante el Tratado de Londres, absolutamente favorable para España.
Pero en la contienda entre la España católica y la Inglaterra protestante hubo también episodios adversos, y probablemente el más doloroso para nuestro país fuese aquel ataque de la Armada Invencible truncado por la estrategia militar inglesa, pero sobre todo por el mal tiempo (de ahí la popular frase atribuida a Felipe II: "No mandé a mis naves a luchar contra los elementos"). Aunque incluso en medio del inevitable desastre, el vino concedió una agridulce victoria a los españoles el 9 de agosto de 1588, como narra San Felipe Celso Rey en su libro Beber, necesidad y placer: "Ese día, el galeón San Felipe, uno de los cuatro mayores barcos de la Armada Española, maltrecho y en retirada cerca de Newport, esperando una ayuda española que no se pudo hacer efectiva, fue rodeado por barcos holandeses. Los soldados que lo abordaron se encontraron, entre otros elementos de valor, 48 cañones de bronce y algunos barriles de vino de Ribadavia que fueron más mortíferos de lo que lo habían sido las piezas de artillería de las que el barco iba equipado, ya que los soldados, dándose un respiro tras los trabajos para la captura, creyeron oportuno celebrarlo bebiendo el vino de aquellos barriles aún intactos. El San Felipe, con numerosas vías de agua debido a los cañonazos propinados por los barcos, dio un giro repentino hundiéndose en el mar y llevándose consigo a los 300 alegres celebrantes".
Pero el de Ribeiro no fue el único vino que acompañó a la Grande y Felicísima Armada en su malograda misión... Según consta en las instrucciones que dejó el capitán Alonso Pérez de Guzmán a los maestres de naos, el vino tenía que repartirse de esta manera entre la gente de mar y guerra: "Del vino de Jerez, un tercio de azumbre por cada ración, y lo mismo del de Lamego y Monzón y la Paxica y del Condado, y del vino de Candía tan solamente un cuartillo, por ser más recio que los demás y puede suplir doble agua; advirtiendo que el vino que primero se ha de gastar ha de ser el de Condado y contornos de Lisboa, y sucesive Lamego y Monzón, y lo último Jerez y Candía, porque son vinos que duran más embarcados". También advierte de que las pipas o botas de vino del Condado y Lisboa que se perdieran por no haberse consumido en los primeros días, no se abonarían y tendrían que ser pagadas al precio del Jerez. Aquel delicioso vino que tan bien resistía las largas travesías, adorado por marineros de ambos bandos, protagonizó además otro sonado episodio bélico a finales de abril de 1587. 28 naves inglesas comandadas por el corsario inglés Francis Drake atacaron la bahía de Cádiz, destruyendo una veintena de barcos de la armada de Andalucía cargados de provisiones; después, se dirigieron al Algarve portugués, desde donde apresaron "un sinnúmero de navíos cargados con duelas y aros para la fabricación de pipas", según se explica la web de la Armada Invencible. Se dice que en aquel saqueo (un golpe táctico para los españoles), los ingleses se llevaron casi 3.000 botas de vino de Jerez como botín de guerra, que vendieron en la pérfida Albión, donde se puso de moda entre la Corte. La conquista de Felipe II nunca se completó, pero el Jerez sigue reinando en Inglaterra.
Náufragos
Muchas naves de la Gran Armada naufragaron en las tortuosas costas de Irlanda y Escocia durante el fatídico verano de 1588. Algunos supervivientes encontraron refugio en las tierras del norte, y la asociación Spanish Armada Ireland todavía los recuerda.