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El vino en el Camino de Santiago

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  • Laura López Altares
  • 2021-07-02 00:00:00

Alrededor de la ruta más fascinante del Viejo Continente se asentaron diferentes órdenes monásticas que mantuvieron viva la cultura vitivinícola. Hoy, su legado marca los pasos de peregrinos de todo el mundo. 


Santiago siempre espera al final, pero no todos los caminos que conducen a la capital gallega están marcados por flechas amarillas y piedras atávicas; los hay que serpentean entre muros de viña erigidos alrededor de iglesias y monasterios: algunos salvajes y subyugantes, otros de belleza serena.
En este Año Xacobeo –se celebra cuando la festividad del Apóstol Santiago del 25 de julio cae en domingo–, os vamos a guiar a través de un Camino vinícola vibrante que calmará la sed del peregrino. Aunque quizá no haga falta... porque como dice el refrán: "No verás peregrino sin su bota de vino".   
El Camino de Santiago es una de las rutas más fascinantes de Europa –incluso para los descreídos–, con una historia milenaria unida al vino desde sus comienzos: alrededor del año 820 se halló la tumba de Santiago el Mayor, y se creó el lugar sagrado para venerar sus restos. Pronto se convirtió en un importante centro de peregrinación internacional, atrayendo a diferentes órdenes monásticas –como los cistercienses, de origen francés– que se establecieron en sus alrededores. En la Edad Media, estos monjes jugaron un papel fundamental en la expansión del cultivo de la vid, introduciendo nuevas variedades y manteniendo viva la tradición vitivinícola de las zonas donde se asentaron. Alrededor de las grandes extensiones de viñedo que cultivaron, surgieron diferentes construcciones ligadas a la producción de vino: monasterios, bodegas, prioratos, granjas, iglesias... que han llegado hasta nuestros días, configurando un patrimonio arquitectónico emocionante.
De todos los itinerarios jacobeos, el Camino Francés es el que mayor tradición histórica atesora. En el Libro V del Codex Calixtinus, una guía medieval de la peregrinación a Santiago, se detallan los tramos del Camino Francés desde el país vecino: tres de sus rutas entran en España por Roncesvalles (Navarra), y otra por Aragón. En cualquiera de los recorridos, el viajero se encontrará con zonas vinícolas de una diversidad magnética.
De hecho, una de las paradas vinícolas más curiosas de la Ruta Xacobea nos lleva a una centenaria bodega navarra, Irache –cuya historia está profundamente unida al Monasterio de Irache y a los monjes benedictinos que lo habitaron–, que alberga la única fuente de vino de todo el Camino de Santiago. Cada día se llena con 100 litros de tinto joven, evocando la hospitalidad de aquellos monjes que recibían a los peregrinos con un vaso de vino.
En sus siguientes etapas, el Camino Francés se adentra en tierras riojanas, y en esa encrucijada que es Navarrete se halla la única bodega de la D.O.Ca. Rioja por la que pasa el Camino Francés hacia Santiago: Bodegas Corral, que el año pasado inauguró un espacio muy especial para el peregrino con wine bar y una terraza con vistas al propio Camino, al viñedo y al antiguo Hospital de Peregrinos de San Juan de Acre.
Burgos, Palencia y León, regiones con una historia vitivinícola apasionante, abanderan el tramo castellano del Camino, que termina en El Bierzo. Allí, Raúl Pérez, el genio irreverente, atrapó el singular paisaje xacobeo en uno de sus proyectos más carismáticos y lo bautizó con la palabra latina con la que se saludaban los peregrinos: Ultreia (adelante).  
Ya en Galicia, la ruta más transitada no serpentea junto a ninguna Denominación de Origen, pero sí lo hace el Camino de Invierno, tradicionalmente utilizado por los peregrinos para evitar las nieves de O Cebreiro. Este itinerario de poético nombre se sumerge en dos de las comarcas vinícolas más abruptas y turbadoras del mundo: Valdeorras y Ribeira Sacra –alberga la mayor concentración del Románico rural de Europa–, bellas hijas del vértigo.
Fuera de los caminos xacobeos oficiales, existe el Camiño Miñoto Ribeiro, una de las rutas más antiguas que enlazaban el norte de Portugal con Santiago, y que está en proceso de petición de oficialización. Este itinerario se entrelaza con el Camiño do Viño (marca enoturística de la Ruta do Viño do Ribeiro) y también con el que seguían los arrieiros para llevar el codiciado vino de Ribeiro a Santiago de Compostela –Ribeiro fue el suministrador principal del vino que bebían los peregrinos tanto en la capital gallega como en las últimas etapas del Camino–. Desde la D.O.P. Ribeiro reivindican la figura histórica de esos arrieiros y el valor de aquella ruta tremendamente simbólica (como nos explica Juan Casares, presidente del Consejo Regulador): "Puede llegar a ser una experiencia única en España, un camino iniciático en el mundo del vino que pasa por bodegas, viñedos, enclaves arquitectónicos culturales importantes...". Y que termina en Santiago, desenlace y principio de un nuevo camino.


El Cavino
Esta divertida experiencia, ideada por el sumiller malagueño Enrique López, propone un peregrinaje muy original y hedonista que atraviesa los viñedos de Rioja, Ribera de Duero, Toro, Bierzo y Ribeira Sacra en seis etapas, con paradas en cinco bodegas.



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