- Laura López Altares
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- 2021-09-07 00:00:00
El vino que llegó a Marte con Ray Bradbury, poeta de la ciencia ficción, ya no es el único extraterrestre: doce Pétrus y más de 300 sarmientos protagonizan una misión que podría cambiar la viticultura del mañana...
Asomarse a los insondables misterios del espacio provoca un calambre adictivo, esa "ligera sensación como de un recuerdo lejano o como si cayéramos desde gran altura" que describió de forma magistral el astrofísico y divulgador científico Carl Sagan: "El cosmos es todo lo que es, todo lo que fue y todo lo que alguna vez será".
Y aunque (muy probablemente) lo más cerca que estaremos de sentir otro planeta será al contemplar ese oscuro y turbador paraje lunar de la Geria en Lanzarote –con sus viñas enterradas bajo el fuego dormido–, el cosmos no deja de atraernos con la fuerza irremediable de un agujero negro. Sobre todo cuando implica un viaje espacial de vinos y viñas que parece guionizado por el mismísimo Christopher Nolan...
Por increíble que suene, y como sucedía en esa obra de arte de la ciencia ficción llamada Interstellar, ya existen misiones que miran al espacio en busca de la supervivencia de nuestra especie –de una forma mucho menos apocalíptica, eso sí–.
Una de ellas es la Mission WISE (Vitis Vinum in Spatium Experimentia), el primer programa privado de investigación en la Estación Espacial Internacional (ISS), que investiga los efectos de la microgravedad sobre la vid y los componentes del vino: "Pretendemos allanar el camino de nuestro futuro aprovechando la microgravedad y estimulando las evoluciones naturales aceleradas en un entorno espacial", explican Nicolas Gaume y Emmanuel Etcheparre, cofundadores de Space Cargo Unlimited, la start-up europea que ha impulsado la Mission WISE y que este invierno recibió a unas tripulantes muy especiales...
El 14 de enero, después de haber pasado 438 días y 19 horas a bordo de una nave SpaceX Dragon en la Estación Espacial Internacional, a 400 kilómetros de altura, y tras una ruta equivalente a unos 300 viajes entre la Tierra y la Luna a 28.000 Km/hora en gravedad cero, regresaron a nuestro planeta (¡intactas!) las doce botellas del mítico Pétrus de 2000 que habían enviado en misión espacial en noviembre de 2019.
El 1 de marzo se realizó el primer análisis de su contenido en el ISVV (Instituto de Ciencias de la Viña y el Vino) de Burdeos, que organizó una cata dirigida por Philippe Darriet, director de la unidad de Investigación Enológica del Instituto: "A pesar de su estancia en la Estación Espacial Internacional, las muestras fueron muy bien evaluadas sensorialmente", explica Darriet. Se destacaron tanto la complejidad del vino como las diferencias en el color –las más perceptibles–, el aroma y el sabor.
Una de estas doce botellas espaciales se subastará en Christie's presentada en un precioso packaging: una especie de baúl cósmico diseñado por la Maison d'Arts Les Ateliers Victor que incluye una botella terrícola de Pétrus 2000, un decantador, copas y un sacacorchos... ¡hecho con un meteorito! Se espera que la venta alcance un récord histórico, y los ingresos se destinarán a seguir financiando nuevos experimentos de la Mission WISE, que apuesta por revolucionar la viticultura con variedades más resistentes forjadas en los confines del espacio.
Porque estas doce botellas de Pétrus no hicieron el viaje solas... Durante diez meses las acompañaron 320 sarmientos que fueron plantados en los invernaderos del ISVV tras su vuelta a nuestro planeta y analizados al detalle. Después de unas semanas, el crecimiento y los brotes se observaron mucho antes que en las cepas que permanecieron en la Tierra en condiciones similares. "Estas primeras observaciones son muy prometedoras y validan el enfoque único e innovador de Space Cargo Unlimited, que consiste en utilizar el espacio como un nuevo entorno de investigación para el futuro de la agricultura y exprimir al máximo las posibilidades que ofrecen la vid y el vino, medios increíbles para la investigación científica, como demostró Pasteur en el pasado", apuntan Etcheparre y Gaume.
Francesc Gòdia, profesor del Departamento de Ingeniería Química, Biológica y Ambiental de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y director de la fascinante Planta Piloto MELiSSA –un sistema circular autónomo de soporte de vida para astronautas de la Agencia Espacial Europea (ESA)–, nos da su opinión sobre estos vinos espaciales: "La ausencia de gravedad tiene que afectarles de una forma importante, y como prueba está bien. Es posible que, por ejemplo, cuando tuvieras ya una población asentada sobre un planeta y muchos otros problemas resueltos pudieras plantearte hacer experimentos de este estilo; pero, en general, en el diseño de misiones lo que se tiene en cuenta son los elementos fundamentales para la alimentación de la tripulación, entre los que está el agua, pero de momento aún no está el vino, lo siento [risas]".
Burbujas de otro mundo
La astronauta rusa Yelena Kondakova hizo historia en la década de los noventa brindando con Cordón Negro de Freixenet en la Estacion Espacial Mir. Para sortear la ingravidez, tuvo que beberse el cava con una pajita.