- Laura López Altares
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- 2021-11-02 00:00:00
Nos adentramos en un (fugaz) viaje a las latitudes más extremas donde crece la vid: de la salvaje e inabarcable Patagonia, con sus volcanes, glaciares y vientos furiosos, a los fiordos noruegos tocados por el sol de medianoche.
La vida en los extremos apela a la poesía de la improbabilidad, reza al dios de la quimera. Y su mera existencia dinamita unas reglas que se escriben cada nuevo otoño.
Y lo hacen a una velocidad cósmica. Porque en la era del cambio climático, el mapa mundial del vino está empezando a desplazarse hacia territorios límite para la vid que hace tan solo unos años habrían sido inimaginables. Parece inevitable lanzar esta pregunta a quienes han hecho de los márgenes su hogar: ¿el futuro de la viticultura pasará por las latitudes extremas?
En Otronia (Sarmiento, provincia de Chubut, Argentina), una de las bodegas más australes del mundo, lo tienen claro: "Sin duda que las nuevas latitudes albergarán nuevos proyectos vitivinícolas a nivel mundial y que el cambio climático es un factor a considerar. Aunque no es precisamente lo que nos impulsó a desarrollar este proyecto, sino más bien el espíritu aventurero", afirma Juan Pablo Murgia, enólogo de Grupo Avinea.
Diego Arribillaga –ingeniero agrónomo e investigador del INIA Tamel Aike– y Marisol Reyes –doctora en Ciencias Agrarias e investigadora del INIA Raihuén– no están tan convencidos, pero coinciden en que abren una opción apasionante: "Probablemente el futuro de la vitivinicultura no pasará a estas latitudes extremas, pero sí ofrecen la posibilidad de desarrollar vinos extremos y poner en una botella todo el carácter de la Patagonia, sus hermosos paisajes y su gente".
Con estos dos investigadores al frente, el INIA –Instituto de Investigaciones Agropecuarias de Chile– elaboró por primera vez los simbólicos vinos del proyecto Keóken –significa amanecer en lengua Tehuelche– con Sauvignon Blanc y Pinot Noir (¡plantados en la latitud 46°32' Sur!), y este año vinifican ocho variedades en pequeños volúmenes que quieren dar a conocer en unos meses: "El clima sin duda se refleja en las uvas y vinos de la comuna de Chile Chico, llamada la ciudad del sol. Tanto en blancos como en tintos la acidez es muy marcada. A diferencia de muchos países vitivinícolas, la geografía nacional permite que la vitivinicultura se desplace hacia el sur y el cambio climático se transforme en una oportunidad para esas nuevas zonas de cultivo; pero también hay factores limitantes: heladas tardías, precipitaciones escasas...".
El espíritu de la Patagonia (argentina, en este caso) también se manifiesta, retador, en los vinos de Patagonian Wines, un desafío que nació hace más de 30 años con el objetivo de demostrar que aquel rincón fascinante y remoto (El Hoyo, provincia de Chubut, a 10 kilómetros al sur del paralelo 42 y a 17 kilómetros de la frontera con Chile) era un lugar propicio para la plantación de vides: "El respeto hacia el terroir –Patagonian Wines se enclava en una zona con una biodiversidad fantástica, dado que el bosque nativo nos rodea– es nuestro norte: desde la plantación del primer viñedo hasta la elaboración de los vinos y espumantes que realizamos hoy en día, la consciencia hacia la identidad de la región, descubrirla, respetarla y ponerla en valor guían nuestro trabajo diario", cuenta Elsa Guevara, gerente de la bodega. Pioneros en la zona, confiesan ser los primeros sorprendidos con ese terroir tan salvaje y singular: "Tratar de encontrarlo en el vino se ha vuelto un hermoso desafío, haciendo del enoturismo toda una experiencia sensorial".
En el paralelo 45°33' Sur, donde se ubica la bodega Otronia, el viento es el más complejo y desafiante de los factores climáticos, como nos explica su enólogo Juan Pablo Murgia: "Para contextualizar los desafíos, hemos registrado velocidades del viento, ¡de más de 100 kilómetros por hora! Este genera un ambiente prácticamente espontáneo para la viticultura orgánica y natural, pero además deja su huella también debido a las respuestas fisiológicas que tiene en la planta (sus rendimientos se regulan y las pieles de la uva se engrosan). Siendo uno de los viñedos más fríos de Argentina (si es que no es el más frío), define un perfil en los vinos marcado por la acidez tan firme y distintiva de este lugar, pero que no solo se expresa en boca con una sensación de profundidad y salinidad muy atractiva, sino que potencia el desarrollo de aromas y sabores de gran delicadeza, elegancia y gran intensidad".
Las fronteras vinícolas también se han adentrado, traviesas, en tierras vikingas. En el paralelo 61°1' Norte (Sognefjord, Noruega), por ejemplo, se ubica uno de los viñedos más septentrionales del planeta, el de Slinde Vineyard, que mira inclinado y orgulloso al fiordo más grande del país. Cuando Bjørn Bergum puso en marcha este rompedor proyecto, tuvo que enfrentarse a los escépticos; pero hoy es uno de los abanderados de esos vinos escandinavos que tientan al mundo con su crujiente insolencia.
Al "abrigo" boreal
En la costa oeste de Finlandia se encuentran las viñas de Sundom, que Kaarlo Nelimarkka protege con piedras y lonas del feroz invierno boreal. La nieve es su escudo contra las heladas; el sol de medianoche, su tregua.