- Laura López Altares
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- 2021-12-01 00:00:00
Este recipiente de origen tormentoso evoca aquel pasado en que el vino se guardaba en su interior, pero también esas elaboraciones oxidativas que fermentan a la intemperie... o microvinificaciones de uvas autóctonas.
Del fragor de una tormenta nació uno de los recipientes más bellos y fascinantes de todos los tiempos: la damajuana. O eso cuenta la leyenda... La reina Juana I de Nápoles se refugió en la Provenza durante mediados del tumultuoso siglo XIV, y paseaba por la aldea de Saint-Paul-en-Forêt cuando la lluvia empezó a golpear enloquecida. Entonces se guareció en el pequeño castillo del maestro vidriero, cuyo oficio despertó su curiosidad. El entusiasmo del artesano al ver el interés de la reina fue tal que sopló hasta dar forma a una inmensa y sinuosa botella a la que puso el nombre de su soberana: Reine Jeanne. Pero, en un alarde de mortalidad, ella sugirió que la llamase Dame Jeanne, y así pasó a la Historia, envuelta en un escudo de mimbre por aquel diligente artesano.
Desde ese curioso encuentro, las damajuanas han albergado líquidos de diversa naturaleza, sobre todo vino. La bebida de nuestros desvelos fue transportada y guardada durante siglos en este recipiente redondeado y enigmático... que también se convirtió en un elemento fundamental en la crianza de elaboraciones tan singulares como los vinos rancios, tocados por esa oxidación salvaje que conecta con la raíz.
Richard Sanz, el enólogo de Menade –la bodega que creó junto a sus hermanos Marco y Alejandra–, recuerda aquellos camiones de su infancia que entraban y salían de la bodega de Antonio Sanz, su padre (uno de los históricos pioneros de Rueda), cargados de damajuanas en las que se vendían los vinos y donde también se forjaban algunos de ellos: "Teníamos filas kilométricas de damajuanas en los patios porque el vino se pasaba entre seis y ocho meses en el exterior: estaban a la intemperie para que el cambio térmico y la filtración de la luz aceleraran el proceso de la oxidación". Esta exquisita tortura al aire libre, a sol y serena, nos habla de la historia de territorios como Priorat o Rueda, la cuna de aquellos Dorados que están alzando de nuevo las alas para recuperar la gloria perdida: "Esos vinos después se sacaban de la damajuana, se encabezaban, y era cuando iban al sistema de soleras", explica Richard. Este genio irreverente decidió rescatar una de aquellas soleras (¡nacida en 1900!), y en ella se cría uno de los vinos más desafiantes de Ménade, Adorado –del que dicen que "es todo y es nada" porque provoca sentimientos extremos–, que además embotellan bajo petición en una preciosa damajuana de ocho litros: "Volver a este tipo de vino en este envase es como un juego. Son nuestros orígenes, lo que hemos sido durante muchos años: un vino rancio, natural, salvaje. No olvidemos que esta es nuestra historia".
El Guzqía Viñas Desparecidas 1998, elaborado con viñas prefiloxéricas de Airén o Malvar, es otra rareza irrepetible que Jesús María Recuero (viticultor, enólogo y propietario de Recuero & Co) decidió embotellar en una suerte de pequeña damajuana para reivindicar lo denostado, lo maldito: "Se llaman viñas desaparecidas porque no eran de nuestra propiedad y las arrancaron, víctimas de esta locura política de quitar viejas viñas y poner nuevas plantaciones sin control". Desde Villanueva de Alcardete (Toledo), Jesús hace una defensa apasionada y admirable del patrimonio de viñedo viejo de la zona que inspira y remueve hasta el pellizco.
También en Toledo, el carácter combativo de Garage Wine (Quintanar de la Orden) nos ha atraído sin remedio. En este proyecto artesano, el enólogo Jesús Toledo y su primo Julián Ajenjo "sienten la tierra en la piel" y apuestan por rescatar las variedades autóctonas, locales y minoritarias... ¡con la damajuana como campo de pruebas! "Es la base fundamental del proyecto. Por ejemplo, por las damajuanas pasa nuestro Orange, entre otros mil experimentos. O un vino botrytizado de Airén que vamos a poner a la venta este año, 103 botellas, y lo hicimos primero en damajuanas para ver qué iba a expresar. Todo pasa por ahí. Es un recipiente aséptico, frágil y superpequeñito, y la idea es investigar en él", comenta Jesús.
Nexo de unión con la Historia, guiño reivindicativo, centro de experimentación con microvinificaciones... la damajuana juega distintos papeles, e incluso los tres al mismo tiempo en Vinos en Voz Baja (Aldeanueva de Ebro): "Aquí, en Rioja Oriental, el vino se guardaba en damajuanas, y nosotros hemos heredado esa tradición, el vino se mantiene muy bien", sostiene el viticultor y enólogo Carlos Mazo, impulsor de este proyecto emocionante. La cosecha de 2014 fue muy generosa en la zona, y guardaron los últimos 300 litros en una damajuana. Así nació El Outsider, una Garnacha salvaje y crujiente que termina la fermentación en la damajuana, donde también hace la maloláctica: "Quizá sea lo más desequilibrado que hacemos", escribe... "o puede que lo mejor".
Larga vida
Dice Carlos Mazo que la damajuana tiene algo inexplicable que "parece que te recuerda a lo de antes". Su belleza sensual y ese espíritu vintage la han convertido en un decorativo objeto de deseo y es muy habitual verlas convertidas en floreros... ¡o lámparas!