- Diana Fuego
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- 2023-03-30 00:00:00
Fascinado por los efectos estimulantes y analgésicos de la cocaína, el químico Angelo Mariani creó en 1863 una curiosa bebida con vino de Burdeos y extracto de hojas de coca que conquistó a escritores, reyes, artistas y papas.
No hay nada más atractivo que el malditismo, especialmente cuando hablamos del mundo del vino: cepas prohibidas, uvas olvidadas, botellas de contrabando durante la Ley Seca y hasta tragos con misteriosas propiedades.
El Vin Mariani, creado en 1863 por el químico corso Ange-François –Angelo– Mariani, es uno de esos tragos sobre los que se podría escribir un libro entero. Maldito, por supuesto. Y no es para menos: se elaboraba con vino de Burdeos... ¡y extracto de hojas de coca! Aunque en aquella época, cuando el Naturalismo empezaba a imperar sobre el Romanticismo y se desconocían los efectos explosivos de este polémico ingrediente, se alzó como la bebida más deseada por artistas, intelectuales, inventores, reyes y papas. La reina Victoria, Alejandro Dumas, Émile Zola, Julio Verne, William McKinley –vigesimoquinto presidente de Estados Unidos–, Sigmund Freud, el escritor Anatole France –"difunde un fuego sutil por todo el cuerpo", escribió–, Thomas Alva Edison, el poeta Jules Barber –quien lo definió como "néctar de sortilegio"– o el zar Alejandro II fueron algunos de sus más fervientes seguidores. Incluso los papas Pío X y León XIII sucumbieron a sus poderosos efectos. Sobre todo León XIII, que otorgó un reconocimiento especial a su inventor, Angelo Mariani, por "apoyar el ascético retiro de Su Santidad".
Todo apunta a que el químico se pudo inspirar para crear su tónico medicinal en el trabajo del neurólogo, fisiólogo y antropólogo italiano Paolo Mantegazza, quien exploró los efectos medicinales de la cocaína y otras drogas en primera persona durante sus viajes a Argentina y recogió sus investigaciones en el tratado Sulle virtù igieniche e medicinali della coca e sugli alimenti nervosi in generale. Este célebre médico fue un apasionado defensor del darwinismo, lo que lo llevó a entrar en conflicto con la Santa Sede, algo que resulta muy curioso si pensamos en los principales valedores del elixir sagrado de Mariani.
Y es que la mezcla maestra que conquistó el Vaticano no solo era adictiva por su sabor; además, provocaba un placentero efecto en quien la consumía –la reacción entre el vino y el extracto de coca liberaba etilencoca, un compuesto que potenciaba los efectos de la cocaína–, tenía propiedades analgésicas y estimulantes, y se decía que ayudaba a combatir todo tipo de dolencias, desde enfermedades respiratorias hasta nerviosas (incluso la temida melancolía).
Con semejante poder de fascinación, el Vin Mariani se convirtió rápidamente en la bebida más popular de la época –no fue prohibida hasta 1914, en los albores de la Primera Guerra Mundial, cuando empezaron a conocerse los efectos negativos de la cocaína–, y su creador se hizo con una inmensa fortuna que le permitió seguir investigando y patentando otros inventos con la cocaína como ingrediente estrella: elixires, pastillas y hasta pasta de dientes. La cultivaba en el huerto que rodeaba su finca, y la veneró tanto que hasta creó un Santuario de Mama Coca en París.
Pero no fue el único que se dejó seducir por las supuestas propiedades beneficiosas de la cocaína: intentando replicar su éxito, aparecieron decenas de bebidas con esta sustancia en su fórmula, y una de ellas ha perdurado hasta nuestros tiempos como una de las más consumidas del planeta... aunque variando su receta, claro.
Se cuenta que el mismísimo J.S. Pemberton, adicto a la morfina –la tomaba para calmar el dolor de una herida de guerra– y obsesionado con hallar una cura para su adicción, probó el Vin Mariani y quedó fascinado al instante; así nació la Coca-Cola primigenia: la Pemberton's French Wine Coca, que también mezclaba vino francés y cocaína y prometía curar cualquier afección del sistema nervioso.
El visionario farmacéutico buscaba dar con "la medicina final y la bebida alcohólica perfecta", pero con la llegada de las primeras leyes que apoyaban la prohibición del alcohol en Estados Unidos tuvo que variar su fórmula –que por cierto atrajo, como ya hiciera el Vin Mariani, a científicos, intelectuales, artistas y mandatarios–, cambiando el vino por agua de soda y añadiendo jarabe de azúcar y nueces de cola. Años más tarde, cuando Asa G. Candler ya tenía los derechos de la prometedora bebida y el control de The Coca-Cola Company, la cocaína se sustituyó por cafeína, y el empresario introdujo otros cambios en la receta que transmitió en secreto a sus hijos y herederos para que solo ellos pudieran fabricarla. En 1895, dejaba de ser tónico para convertirse en leyenda.
Pero aunque sea solo en espíritu, el Vin Mariani sigue vivo en la Coca-Cola, y en la nueva versión que lanzó Christophe Mariani, bisnieto de Angelo, hace unos años: Coca Mariani, un aperitivo elaborado con vino blanco de Córcega, nuez de cola... y destilado de hojas de coca.
¿Elixir de la vida eterna?
El genial escritor Julio Verne afirmó que el Vin Mariani "puede alargar la vida humana cien veces". No sabemos de dónde vino tan rotundo argumento; pero sí sabemos que el papa León XIII, su principal valedor, vivió hasta los 93 años.