Política sobre cookies

Utilizamos cookies propias y de terceros, así como los datos de la conexión del usuario para identificarle. Estas cookies serán utilizadas con la finalidad de gestionar el portal, recabar información sobre la utilización del mismo, mejorar nuestros servicios y mostrarte publicidad personalizada relacionada con tus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos y el análisis de tu navegación (por ejemplo, páginas visitadas, consultas realizadas o links visitados).

Puedes configurar o rechazar la utilización de cookies haciendo click en "Configuración e información" o si deseas obtener información detallada sobre cómo utilizamos las cookies, o conocer cómo deshabilitarlas.

Configuración e información Ver Política de Cookies

Mi Vino

Vinos

CERRAR
  • FORMULARIO DE CONTACTO
  • OPUSWINE, S.L. es el responsable del tratamiento de sus datos con la finalidad de enviarles información comercial. No se cederán datos a terceros salvo obligación legal. Puede ejercer su derecho a acceder, rectificar y suprimir estos datos, así como ampliar información sobre otros derechos y protección de datos aquí.

El vino, poderoso símbolo ritual

  • Laura López Altares
  • 2024-05-01 00:00:00

Protagonista de todo tipo de celebraciones religiosas en el Mediterráneo, el vino ha participado en excesivas bacanales y solemnes misas cristianas, y ha viajado al más allá con los héroes griegos y los faraones egipcios.


Como fuente de placeres efervescentes y telúrico magnetismo, el vino ha inspirado rituales paganos arrebatados y se ha alzado como la ofrenda favorita de todos los pueblos mediterráneos; pero también ha despertado la devoción cristiana más profunda mediante la liturgia de la Eucaristía, envuelto en una alegoría solemne de muerte y resurrección.
Su poder para prender los sentidos y elevar a los sedientos mortales junto a sus dioses ha sido tan abrumador que, como sugiere el catálogo de la exposición Vino. Arte y Símbolo, organizada por el Museo Vivanco de la Cultura del Vino y la Fundación Unicaja en Málaga, podría servir como punto de partida para contar la historia de Occidente: "Ya sea en forma de epifanía, de exaltación o de metáfora de los ciclos del campo y de la naturaleza, el vino forma una constante tan remota como el propio paso del hombre por la tierra, desatando una cantidad de significados simbólicos que ni siquiera retroceden en las horas más graves de la historia".
Para Mariano Vergara, comisario de la muestra, el vino se convirtió desde su fortuito descubrimiento "en fuente de inspiración para escribir tratados, crear obras de arte, encender el alma, vigorizar los cuerpos, exaltar la sensualidad, inspirar a la música y la poesía, ascender a los cielos y bajar a los infiernos, dar la vida y provocar la muerte, crear belleza y llegar a convertir el asesinato en una de las bellas artes".
Artes que mantienen viva e intacta la memoria de aquellos significados simbólicos a través de ménades danzando en vasijas, sarcófagos egipcios salpicados de racimos, bastones ceremoniales con bacanales esculpidas, sensuales estatuas de Baco, ritones sinuosos, cálices con provocadoras escenas...
Destaca Eduardo Díez Morrás, director de Enoturismo de Bodegas Vivanco, que algunas de ellas plasman la connotación regeneradora de la vid y el vino. Otro elemento omnipresente es la exaltación de la fertilidad, sobre la cual gobernaba también el subversivo Dioniso/Baco, dios del vino y la fertilidad.
"El carácter transgresor y desmesurado de este dios debió de ejercer un atractivo irresistible entre las clases populares de las urbes griegas. Su prestigio queda atestiguado al examinar el calendario litúrgico ateniense y comprobar que casi la mitad del ciclo festivo estaba consagrado a Dioniso y a los rituales propiciatorios vinculados a las actividades agrarias", explica Iñigo Jauregui Ezquibela en El valor simbólico del vino en las tradiciones religiosas mediterráneas: de Ugarit a la Ley Seca (Revista Iberoamericana de Viticultura, Agroindustria y Ruralidad, mayo de 2015).
En honor a Dioniso se hacían las libaciones rituales, que consistían en derramar vino sobre la tierra, una piedra o un altar mientras se pronunciaba su nombre. Durante los ritos funerarios también vertían vino sobre las tumbas o sobre la propia tierra mientras ardía la pira para que se filtrara hasta las profundidades y así acompañara a los difuntos hasta el más allá.
Estas prácticas también fueron muy habituales en el Antiguo Egipto, donde el vino se reservaba a las clases altas, y las libaciones se realizaban en nombre de la diosa Hathor, la Dama de los Goces: "La relación de la deidad con la música, la danza y la energía vital asociada a la fertilidad se potenciaba entre sus seguidores mediante la liberación que les otorgaba el consumo de vino", recuerda Díez Morrás.
Todavía más liberados se debieron de sentir los seguidores del Baco romano, que han pasado a la historia por aquellas bacanales tan desbordantes de vicios, conspiraciones y excesos que hasta fueron prohibidas por el Senado. Igualmente excesiva fue, por cierto, la pasión de los romanos por el vino, que tuvo como consecuencia otra rotunda prohibición allá por el año 92: la de plantar nuevos viñedos.
Y aunque ya tratamos a fondo en nuestro número 254 la alianza eterna entre vino y cristianismo, no podemos obviar uno de los aspectos más fascinantes de la simbología ritual del vino: su identificación con la sangre de los dioses, que establece un insólito paralelismo entre los sufridores Dioniso/Baco y Cristo. Aunque va mucho más allá: "Nacimiento clandestino, dudas sobre su naturaleza divina, persecución, repudio por parte de sus semejantes, ocultamiento… y una misión común consistente en consolar, liberar y redimir a la humanidad de las cadenas que la atenazan y de su doloroso y mortal destino", escribe Jauregui Ezquibela.
Ambos, muertos inmortales, dice la escritora brasileña Vanessa Brasil Campos Rodríguez: "Mueren, pero vuelven a una vida eterna". Exactamente igual que la vid cada vez que se convierte en vino.

enoturismo


gente del vino