- Laura López Altares, Foto: Antonio Garcia Prats / Pexels-urbano-skyline-22005926/
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- 2024-07-18 00:00:00
Durante varios siglos, la Bahía de Cádiz se convirtió en el epicentro del comercio marítimo mundial, con el vino como protagonista de todo tipo de historias: cinceló su arquitectura, su carácter... y hasta su forma de vivir.
La historia del mundo –y por supuesto la del vino– está escrita en agua, la de los ríos y mares junto a los que se han forjado las grandes civilizaciones: por las aguas les llegó la vida y la gloria, y (no pocas veces) también la destrucción.
Dice el historiador Manuel Marín, responsable del fascinante proyecto cultural de Bodegas Tradición (del que forma parte un archivo único que desde 1650 ha contado la historia de la bodega –y de los vinos de Jerez– ininterrumpidamente): "Somos del agua".
Aunque, como también apunta, en Jerez se da una curiosa paradoja: "Que a pesar de que el mar es importantísimo porque ha ejercido su influencia de todas las maneras posibles, quizá sea la zona del vino donde menos agua se necesita". Y, sin embargo, ese Atlántico omnipresente ha determinado incluso la naturaleza de los propios vinos de Jerez: "Nosotros aprendimos a preservar el vino en el tiempo porque los viajes en barco lo corrompían, y entonces se ideó la fórmula del encabezado, que es alcoholizar el vino".
Zaida de Semprún, responsable de Enoturismo de Bodegas Familia Fernández Rivera, coincide en destacar la importancia que tuvo el agua en el Destino de Jerez: "La historia del Marco es la historia de los puertos, pero también la de los ríos. Y los puertos constituyen no solo la historia del vino, sino el estilo de vinos: el velo de flor nació por la necesidad de fortificar los vinos que salían hacia el Imperio británico".
Ambos expertos aseguran que, durante varios siglos, Cádiz fue el puerto más importante del mundo: "Todo el intercambio entre Europa y el Nuevo Mundo, desde el descubrimiento de América hasta la independencia de las colonias americanas, se hacía a través de Cádiz: esa fue la primera ruta global, y Cádiz el epicentro del comercio mundial", señala Zaida. "Y luego estaba Veracruz, el gran olvidado, donde llegaba todo lo que salía de España. México fue el nexo entre el continente americano y la parte asiática, y todo el intercambio se hizo a través de los puertos. Luego, en paralelo a los puertos, se constituyeron las ferias, donde la gente vendía y compraba", recuerda.
Otro puerto esencial que formó parte del centro neurálgico del comercio de aquellos siglos fue Sevilla: "El Trocadero de Cádiz era el puerto principal, y todo el comercio de las Indias venía de Sevilla para abajo, pues el Guadalquivir era un río que se podía navegar desde Sevilla hasta la desembocadura aquí en Sanlúcar [que, por cierto, gozó de la exención de impuestos vinculados al embarque del vino de Jerez]", cuenta Manolo. Y nos explica cómo se realizaba el traslado de los vinos desde Jerez a través de un embarcadero que había en el barrio de El Portal, en el mismo río Guadalete: "Las botas se llevaban en carros tirados por bestias hasta El Portal, donde se cargaban en unas barcazas que llegaban hasta Cádiz".
A partir de finales del siglo XIX, el ferrocarril de Jerez al Trocadero, el llamado tren del vino, sustituyó el transporte por el río, impulsado por la burguesía bodeguera: "Precisamente se creó para que las bodegas enviaran sus vinos. La importancia fue tan determinante, que es lo que atrajo la construcción del ferrocarril a esta zona. Las vías pasaban por delante de las puertas de las bodegas para que cargasen las botas en esos pequeños vagones que a su vez iban a la estación central, donde se cargaban en el tren principal que iba después al puerto de mar". Así fue como el vino de Jerez llegó hasta los confines del mundo conocido: "En el siglo XVIII, el 13% de toda la exportación de España era vino de Jerez, y se realizaba a los dos grandes imperios de aquellos momentos: el Imperio británico con sus colonias y el Imperio francés con sus colonias. Por lo tanto, el vino llegaba en barco a todo el mundo: Nueva York, Copenhague, San Francisco, La Habana, Puerto Rico...".
Para el historiador gaditano, "el vino es un hilo conductor para contar la historia en cualquier lugar del mundo. Porque el vino es tan básico, tan importante socialmente, que tú vas siguiendo el camino histórico del vino y te lo va contando todo, absolutamente todo". Por ejemplo, en el archivo de Bodegas Tradición hay documentos muy curiosos que recogen envíos de vino a China ya en 1767, al zar Nicolás I de Rusia en 1796, a unos oficiales franceses en plena Guerra de la Independencia (1808), cinco botas para la coronación del emperador Francisco José I de Austria –que se casaría años después con Sissi Emperatriz– y, por supuesto, unas cuantas incursiones de piratas y corsarios (una de ellas, perpetrada por el almirante Nelson, que pretendía vender el vino robado en la zona de Tarifa, "aunque la casa se entera y vuelve a recomprarlo").
Como la huella de los puertos en el mundo del vino, casi tan irreductible como el mismo mar, es imposible de esbozar en una página, reservaremos para próximas travesías algunos de los grandes puntos estratégicos del comercio marítimo, como Alicante o Tenerife.