- Laura López Altares, Foto: Brent Keane / Pexels
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- 2024-09-11 00:00:00
Tres años después de la erupción del Volcán de Tajogaite, recorremos el reguero de cenizas que dejó a su paso, fuente de destrucción y estallido de vida que nutre algunas de las viñas más resilientes del planeta.
El 19 de septiembre de 2021 podría haber sido un último domingo de verano en el que despedir a un amor fugaz, asomarse de nuevo al rugido de la ciudad o empezar a vendimiar con ese pellizco en el estómago de quien espera doce lunas. Pero la naturaleza prendió aquel día de lava y ceniza (picón), haciendo que el Parque Natural de Cumbre Vieja se estremeciera al ritmo feroz de una erupción volcánica. Y, con ella, La Palma entera.
Cuenta la viticultora Victoria Torres Pecis que incluso hoy le resulta complicado "mirar atrás con cierta limpieza, porque el tiempo se dilata y contrae mucho", hace trampas y juega con la memoria hasta el punto de desdibujarla: "Una amiga me decía hace poco: ¡es que no me acuerdo de nada!".
Pero Victoria, conectada hasta la raíz con su isla de fuego, se ha convertido en nuestra generosa cronista desde el volcán: los ojos y manos que nos han guiado a través de un reguero de ceniza que nutre tanto como destruye. "Estábamos sobre aviso. Yo vivo aquí, en el sur de la isla, en la zona de Cumbre Vieja, y sabemos que es activa, y también más o menos la secuencia en la que esto pasa, pues eran 50 años ya desde la erupción del Teneguía (mucho más benévola porque surgió en una zona donde no había asentamientos de población, y creo que eso es lo que nos había quedado en la memoria colectiva de lo que era un volcán). Pero no solo eso: desde hacía cinco años aproximadamente se estaban notando pequeños temblores de tierra que tenían que ver con la posibilidad de una erupción", explica. Intuían que algo estaba a punto de estallar en aquel territorio telúrico, pero no sabían cuándo ni dónde sucedería. A ella la pilló en plena vendimia, y recuerda haberlo vivido con muchísima ansiedad, moviendo todos su vinos a un almacén en el lado oeste de la isla y tomando una decisión fundamental respecto a su futuro: "Yo, que vivo en una casa vieja con mucha memoria familiar y trabajo viñedos centenarios, me paré un momento y pensé que si no podía continuar del mismo modo no iba a hacerlo. O era todo o nada. Cuando por fin se despejó la incógnita era domingo y nosotros estábamos trabajando en la bodega. Recuerdo que tenía mucha uva para pisar, y con el subidón de adrenalina quería quedarme sola con mi uva y pisarla porque era lo único que iba a poder pisar de esta parte, que estaba en la zona de exclusión. El resto lo tuvimos que dejar abandonado".
Otras historias similares a la de Victoria fueron recogidas por el C.R.D.O. Vinos La Palma en la emocionante campaña Vecinos del volcán. Eva Hernández, su gerente, nos resume el contexto en el que se vivió la erupción del Tajogaite: "Fue una locura tremenda, el resto del mundo salía del Covid y nosotros entrábamos en un volcán, y la luz se convirtió de nuevo en oscuridad".
Aunque tras esos primeros días de incertidumbre, irrumpió una sensación nueva, que Victoria Torres Pecis describe con una potencia brutal: "Me invadía una enorme gratitud y responsabilidad porque yo tenía la posibilidad de seguir trabajando. Encontramos la manera de tirar de la isla estando atentas, escuchando mucho a los viticultores mayores y reflexionando. La Palma es una isla volcánica con esta naturaleza tan inusual, tan suya, tan impactante todo el tiempo. Es una isla desnuda y salvaje en ese sentido, donde los elementos marcan la vida siempre: la orografía es abrupta, el viento puede ser constante... Yo no sé si recibimos suficiente educación, información para planificar la vida en una isla que te pone en una normalidad tan exaltada siempre, una vida que se corta cada 50 años. Creo que ha sido una oportunidad muy importante para que la comunidad científica también pueda hacer un acopio de información que revierta en el futuro".
En cuanto a la vendimia de aquel 2021, se alargó por la logística –con una de las carreteras principales sepultada por la lava–; pero las viñas, desbordantes de vida, resistieron la sacudida: "El impacto del volcán en las viñas es clarísimo, ha venido a refertilizar de una manera increíble las viñas donde ha habido influencia de la ceniza. ¿Y qué es la ceniza? Pues no es más que arena".
Viñas de arena donde nacen los vinos de arena de Victoria Torres Pecis, que se despide de nosotros con una lección poderosísima: "Quiero subrayar la idea de esas personas resilientes que continúan cultivando sus parcelas de viña a pie de volcán pese a que los vientos han cambiado para ellos porque les ha surgido una montaña de 300 y pico metros. Siempre me emociona la viticultura artesana, pero más aún la viticultura de lugares así volcánicos, donde la gente tiene la paciencia y la necesidad de esperar, de volver a replantar, de entender un poco el potencial agronómico con ese detalle, con ese conocimiento acumulado". Con la certeza de que su tierra herida por la ceniza se curará con esa misma ceniza.