- Redacción
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- 2008-03-01 00:00:00
Entre el viñedo, que se extiende llano hasta el horizonte, trota un carricoche tirado por Cortijero y Habanero. Por caminejos blancos recorre las nuevas líneas de Syrah, las viejas de Garnacha, las ya crecidas de Cabernet Sauvignon, las experimentales recuperadas de la local y olvidada Moravia... El invierno ha desnudado la viña y ni un pámpano eclipsa la visión del trabajo de fondo, por ejemplo, la poda o la peculiar forma de anudar las ramas a la espaldera - en arco- para que se distribuya homogéneo el vigor, para que en su día medren y maduren por igual los racimos, preservados del sol, que aquí no falta. Aún más al fondo, bajo ese delicado encaje de bolillos se salpican higrómetros, dendrómetros, termómetros, en fin, los medidores más delicados para captar el estado del suelo a distintas profundidades, la vida de la raíz, las micras que engorda el tronco a cada instante. Con esos datos y la complicidad de un suelo muy especial consiguen aportar con cuentagotas lo que llaman “riego deficitario controlado” de modo que la producción se mantenga entre uno y tres kilos por cepa. Entre disciplina y mimo Jesús Jiménez, el director técnico, llegó al vino desde la tierra, como ingeniero agrónomo y con una beca para estudiar riego. Toda su experiencia y su pasión se plasman en esta magnífica finca. Hace 10 años, Bautista Pintor, el propietario de la vecina Campo de Criptana, empezó a buscar el suelo ideal para viña, y bien asesorado recaló aquí, a 700 metros de altitud, en tierra caliza, pobre y con una capa de piedra caliza en el subsuelo, la que sirve para construir esas edificaciones típicas del campo manchego llamadas bombos y que aquí ayuda a las raíces a retener agua y alimento, el que aporta el ecológico estiércol de oveja Reunieron 200 hectáreas, de las que 140 ya son viña, y bajo la mirada de Jesús, crecen aprendiendo a autorregularse, a vivir sin ayuda, a llegar a viejas sanas e independientes. Así, con ese equilibrio, ha conseguido por ejemplo una garnacha más duradera que la Cabernet, o una blanca Viognier que ahora reposa convertida en lo que será el vino estrella de la casa en un depósito pequeño, como es norma en la sala de elaboración, para atender variedades y pagos por separado. Todo un espectáculo Desde allí a la espectacular sala de 1.300 barricas y a sus sorpresas se llega por un pasillo amplio, flanqueado por fotos que recorren paso a paso el camino de la uva y el vino. Una muestra de bienvenida a las visitas, de atención al enoturismo, coordinado por Soledad Prisuelos. Ella acoge a los viajeros o a los grupos más diversos y, además de una didáctica visita a la bodega, les propone paseos en la media docena de caballos de la preciosa cuadra, o una plácida vuelta en carro, y la guinda de una mesa en la que comentar las impresiones. El restaurante está abierto al público a mediodía, y los viernes y sábados por la noche. El chef José Luis Caballero ha conseguido en sus cartas equilibrar los sabores de la tierra, el gusto tradicional, con formas y fórmulas muy actuales: milhojas de lomo con miel y naranja, huevo escalfado con trufa y espuma de patata, perdiz con pochas y cacao, espaldita de cordero al romero y uvas... En fin, mucho más que una simple excusa para lo que aquí los trae, es decir, degustar y beber los vinos de la bodega. Por cierto, en la carta aparecen también vinos ajenos elegidos con capricho y gusto, pero vale la pena conocer su Syrah 2004, largo y mineral, explosivo de fruta madura, especias y notas balsámicas. O el Garnacha-Cabernet, carnoso y potente, o el original Petit Verdot, estructurado y muy equilibrado. O la sorpresa de los blancos, el alegre Chardonnay, el Sauvignon Blanc entre cítrico y tropical y el serio Viognier, que, con tres meses de barrica, se hace amplio, elegante y profundo. Esta nueva Mancha es una experiencia inolvidable. Finca los nevados Camino del Rosillo s/n 13630 Socuéllamos (Ciudad Real) Tel. 926 11 89 08 Fax: 667 430 396 visitas@fincalosnevados.es www.fincalosnevados.es