- Redacción
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- 2007-07-01 00:00:00
Recorrer las estanterías de la tienda, clara y ordenada, es una permanente sucesión de sorpresas. Por un lado, la colección de los varietales que tan bien se han ido acomodando a esta tierra a lo largo de los últimos lustros: Chardonnay, Merlot, Cabernet Sauvignon, Gewürztraminer, Syrah... Por otro, las combinaciones del año, parejas de hecho que gestan un blanco, un rosado y un tinto siempre correctos y siempre algo diferentes. Pero donde más se deja notar la mano del creador, Pedro Aibar, es en los dos sólidos pilares de Viñas del Vero, el Clarión y el Gran Vos, sus secretos, y también, por supuesto, en la joya de la casa, el Blecua, que ha merecido bodega propia, una amable casona amarilla, con aire de coquetón chateau francés. Lo que da la tierra En el Somontano presumen de que sus horas tienen al menos 60 minutos, de modo que hay tiempo para todo. Pedro, el enólogo, controla 1.200 has. de viñedo, elabora 6 millones de botellas que suponen el 44% de la producción del Somontano, y cuida la evolución de vinos en 8.000 barricas, pero aun saca un rato para echarse al monte -al somonte- con su bici de campo. En una de esas correrías sus ojos de conocedor descubrieron algunas hileras desdentadas de cepas leñosas abandonadas. Y en ese circo, mirando a la solana, han hecho revivir entre olivos y almendros, garnachas prefiloxéricas, supervivientes gracias al castigo de un clima seco y a una tierra de piedras glaciares, restos de morrena. Salvadas a pesar de sus golosos enemigos, el jabalí y el corzo, que obligan a vallar las fincas o a dejar encendida en el campo una radio para espantarlos. El paraje ha dado nombre al vino: Secastilla, una abreviatura de “siete castillos” ya desaparecidos. Lo que sí se contempla desde un ara sombreada que preside el viñedo, son dos pantanos, rebosantes esta primavera, del color de la turquesa y la esmeralda, y la amenazante silueta de ladrillo de Torre Ciudad, centro de peregrinación religiosa. Monte arriba Es un paisaje ameno de siembras y bosquecillos al que se llega por el Puente del Diablo, por el pantano de Barahona “la playa de Barbastro”, a través de túneles cincelados a pico en la montaña, en Ansá, ya casi en plenos Pirineos. No puede entrar más máquina que un tractorcillo oruga. Las cepas crecen en vaso, rodeadas de hierbas y flores. Nada se ha tocado para preservar el milagro de la tierra y la naturaleza, ni desmontes, ni abonos químicos, solo la sabiduría para volcar esa garnacha avara en la copa. El resultado es tan caprichoso como la elaboración anual de un “enólogo invitado”. Pedro selecciona personalidades tan diferentes como el chileno Milton Toy o el borgoñón Brumo Lorenzón para hacer 3.000 botellas, capricho exclusivo de curiosos y coleccionistas, vestidas con un estilo rompedor, muy diferente a la sobria línea habitual de los Viñas del Vero o del excelso Blecua. Es un juego y a la vez la riqueza de compartir trabajo y experiencia con grandes profesionales de todo el mundo. Pero es, sobre todo, el reflejo de la filosofía de la casa, de una trayectoria en la que el liderazgo en cantidad no significa rutina o monotonía sino abundancia para poder elegir, seleccionar, diversificar, atendiendo a los detalles, para atrapar y reflejar la personalidad de cada uva y cada terruño. Así viene siendo, desde la construcción “en vertical” de la bodega primitiva a la humedad natural de la roca en la primorosa sala de barricas de Blecua. Viñas del Vero Ctra. Barbastro-Naval , Km.3.700 22300 Barbastro (Huesca) Tel. 974 30 22 16 Fax 974 30 20 98 www.vinasdelvero.es www.bodegablecua.com