- Redacción
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- 2005-12-01 00:00:00
El rigurososo certamen internacional Wine Challenge de Londres ha elegido, entre 9.400 etiquetas, al Seleccción Especial de Abadía Retuerta como el mejor tinto, y al Director Técnico de la bodega, Ángel Anocíbar, como enólogo del año. El premio recayó sobre la añada de 2001, apenas la séptima vendimia que elabora esta joven bodega, fundada en 1996. Pero esa ascensión meteórica no es fruto de la suerte o de una cosecha bendita, sino de una perfecta conjunción de factores naturales y humanos que no dejan nada al azar. Por supuesto la situación es básica. La Abadía, cuidadosamente restaurada, se alza en un recodo del Duero que le da nombre -Rivola torta o Ribera tortuosa- en el término de Sardón. Es el corazón de lo que se ha bautizado como El Pago de La Milla de Oro, entre Tudela de Duero y Peñafiel, donde se localizan marcas tan emblemáticas del vino de este país, como Vega Sicilia. memoria y vino moderno El de la Abadía, el que elaboraban los frailes de San Raimundo desde la Edad Media, se cifraba en el S XVII en 7.800 cántaros, que dominaban el mercado de Valladolid, la mayor ciudad castellana de la época. La finca permite hoy reproducir el estilo chateau, donde la bodega preside el viñedo y, por proximidad, favorece no solo la rapidez de vendimia sino el cuidado diario. En este caso también da lugar a pagos diferenciados. Un avanzado estudio geológico determina las lomas, las hondonadas, las solanas y las umbrías que convienen a cada variedad de uva, a cada clon. Así, por ejemplo, han erradicado la Tempranillo plantada junto a la ribera, casi en el jardín del monasterio, y se ha sustituido por Sirah. Mas abajo, en terrenos más fértiles, la vid cede su espacio a otros cultivos que requieren humedad, como la remolacha. Y es que la finca reúne 700 has. de monte bajo, bosque y cultivo, distribuidas desde la orilla del río hasta 850 metros de altitud. La viña ocupa 204, repartidas en terrenos sumamente diversos, desde pedregosos a arcillosos, calcáreos, arenosos o de grava, es decir, un muestrario de los suelos en los que crecen muchos de los vinos señeros del mundo, y que aquí marcan elaboraciones diferenciadas, de 54 parcelas o pagos. Son los frescos Rívola, los corpulentos Cuvée El Palomar, el mineral y especiado Cuvée El Campanario, el Valdebellón rebosante de madurez y regaliz, el aromático Negralada... tan incomparables por terruño como lo es por variedad el de Petit Verdot. a cada uva, su vino La bodega de elaboración, el proyecto de Pascal Delbec, conceptualmente vanguardista, se alza al otro lado de la carretera, donde no resta protagonismo a la mole románica y donde se mimetiza respetuosamente con el paisaje, bajo los pinos. La diversidad de parcelas determina aquí una profusión de pequeños depósitos para vinificar por separado, y define también una interminable vendimia, desde que apuntan las variedades más tempranas hasta el último repaso a las sobremaduras. Repaso en busca siempre de calidad que no de cantidad, que se ha reducido de 1.200.000 Kg. a 800.000. De hecho encoge el corazón ver la uva que queda en la cepa tras la rigurosa recolección, y eso después de que las sucesivas podas hayan reducido la producción al mínimo. Pero esa, y aun después la de la mesa rodante, es la selección que define la excelencia. Esa uva, perfecta grano a grano, se conduce sin presiones incómodas, siempre por gravedad. El laboratorio es pieza fundamental, y como puente de mando preside el luminoso edificio de elaboración. Controla los parámetros de madurez, los pasos de fermentación, en fin, lo habitual, pero además allí llega durante todo el año la información desde las cinco estaciones meteorológicas que controlan el viñedo, de las seis estaciones hídricas que miden la humedad del suelo a distintas profundidades, de los tres sistemas para seguir el microcrecimiento diario de las plantas o para poner en marcha las catorce torres anti-helada. La sala de barricas, bajo el cerro, tiene capacidad para 5.000 toneles, 70 % de roble francés Allier y Limousin. La técnica y los medios impresionan, pero mucho más la personalidad del equipo y de cada uno. Como ejemplo, Ángel Anocíbar, el enólogo, que es quien impone y controla todas esas exigencias, pero que disfruta, sobre todo, recorriendo el campo y oliendo con ojos entrecerrados cada depósito mientras fermenta. Así nacen vinos para disfrutar. Impecables, incomparables. Abadía Retuerta Abadía Sta María de Retuerta 47340 Sardón de Duero (Valladolid) Tel. 983 680 314 Fax. 983 680 286 E-mail: info@abadía-retuerta.es www.abadia-retuerta.com